Capítulo doce.

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Dormía como un ángel.

Con la boca ligeramente abierta, las pestañas curvadas adornando sus bellos ojos cerrados y sus revoltosas manos una sobre el pecho de él y con la otra tomaba las sábanas revueltas de una fogosa noche. Sin duda, era un ángel con su dorado cabello sobre la mitad de su rostro.

Estaba recostada sobre el cuerpo de Lucas, la espalda mirando al techo y la mejilla izquierda sobre su pectoral izquierdo. Lucas se despertó con mucho calor, transpirando y con un peso muerto sobre su cuerpo, y entonces se dió cuenta de quién ocupaba el lugar donde más calor tenía.

Con una pierna lo abrazaba por la cintura, y la otra descubierta al aire estaba entre medio de los largos fideos gruesos y musculos que Lucas tenía como piernas. 

Levantó el rostro y quiso moverse, no soportaba más el calor que su cuerpo emitía, pero a la vez sabía que si la movía, sentiría un frío recorrer su cuerpo, así que no se movió para nada. Volvió a recostarse apoyando la cabeza sobre la almohada, y comenzó a pensar. Ella ocupaba la totalidad de sus pensamientos así que era muy difícil pensar en otra cosa, pero lo que si le estuvo dando vueltas y recalcándose en su retorcido cerebro fue el hecho de qué podría decirle ahora, qué podría confesarle, no tenía idea si decirle que la perdonaba, no sabía si tampoco la había perdonado, no sabía qué podría pasar luego de ese encuentro, no sabía nada, pero tenía un miedo atroz a que ella despertase y comenzase con sus preguntas de si la quería, y demás cuestiones que él tenía pensado dejar zancado. Con el tiempo, se volvió una persona un poco fría y cerrada, por lo que él hecho de que Paola ayer le estuviera haciendo preguntas referentes a sus sentimientos, lo asustó mucho por no decir que lo incomodó. Estaba enamorado de esa mujer, pero tenía miedo de caer en el mismo agujero del que había logrado salir con el pasar de los años, así que si ella preguntara, lo que haría sería ignorarla o cambiar de tema.

Con sus largos dedos comenzó a acariciar su cabellera mientras observaba el techo y se imaginaba los momentos anteriores de aquélla inolvidable noche. Muy despacio, ella se revolvió bajo su cuerpo, dió vuelta la cabeza, pero luego la levantó para divisar de dónde venían esas caricias tan sublimes.

-Hola.- murmuró con la voz ronca. En su rostro se dibujó una perfecta sonrisa mañanera, sus ojos medio cerrados y su cabello revuelto que caía por encima de su nariz.

Lucas se limitó a sonreírle mostrándole los dientes.

-Me estabas asfixiando.- dice luego de recuperar el aliento y soltarlo rápidamente. 

-Perdón.- se levantó bruscamente y se sentó sobre sus piernas.

-Tranquila, no pasa nada.-

Llevó ambas manos a su rostro y se las refregó varias veces. Estaba cansado, cansadísimo y agotado por no haber dormido bien, pero feliz, rebosando de felicidad por encontrarse en compañía de ella, la mujer de sus sueños, románticos y eróticos sueños.

Paola se recostó a su lado, abrazándolo y hundiendo su rostro sobre su cuello. Lucas se sobresaltó por la muestra de cariño, y por el rozar de sus labios muy cerca de él. La miró de reojo y esperó que retrocediera, pero no lo hizo y más aún se acercó a él, juntando su desnudo cuerpo con el suyo.

-¿Tenés hambre?- le preguntó levantándose precipitadamente y colocándose los boxer negros del suelo.

-Sí.- respondió de mala gana. Lucas salió de la habitación y se dirigió a la cocina, donde se encontró a su amigo leyendo unos informes policiales con su café en mano y una lapicera en mano.

-¡Buen día enano!- exclamó sin mirarlo pero mostrándole una gran sonrisa al papel.- Supongo que en cualquier momento una rubia tremenda va a salir de tu cuarto, ¿O me equivocó?- dejó la lapicera en la encimera y tomó un sorbo de café.

Si tú no existierasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora