Capítulo trece.

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La noche era hermosa y brillante, cálida como el cuerpo de Lucas y refrescante como sus labios, pero aunque no quisiese aceptarlo, ya no podía obtener esa maravillosa noche en su departamento como hacía semanas. Esa calidez ya no se encontraba, y el frescor de sus labios, su aliento y sus deliciosos besos se habían ido. Él se había ido. 

Bianca tenia guardia hasta almenos las 5 de la mañana, y justamente esa noche, tan propicia para recordarlo, se tenía que quedar cuidando a los pacientes de la planta alta y mientras que no podría  disfrutar de su calor corporal una vez más. Desde que habían terminado, ella había aceptado mantener encuentros cortos con Lucas sin necesidad de demostrar sus sentimientos. Pero aunque quisiese fingir, simplemente no podía ocultarlo, era inevitable no temblar cuando sus manos recorrían su cuerpo, aunque fuese sin amor. Añoraba tenerlo tan cerca, que la besara, que le dijera que la amaba, que quería intentar volver a enamorarse. Pero todo se había ido a la borda, y aunque no entendía el porqué de su repentina situación, Bianca no se dió por vencida y decidió aparecer esa misma noche, luego de su guardia, en su departamento y volver a sus brazos, como una niña asustada buscando protección, buscando amor precisamente. 

Pero le faltaba mucho para abandonar su trabajo y dirigirse hasta él, recién eran las dos de la madrugada y almenos tenía que estar despierta tres horas más cuidando de cada paciente. 

-Preferible un café a morir de sueño.- una voz masculina se acercó desde atrás y alargó su mano con una taza de Starbuck grande con café recién hecho y bastante caliente. Bianca se dió media vuelta y lo observó. Como era habitual, Gian se acercó a ella para besarle la mejilla. - ¿Estás bien? ¿Has dormido?- le preguntó observando su pálida piel y sus ojos decaídos.

-Estoy bien.- le dijo Bianca cerrando los ojos y sonriendo sin mostrar los dientes. Pero luego se desvaneció.

Gian arrojó las dos tazas de café al suelo, manchando su uniforme de doctor, y socorrió a la chica de la cual amaba en silencio y la levantó en brazos. La llevó a una camilla y esperó a que se despertara, mientras que ordenó con su voz furiosa que le trajeran agua y una toalla húmeda, además de comida. 

Bianca abrió los ojos ligeramente y se llevó una mano a la cabeza.

-¿Qué pasó?- preguntó desorientada.

-Te has desmayado.- los ojos de Gian trataban de buscar los suyos, pero ella no lo miraba.- ¿Has comido?-

-Si.- susurró.

-¿Hace cuanto?- Gian agarró sus muñecas y se las colocó a ambos lados, quería que lo mirase, anhelaba que lo mirase. Desde hacía sólo segundos su corazón se había detenido al verla desvanecer delante suyo, sus ojos cansados demostraban su falta de sueño y su pálida piel y la delgadez de su cuerpo afirmaban el poco cuidado que había tenido hacia ella misma. 

-Hace...a la mañana.- respondió.

-Necesitas comer...- levantó la mano para acariciar su mejilla, pero luego se retractó instantáneamente, arrepintiéndose de lo que su corazón quería hacer. Abrió los ojos pasmado por su impulso y luego se levantó apresuradamente acercándose a la puerta para irse.- Voy a mandar a unas enfermeras para que te cuiden y voy a hacerte unos estudios.- dijo sin siquiera mirarla. 

-No necesito estudios...quiero levantarme.- repuso mientras apoyaba los pies en el suelo y trataba de pararse. Una vez que lo hizo, cayó tambleándose hacia el suelo, apoyó una mano sobre la invisible pared que creía que había cerca y casi cayó de bruces si no hubiera estado el cuerpo de Gian para sostenerla.

-¡Ey!- la agarró de la cintura con una mano mientras que con la otra la levantaba por la espalda.- Necesitas descansar, ahora.- la acomodó en la cama y esperó a que ella aceptase antes de irse.- Ahora vuelvo.- cerró la puerta tras de sí y caminó hasta su consultorio.

Si tú no existierasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora