Para que se detenga la lluvia tienes que plantar botellas con la base en vista al cielo.
Me lo contó mi madre en mi noveno cumpleaños. Ese día llovió a mares y yo también lloré así; pensaba que nadie podría llegar a la pequeña fiesta que celebrábamos. Ella , burlona, dijo que estaba lloviendo porque siempre había sido una llorona. Yo le creí y hasta hoy no he vuelto a llorar un solo cumpleaños. Considéralo algo irracional pero ya no logro expresar mi angustia decentemente. En cambio, las nubes lo hacen por mí cada año.
Hoy el día amaneció así, lluvioso, palpitante. Como un efecto de olvido. Y dentro de ello, solo encuentro botellas pequeñas de cerveza y el grisoso suelo cementado de mi patio.
Me duele el cuello, llevo botas de agua con estampados de flores en los pies. Las manos me tiemblan y mis labios terminan por rajarse después de fruncirlos tanto. El aire fresco y las gotas son reconfortantes, a la vez pesadas. Pienso en los cigarrillos que jamás tuve el valor de probar y suelto una carcajada bastante fingida.
¿Dónde es que se encuentra mi cielo?