Uɴ ᴅɪsᴘᴀʀᴏ ᴀʟ ᴄᴏʀᴀᴢᴏ́ɴ || Albalia.

XI

8-10-19

Soy una idiota. Llevaba dos días sin verte y estaba que explotaba. Intentaba disimularlo pero no podía. Me dolía más no verte que verte con ella. Me dolía estar perdiendo la sensibilidad de tu piel en mis manos, de tus manos en mi barbilla, de tus besos encima de los míos, de tus mordisquitos y de tus 'Eres tonta'.
¿Cómo coño estaba así? Estaba extremadamente enamorada de la persona que mató a mi hermano. Sentía que me estaba volviendo loca y no podía parar de querer la droga, que eran tus ojos. Me estabas volviendo loca, Alba Reche. Y no podía más.

Como todos los días, me levanté de mi cama porque llevaba toda la noche despierta pensando en ti y me dolía todo el cuerpo de las tormentas que me provocabas. Me duché y maquillé para que no se te notara. Para que no se notara el huracán que estabas creando en mí. Desayuné un café aguado en la cafetería de en frente y te seguí buscando en mi spotify. No volví a buscarte en los mismos acordes que la última vez. Me daba miedo encontrarte de nuevo. Me daba miedo que volvieras a mí y que yo volviese a caer a tus pies. Tampoco me pasé por aquel bar donde nos conocimos. También tenía miedo de verte allí. De encontrarte. Qué idiota me escucho ahora. Quería encontrarte pero a la vez no. Supongo que era lo que me provocabas. Y te juro por mi vida que fuiste la única que lo hizo.
Fumé. No me lo quería permitir, pero pensarte me estresaba demasiado y fumar era lo único que me calmaba. Eras jodidamente sexy y el dolor que me provocaba exhalar ese humo grisáceo me calmaba un poco. Me levanté dejando propina al camarero que me atendió y, junto a un suspiro, te fui a buscar de nuevo.
Andé y andé. Me paseé por todo Madrid en busca de tus huellas y nunca las encontraba. Sabía perfectamente dónde estabas y por eso no iba. Porque no te quería encontrar. Mirarte de nuevo a los ojos podía destruir mis promesas de nuevo.
Volví a casa tras un día sin encontrarte de nuevo. Tuve la idea de volverme a Pamplona y no volver a verte. Pero me lo impedías. Mis principios me lo impedían.

No te encontré ese día, pero porque me encontraste tú de camino a casa. Miré hacia la puerta de mi casa a 15 metros de ella con los cascos puestos y casi sin fuerza, y te vi allí.

Estabas en mi portal, fumando. Siendo tan jodidamente sexy como siempre. No podía permitirme eso. Estaba notando mis promesas tambalearse en la cuerda por la que andaban. Me miraste al ver cómo paraba mi camino. Tiraste la colilla y mis promesas se habían caído al vacío. Ya no existían. No estaban vivas. Y yo reviví, porque me estaba matando no verte.
Me quise dar la vuelta, pero tú ya tenías mi mano enganchada a la tuya y me decías algo. Lo siento, no te estoy escuchando, pero por tus ojos parecía que te preocupaba. Me tambaleaste y yo no supe reaccionar. La tormenta amenazaba con salir y yo no podía apartar tus ojos de mí.

-Natalia, por favor, escúchame- Empezaste a sonar en mi cabeza de nuevo. Te escuchaba aturdida y no entendía nada. Alba, ¿Dónde estamos?

-Hey, Nat, Nat. Lo siento. Mírame por favor.

-¿Q-qué haces aquí?- Mi voz era totalmente entrecortada y estaba demasiado aturdida. Me tenías incapacitada y yo no quería estar así delante de tí. Ya sabía yo que los muros se me irían a la mierda con el empujón que les dan tus ojos.

-He venido a buscarte... Y-yo... Dijiste que teníamos una despedida pendiente...

-Me estoy intentando despedir de ti, Alba. Vete, por favor- Dije casi sin voz, encontrándome de nuevo e intentando mantener mis pocos muros intactos.

-N-Natalia... Y-yo... Lo de el otro día no...

-No te atrevas a nombrarla Alba. No te atrevas.

-Natalia por favor...- Tu voz estaba rota. ¿Tu voz estaba rota? Alba por Dios, deja de mentirme. Te odio.

-Alba. Vete a casa por favor.

-Natalia, necesito despedirme de ti bien.

-Pues adiós entonces- Mi voz parecía enfadada. Mis ojos no. Mis ojos te gritaban todo lo que te quería y yo me sentía una imbécil. Mis ojos se te estaban declarando y yo no podía gritarte lo imbécil que eras porque no te lo ibas a creer.