Los días pasaban y solo veíamos como la ciudad se llenaba de grandes charcos producidos por la fuerte lluvia. Mi madre se quedaba en casa. No dejaba de ver los avisos de los diarios y hacia grandes círculos de color rojo, esperanzada a que alguien de buen corazón lograra contratarla. Así fue que una mañana cuando el viento azotaba fuertemente la ventana de mi habitación y me estaba terminando de arreglar para ir a mi trabajo, sonó el teléfono.
¡Mierda!
¿Quién podría ser?
Estaba demasiado atrasada y el mismo dueño me había dicho que si tenía un atraso más, probablemente me despediría sin tener una pizca de compasión. Decidí entonces no contestar. Quizás solo era alguna molesta propaganda o alguien del banco solicitando que mi madre fuese a pagar alguna otra deuda.
Tomé rápidamente el autobús y me dirigí hacia mi trabajo, el cual hasta ahora no había tanto público y el jefe aún no aparecía. Me sentí un poco más aliviada, ya que tendría un día más en la heladería Sanders, la heladería más famosa en toda Nueva Yersey.
Trabajé arduamente y sin parar, hasta que mi turno se acabó al llegar las cuatro treinta de la tarde.
Una de mis compañeras llamada Clara me invitó a almorzar en un Mcdonalds cercano. Conversamos y reímos por horas. Por un momento siquiera, me sentía como mi yo de antes. Alegre, divertida y conversadora. Una yo que quizás nunca volvería.
Volví a mi casa cuando ya había anochecido. Mi madre aún no llegaba y por mientras, había prendido la televisión para no sentirme tan sola. Calenté la comida china en el microondas y me senté un rato en el sofá de la pequeña sala. Traté de dormir un poco, pero cuando me dispuse a hacerlo, sonó nuevamente el teléfono. Digamos que simplemente este no dejó de sonar, haciendo que mi paciencia se agotara. Terminé desconectándolo para no seguir oyéndolo. En verdad era sumamente molesto y yo solo quería tener tan solo un rato de paz, pero luego había entrado una llamada en mi celular. Pensé que podía ser mi jefe, mi madre o algunos compañeros de mi trabajo.
El número era completamente desconocido para mí, así que solo dejé que sonara, ya que en cualquier momento este se iba a detener. Sin embargo, siguió oyéndose aquella melodía una y otra vez.
— ¿Por qué llama a esta hora?—inquirí.
—Hola, buenas noches y disculpa que llame a esta hora, pero necesito hablar con Elizabeth Townshend—era una voz masculina, seria.
— ¡Ella no está aquí!—chillé, tratando de parar aquella conversación.
—Nuevamente discúlpame, pero es de vital importancia que hable con ella. Debo comunicarle un mensaje importante antes de que se acabe el mes.
—¿No me lo puedes decir por teléfono?
—No, lo siento. Tengo órdenes de entregarle el mensaje solo a Elizabeth, así que necesito que se contacte conmigo a la brevedad.
Aquel hombre sonaba demasiado insistente para mi gusto. Me causó de inmediato algo de preocupación, ya que nadie solía llamar de esa forma por teléfono. Precisamente dejé este arriba de la mesa, ya que no quería contestar ni recibir ningún tipo de mensaje. Simplemente, había quedado exhausta al hablar con ese hombre tan desesperado.
Las horas pasaban y comencé rápidamente a llenarme de preguntas. Aquel llamado sinceramente me había dejado completamente intranquila y de alguna forma necesitaba saber la verdad, necesitaba saber lo que estaba pasando, pero quizás lo único que debía hacer era esperar a mi madre.
Traté de tranquilizarme. Miraba un poco la televisión, cambiaba el canal, sin embargo, no dejaba uno fijo. Los nervios, estaban devorándome en carne viva.
Comencé a pasearme por aquella pequeña casa. Tomaba algo de agua y miraba fijamente la puerta, esperando a que mi madre apareciera de una vez por todas.
Finalmente, apagué el televisor y fue ahí que llegó mi madre de su nuevo trabajo en la florería, la cual quedaba a unas cuantas calles de nuestro nuevo hogar. Se acostó sobre el sofá y cuando fue momento de decirle sobre la llamada, ella se había quedado profundamente dormida. No tenía caso despertarla, ella al igual que yo estaba completamente cansada. Así que solo tomé una cobija de mi habitación y se la puse a mi madre. Solo la vi un rato más, pensando en que sería mejor dejarla dormir. Luego tomé las bellísimas rosas que ella había traído y las puse en agua. Su aroma era exquisito. Me encantaban las rosas que traía mi madre. De alguna forma u otra su olor me calmaba y me hacía pensar de que todo saldría bien.
Pero sabía, que no sería así.
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La Esencia de la Muerte
Misterio / SuspensoCuando una joven y su madre, se mudan a la misteriosa mansión de sus antepasados, nunca imaginaron que su nueva vida estaría envuelta en secretos y susurros de un pasado oscuro. La vieja mansión, envuelta en sombras y rumores de estar embrujada, par...