Capítulo cinco.

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Aquél martes fue un desastre en todo su esplandor. El día era lluvioso y las nubes que oscurecían el cielo mostraban la faceta más triste de Jennifer Hastings. Él no había vuelto ese día, ni el siguiente, ni el otro, ni el otro. Y el viernes, cuando ella debía de tomar el avión para irse a España a visitar a sus padres, Emmanuel no contestó a su llamado ni a su mensaje. Necesitaba verlo antes de irse, un simple adiós, un beso o algo que mostrase que la seguía amando. Pero nada, no contestó a ningún llamado suyo.

Durante toda la semana Jenny estuvo somnolienta, con ojeras que afeaban su rostro, y lo ojos cansados de tanto llorar. Su cuerpo le exigía un poco de descanso, un respiro para mejorar su estado y su apariencia. Pero Jenny lo único que hacía en las noches era llorar desconsoladamente y recordarlo, como siempre lo había hecho.

Paola, ante el estado de su amiga, llamó urgente a Emmanuel. Necesitaba conocer qué mierda había ocurrido, nunca había presenciado a su amiga tan dolida, y si le había hecho algo estaba convencida que lo mataría a golpes si fuese así.

Emmanuel le contó todo. Contestó su llamado a la segunda vez que intentó localizarlo. Su voz se escuchaba cansada, pero trataba de impedir que las lágrimas se apoderasen de él mientras explicaba a Paola lo ocurrido.

-Llámala, haz algo imbécil. Está llorando como desquiciada.- le dijo Paola por teléfono. Se metió en la cocina para hablar mejor, se sirvió una taza de café y se sentó sobre el taburete de la encimera. Con su pijama rosa de arcoiris, se acomodó para escuchar el relato de Emmanuel.

Jenny no regresaba hasta bien entrada la noche, tenía que trabajar y hasta almenos medianoche no iba a volver al departamento.

-No puedo, me hizo mucho daño. - respondió él.

-Vamos, no seas idiota. La amas ¿Verdad?, entonces tratá de arreglar las cosas, extraño tus cafés.- sonrió recordando el olor hogareño en las mañanas.

-¿Sólo por eso me quieres? Chanta sos.- se escuchó su risa del otro lado del teléfono, pero luego terminó diciendo que no podía, que aún no estaba listo para enfrentarla.- Pao, entendeme.-

-No puedo, enserio no puedo entenderte. ¡Tanto sacrificio para dejarlo a la ligera!- exclamó resignada.

-¿Qué le dirías a Lucas si tuvieras la oportunidad de arreglar lo que pasó hace años?- preguntó.

Paola se quedó helada al escuchar su nombre, un rato de silencio contestó a su pregunta.

-Perdón, sería lo único que le diría.- Emmanuel asintió desde el otro lado y se quedó callado.

El sonido de la puerta de entrada fue la llave para solucionar el problema.

-Ya vino.- murmuró Paola a Emmanuel.

-Adiós.- dijo y corto la llamada. Paola observó el teléfono y no podía creer lo maricón que era.

Jenny se dirigió a su dormitorio, se bañó y después se recostó sobre la cama. Ese mismo jueves Paola no tenía nada que hacer, por lo que cuando el departamento se convirtió en un lugar callado y desolado, ella se dirigió a la habitación de su amiga y se acostó a su lado. Jenny seguía llorando, pero el cálido abrazo de Paola la reconfortó notablemente. Por primera vez en tres días durmió al menos 6 horas corridas.

Y el viernes había llegado, eran alrededor de las nueve de la noche y Jenny estaba en el taxi en dirección al aeropuerto. Se despidió de su amiga con un fuerte abrazo, un cariñoso beso en la mejilla y con un saludo de mano cuando ya estaba adentro del taxi.

El aeropuerto estaba repleto de gente con sus valijas. Hombres caminaban con sus trajes costosos y sus maletines pequeños, mujeres con sus opulentas vestimentas y su bolsos extravagantes. Luego vió a unos hippies con sus enormes mochilas en las espaldas, sus ropas holgadas y deportivas, una guitarra y un violín en sus respectivos estuches. Reían clamorosamente mientras que cantaban y tocaban la guitarra.

Si tú no existierasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora