Capítulo ocho.

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-Si dos personas están destinadas a estar por siempre juntas, no hay nada que pueda separarlas. - le dijo Emmanuel luego de su intenso encuentro sexual. Sus justificaciones en cuanto al tema del deplorable estado de decaída en cuanto a las mujeres que transitaron por él no fueron suficientes para que ambos concordaran poner fin a la situación que tanto los incomodaba. Por suspuesto lo amaba, estaba loca por él, pero durante bastante tiempo no podía reconocerse a si misma como la mujer que ella era, se había perdido en la embriaguez apasionada de Emmanuel. Decidieron posponer un tiempo su relación, aprender de su entrono, disfrutar de las nuevas corrientes y averiguar qué es relamente lo que quieren, ya que ambos lograron desorientarse las últimas semanas de estancia. Él tenía un piso en un departamento en un barrio un poco desagradable, pero lo único que le importaba era que últimamente había conseguido adentrarse en el mundo del profesorado internacional y las ofertas de trabajo le llegaron como aluviones incesantes. Estaba feliz, contento con su carrera profesional, no tenía de qué quejarse, había sido invitado a uno de los eventos más importantes por parte de uno de los señores más ricos de Alemania, además de antiguo profesor durante los años de la dictadura, aunque eso era de poca importancia. En cuanto al ámbito sentimental, necesitaba arreglar algunas cuestiones que lo traían con los pelos de punta. Aquella adolescente de la que se había enamorado era una completa extraña actualmente, aquél amor que tanto esfuerzo habían ofrecido se desvaneció como el aire en primavera y los restos que quedaron eran cenizas sobre el arduo fuego de la traición. Sentía por ella lo que nunca sintió por ninguna mujer en la vida, pero durante aquellos días, prefería alejarse y reordenar su vida, entender algunas cuestiones sobre su comportamiento y razonar sensatamente para poder lograr un paso más con Jenny.

Si bien ella quedó desolada por la ruptura, sabía muy en su interior que era lo mejor para ambos. Ella estaba a punto de terminar sus estudios, y un viaje a la India con Paola luego de la graduación la esperaba ansiosa y entusiasmada con las nuevas aventuras. Si preferiblemente hubiera elegido con anterioridad a Emmanuel, actualmente necesitaba un tiempo con su amiga, emprender una aventura, relacionarse con otro sin necesidad de arrepentirse luego por sus actos. Desde hacía varios años estaba con un maravilloso hombre que la traía loca, desde su adolescencia se había enamorado de él, pero el tiempo y las cuestiones en contra se interpusieron notablemente y era una verdadera molestia tener que sufrir contantemente, por lo que, aunque le doliera admitirlo, el amor por Emmanuel había cambiado, ya no era el mismo. ¿O era ella la que había cambiado?

Jenny ingresó al departamento en silencio, dejó la mochila al lado de la puerta y buscó con la mirada a su amiga. Era ya de noche, y el oscuro departamento imposibilitaba su búsqueda, pero luego recordó la intercepción de Lucas en su llamada, y entonces comprendió que su amiga probablemente estuviera en la cama, con una botella de vino y unas galletas mientras lloraba con una triste pelicula romantica adolescente.

Pero su imaginación divagó un poco, ya que ni una botella de vino ni un paquete de galletitas adornaban su mesita de luz, sólo el teléfono en el suelo y ella profundamente dormida y cubierta completamente con las sábanas. Cerró la puerta, se sacó las zapatillas y se acostó al lado de su querida amiga.

-¿Por qué no me lo dijiste?- preguntó Paola luego de un larga espera de silencio. La pregunta estaba ahí, rondando en el ambiente, impaciente por hacerse presente, y era notable que la boca de Paola terminaría por escupirla con furia.

-No lo sabia, me lo encontré en una feria y... perdón.- suplicó Jenny abrazándola por la espalda, se aferró a su cálido y muy caluroso cuerpo y la apretujó con lástima.

-No puede ser cierto..- murmuró su amiga mientras hundía su cabeza en la almohada.- ¿Cómo está?- preguntó luego de darse la vuelta para tenerla frente a frente. Sus ojos cansados eran notables en la poca luz que la lámpara encendida proyectaba, pero el cobertor ocultaba sus demás deficiencias que afeaban su estado de ánimo. Jenny la miró pensativa, esbozó una sonrisa para luego describir a su antiguo amigo. Hermoso, alto, bronceado, con barba incipiente, sus grandes musculos y su nuevo estilo de vida, fueron las palabras que con mayor énfasis resaltó Jenny. Paola lo imaginaba, trataba de dibujárselo en la mente, pero no podía concordar con el antiguo recuerdo que tenía sobre él. O tenía mala memoria, o el tiempo había transcurrido. Optó por la segunda opción.

Si tú no existierasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora