Capítulo nueve.

1.9K 112 3
                                    

-No quiero hacerlo.- le dijo Paola apoyando firmemente su mano sobre el regazo de ella, apretujando su rodilla y apoyando su espalda rígida sobre el acolchonado asiento del avión.

-Podrías tranquilizarte un poco, son sólo unas horas, no te vas a morir, ¡Dios mujer!- le murmuró Jenny acercándose a ella para que nadie escuchara la reprimenda hacia su querida pero miedosa amiga.

Se recostó, fastidiada, sobre su asiento y exhaló y liberó un largo suspiro.

-No deberías ser tan ruda amor, está nerviosa.- mirada manifestó Emmanuel desde el otro lado. Ella volteó su rostro para encontrarse con esa intensa, una media sonrisa que dibujaba en su rostro algunas arrugas sobre sus ojos y el cabello todo despeinado. Se veía incluso más sexy que cuando se peinaba con ese gel con olor a menta. Se acercó a sus labios y lo besó intensamente, introdujo su lengua dentro de la boca de él para luego, con su delicada mano, recorrerle el pecho y frotar con sus dedos sus músculos, y finalmente descender hasta su firme pene, intacto adentro de sus oscuros jean.

-Jen…- dió un respingo sobre el asiento, abrió los ojos para observarla y divisar que nadie estuviese viendo, luego se centró en manosearla indirectamente a las miradas de asco provenientes de Paola, que aún seguía rígida pero con menos nerviosismo sobre su cuerpo.

Habían transcurrido algunas semanas luego del encuentro entre Emmanuel y Jenny, además de la llamada telefónica de Paola.

Por supuesto, y aunque pareciese raro, durante aquel ileso tiempo transcurrido, Lucas telefoneaba constantemente a Paola para simplemente hablar, como ellos quisieron nombrarlo. Llamadas nocturnas, hasta las altas horas de la madrugada, y mensajes de texto en horarios de clase para solamente molestarse mutuamente. Durante los minutos transcurridos en esas largas llamadas, omitían cualquier tema relacionado a su pasado o al hecho de algún día volver a verse. Ni él ni ella tocaban esa frágil tela, esa delgada línea que tanto los atormentaba, esa molestia que necesitaban superar, pero a pesar de ser como un grano en el culo ellos preferían mantenerlo allí, sin reventar, sin curar, sólo ahí, en la deriva ante cualquier suceso.

-Voy a dormir un rato.- se recostó suavemente sobre el asiento, y como ninguno de sus compañeros le respondió ante su comentario, cerró ligeramente los ojos para poder adentrarse a un mundo diferente, pero el terror de que el avión se cayera le seguía carcomiendo el cerebro. Ante cualquier movimiento del avión, alguna pequeña turbulencia o tan siquiera el ruido de las azafatas en el interior de la cabina conversando, le ponía los pelos de punta y le resultaba imposible poder dormirse, y menos aun sumando las cosquillas, los gemidos y los sonidos provenientes de la pareja acompañante que no dejaban de manosearse deliberadamente. ¡Dios, algún día tendrían que parar de ser exhibicionistas! O podrían irse al baño del avión a concurrir con su propósito, pero donde sea que lo hagan prefería que sea alejado de ella. Sus contantes murmullos eran como un mosquito sobre el oído en la fresca noche.

Lucas despertó con el vibrar de su teléfono, y como desde hacía semanas la misma persona lo llamaba, supuso que sería ella, pero chocó frente a la realidad de descubrir que Bianca le había enviado tres mensajes de texto y dos llamadas perdidas.

La última vez que la había visto fue hacia una semana, cuando ella lo había ido a visitar a su departamento. Con su traje de enfermera, su melena ondeando sobre sus hombros, sus ojos cansados y un estado emocional deplorable. Lo extrañaba.

Si tú no existierasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora