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Probablemente para cuando habíamos llegado ya a la enorme casa de imponentes rejas pintadas de negro, mi madre habría o no haber llamado a la policía para dar aviso sobre mi tan inesperada desaparición. Pero ella no estaba en la propiedad, encontrándose esta tan sola y oscura como cada sueño nocturno que irrumpe hasta hacerme dar cuenta, que no puedo gritarle a nadie más.

- ¿Estás segura de que quieres volver ahí dentro?. Podemos ir a un hotel mientras te recuperas-dijo  Eric mientras la lluvia y los relámpagos, dejaban ver aquella casa como algo completamente terrorífico

Ambos mojados y exhaustos por el largo trayecto que tuvimos que recorrer juntos, avanzamos simplemente a aquella casa en medio de un jardín en donde lo que quedaba completamente intacto, eran las rosas en donde apenas se podían notar las pequeñas gotas de lluvia que caían con una delicadeza tan fina como cada objeto de porcelana dentro de tan refinada y maltratada propiedad. Como era de esperar, mi atención fue hacia ellas y en especial a su aroma el cual era exactamente el mismo que cada escena entrometida donde parece que caigo rendida ante la mirada desafiante de sir Frederick.

- ¿Ocurre algo malo?- preguntó Eric mientras me dirigía hacia las hermosas rosas rojas

Arranque una con suma cuidado y tan solo la dejé en mi mano sin importar que esta tuviera o no unas cuantas espinas incrustadas en ella y tan solo caminé hacia la casa abriendo la puerta principal. Sentí entonces el frío en mis manos acompañado por un mareo que fue evitado por Eric quien sostenía mi mano fuertemente por si mi cuerpo se desplomaba en aquel suelo polvoriento.

Todo estaba en su lugar. Sin embargo, me sentía como si fuese la primera vez que entraba a la casa, que tocaba las teclas del piano, que me paraba en frente de aquel antiguo cuadro del sir en donde su mirada y la mía, parecen tener una pequeña disputa que solo la persona que pestañee más rápido es posiblemente la ganadora.

- Esta fría la noche, ¿quieres que prenda la chimenea?- dijo Eric tiritando por el ambiente

Su pregunta no tuvo respuesta en cuanto comencé a avanzar por la casa explorando cada rincón que me llevó hacia mi habitación en donde solo me senté en una esquina de la cama viendo mi reflejo sobre el espejo. Por algunos minutos este era el mismo, pero luego, otra persona me veía, una igual a mi, con el mismo rostro, el mismo cabello, el mismo cuerpo. Sin embargo, no era yo, ya que ella parecía gritar a través del espejo golpeando con cada caída de lluvia por la ventana sin hacer el mayor ruido posible. Su intervención era silenciosa en cada paso que yo daba y sus ojos con los míos, lucían igualmente desesperados a tal punto de escuchar claramente sus gritos retumbar en mis oídos.

- Eric, tapa ese espejo. Te lo suplico - dije apartando rápidamente la mirada

Eric de inmediato hizo lo que le pedí volviendo ambos a sentarnos en aquella cama con las manos encima del otro. Ambos allí pudimos estar entablando cualquier tipo de conversación o haber compartido un placentero momento romántico. No obstante, yo no paraba de temblar haciendo que Eric tuviera que recostarme suavemente hasta hacer que me quedara dormida como alguien frágil que estaba completamente asustada.

Para mi sorpresa, despertamos a la mañana siguiente bajo la mirada asombrada de mi madre quien estaba parada en la puerta de la habitación con una bandeja de desayuno sobre sus manos. Inmediatamente, Eric se levantó como quien fuese atrapado en la escena de un crimen:

- discúlpeme, es decir, discúlpennos, se que debimos haber avisado que saldríamos del hospital

Obviamente ambos estábamos completamente avergonzados. Sin embargo, parece ser que mi madre olvidó por completo lo sucedido corriendo a mis brazos hasta llenarme de besos por la notable preocupación que ella debió haber sufrido ante mi inesperada ausencia.

Bajamos de esta forma todos juntos hacia el comedor donde nos esperaba un exquisito desayuno preparado por Margaret quien también manifestó su agrado al verme un poco más repuesta de lo que estuve anteriormente. Todo allí pareció volver a la normalidad. La música clásica nos rodeaba y la conversación fue tan apacible que parecía estar viviendo un sueño, uno agradable.

Demasiado agradable...

Todo era perfecto. Las risas estaban intactas en los rostros y la música sonaba tan patente y clara en cada nota que no era tocada por ningún compositor. Esto, inmediatamente capturó mi atención sintiéndome asfixiada en mi propia realidad, oprimiéndome el pecho hasta sentir un agridulce sabor en cada uno de los bocados que me llevaba hacia la boca.

- ¿Quieres otro pedazo de pastel, querida?- dijo una voz rasposa

Al mirar los asientos que estaban en esa mesa, pude ver a distinguidos pero escalofriantes invitados que me observaban fijamente mientras que en la cabecera, estaba sentado sir Frederick no como la figura supuestamente armoniosa de la pintura puesta exactamente a la entrada de la casa, sino más bien como una sombra, como un cadaver que me sonreía en silencio, uno en donde sus invitados, no querían dejarme ir.

- Brindemos querida- dijo él como un susurro fío en mi cuello

Grité de improviso viendo que todo a mi alrededor era el pasto mojado de aquel jardín en donde todo lo que me cubría, eran las rosas, rosas que se quedaban en mi piel como marcas, como cicatrices, como heridas que ardían con cada roce involuntario. Allí, en medio de toda esa supuesta belleza con toques oscuros como los de una interminable pesadilla inconsciente, mi único propósito era despertar, gritar o hacer que Eric o mi madre me salvaran. Sin embargo, todo parecía real, tanto así que podía ver como don Bernard sacaba rosa tras rosa que iba cubriendo rápidamente mi tan impactando rostro.

No recuerdo exactamente como me llevó hacía al granero en donde poco a poco, pude volver a sentir mi corazón latiendo nuevamente. Aquel anciano se veía más calmado de lo que yo pude haber lucido acompañado con una cobija que solo puso en mi espalda mientras todo mi cuerpo tiritaba por la lluvia y por algo más, algo que no lo causaba exactamente el clima.

- Damita, ¿que hacía afuera con este clima tan desastroso?- dijo él sentándose a mi lado
- No lo sé, ya ni siquiera sé quién soy. Para mi madre soy alguien que necesita ayuda, para Eric soy alguien que puede o no ser querida y para la casa, soy un imán de fantasmas- dije con lo ojos llenos de lágrimas

Don Bernard puso su mano sobre la mía en señal de consuelo y tan solo se quedó en silencio mientras mis lágrimas, simplemente se mezclaban con la lluvia que caía de forma desastrosa por toda la enorme casa. El frío ambiente aún se sentía a nuestro alrededor y la oscuridad, parecía hacer un juego peligroso en cada luz chispeante de la vela que Don Bernard traía consigo.

- Discúlpeme damita- dijo Don Bernard secando su húmedo rostro con un pañuelo blanco
- ¿Porqué?- pregunté con la mirada cansada
- Por no haberle contado todo desde un principio. Quizás con eso, hubiésemos evitado que todo esto sucediera- dijo él sin siquiera observarme
- Discúlpame a mi, por traer solo desgracias a esta casa- dije tratando de sonreír
- ¿Desgracias?. Señorita Helena, usted es el corazón de esta casa. Sin su presencia, esta se derrumbaría por completo- dijo acariciando mi pálida mejilla
- Pero, ¿porque me quiere a mi?,¿porque solo yo puedo ver esas cosas?, ¿porque solo a mi me produce pánico ver el cuadro de ese hombre?- dije llevando mis manos hacia mi cabellera enredada
- Porque, porque tú eres ella- dijo sobre mi oído

Algo pareció caer detrás de nosotros produciendo un gran impacto en cuando quise ver lo que estaba sucediendo. Allí, tan solo me levanté viendo que detrás de mi, Don Bernard se había esfumado por completo dejando tan solo una vela apagada y un corazón, completamente aterrado.

La Esencia de la MuerteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora