29

128 7 0
                                    

Porque una casa podía ser tan maligna?
¿Porque no podía dar vuelta la pagina?
¿Porque el sir podía ser tan despreciable conmigo?
¿Porque?
¿Porque?
¿Porque me dirigía nuevamente a la casa?

Preguntas, tan solo son preguntas, aquellas que abundaban en mi mente como golpes de un martillo, aquella que al igual que mis lágrimas caídas, eran potentes, imparables, tortuosas que caían al compás de cada gota de lluvia en el exterior.

Entrar allí, mantenerme de pie en ese imponente lugar, era como volver a pisar el terreno de un crimen maldito , de algo que me persigue sin siquiera haber estado por lo menos veinticuatro horas atrapada aquí dentro. Era hipnotizante. Su esencia y encanto me atrapaban en un latido constante de un corazón que teme ver fantasmas escondidos en cada rincón polvoriento.

¿Porque?,¿Porque regresaba?,¿porque no podía dar todo por terminado?

¿Que me estaba pasando?
¿Que le estaba ocurriendo a mi mente?

Estar allí, estar de pie bajo esas cuatro paredes, era como estar plagada de fantasmas, de frialdad, de sombras, de música enloquecedora y de viajeros danzantes llenos de polvo con rostros completamente deformados que se detenían solo para asustarme con un fin determinado. Todos estaban allí, todos quieren mi alma, mi corazón, mi aliento congelado y temeroso. Todos tienen un propósito en especial, él.

Aún sigue allí, aún su mirada está puesta en aquella pared polvorienta como una bofetada a mi cordura, como un abrazo asfixiante, como una burla continua que se niega a detenerse. La oigo, oigo su risa retumbando en mis oídos haciéndome enloquecer, haciéndome caer poco a poco en una irrealidad en la cual, ya no quiero ni debo estar. La oigo y no puedo evitarlo. Siento ese frío, esa incómoda sensación sobre mis hombros, esa música , esa que me hace retroceder a una época inexistente.

¿Donde estoy?
¿En donde me encuentro?

Oigo voces, oigo música mezclada con risas, risas de una celebración en donde por primera vez, aquella casa con tintes fantasmales y deprimentes, se ve llena de luz y felicidad embarcándose en épocas pasadas donde la vida, vuelve a latir como un desenfrenado corazón. Allí, todo inunda mis ojos impactantes en donde una bellísima mujer, se hace presente en presencia de aplausos y elogios a su juventud, a su flamante hermosura, a su amabilidad y admiración que no pasa desapercibida.

La dama, aquella la conozco, la llevo presente en cada reflejo de mi espejo. Aquella en cuestión, realiza reverencias y entabla conversación con personas tanto ricas o pobres que le brindan su cariño y admiración a pesar, de que algo, algo en mi interior no parece encajar con aquella feliz escena. Es algo frío, algo que forma un sabor amargo en mis labios temblorosos, algo que se expande, que emana tragedia y muerte.

Se acerca, lo hace estremeciendo todo aquel ambiente de alegría en donde los violines, alcanzan las notas más altas ante su presencia, aquella que ella ama y que yo tanto detesto. Sus movimientos son sigilosos, escalofriantes, hasta que su figura alta e imponente, se hace presente en el corazón mismo de aquel salón de baile para reclamar aquello que lo enloquece, aquello que sin darse cuenta de las terribles consecuencias, ya se había convertido en una obsesión.

- Pido la primera pieza- dijo sir Frederick viendo a cada hombre, a cada invitado, hasta que sus ojos, se fijaron en mi

Sabía que no era real, sabía de antemano que todas esas sombras eran sinónimo de locura incandescente que cegaba mis ojos hacia la verdad, hacia lo que debía hacer. Sin embargo, estaba atrapada, estaba prisionera de un recuerdo tortuoso y polvoriento que me observa, que me posee, que quiere adentrarse poco a poco hasta sustraer hasta el último rincón inhóspito de mi alma.

- ¡Ya basta!,¡basta!- dije gritando y girando como en un carrusel de carcajadas

Todo queda completamente en silencio. Aquellos entes malignos desaparecen en la faz de una noche fría y duradera, una en donde mis manos tiemblan no por el frío, no por una estación que tiene devastada a toda una ciudad. Estas, estas tiemblan por un fantasma, por una pintura colgada en una pared llena de recuerdos que involucran solo muerte y un dolor imparable.

- Debo salir, debo hacer que se detenga- digo mientras me levanto del suelo tratando encontrar las fuerzas suficientes como para salir huyendo de aquel lugar, de aquella casa embrujada

Los ventanales crujían al igual que aquel candelabro puesto en el salón de baile lugar en donde me fui dirigiendo hasta sentirme meramente arrinconada entre la vida y la muerte. Sentí miedo, eso no puedo mentirlo, ni fingirlo. Mis manos al tocar al tocar las paredes ardían. Mis lágrimas eran pizcas de agua bendita que hacían que el encuentro con aquel hombre de tan antigua pintura, fuera una tortura acariciante donde a pesar de todo, él no me dejaría escapar.

Su juego era enloquecerme.Su estrategia más grande era poseer cada centímetro de mi alma. Era sin duda alguna, un plan estratégicamente diabólico, uno en donde debía acorralarlo, debía amenazarlo, debía ser capaz de dejar de temerle. Pero no podía, era una cobarde, una tonta que siempre suele perder la partida.

- Quiero que pares, quiero que te detengas de una vez por todas-digo gritando con todas mis fuerzas

No oigo nada. Solo mi eco, solo el vapor frío que sale de mi boca sin saber o no si al menos tendré, una mísera respuesta.

- Yo diré cuando se detenga- dijo una voz

Quedo paralizada con el corazón sonando al compás de aquel viejo reloj que aún está en la entrada de la casa. La respiración se acorta y aquel grito predestinado, es brutalmente acallado por algo asfixiante, por algo que me ahorca al punto máximo de querer matarme.

No puedo verlo, solo lo siento apretando mi cuello sin tener al menos una oportunidad de observar su rostro contemplando en mío desesperado. Me quita el aliento. Acalla lo único que puede ser para mi como una oportunidad para poder salvarme de su maligna obsesión hacia mi persona, hacia aquel recuerdo de alguien que yace muerta hace más de tantos siglos.

Me tenía, aún estaba bajo su hechizo. Sus manos me arrebataban bruscamente la vida mientras mis ojos, hacían un inquieto recorrido hasta dar con su figura alta y escalofriante desde un espejo en donde él, pudo verse expuesto como lo que en verdad era, un monstruo, un espectro con los ojos plagados de odio.

- Ella te amaba y tú la dejaste morir- digo con un suspiro entrecortado

La mirada puesta en aquel espejo, hace contacto con la mía, soltándome de inmediato y dejándome tirada en aquel piso donde mis manos, tratan de aferrarse al único centro de realidad que aún logra sostenerme. Probablemente, en algún tiempo lejano, en donde mi vida era un desastre lleno de pensamientos negativos, le hubiese pedido inconscientemente que me matase sin piedad. Pero ahora, ahora debía hacer lo imposible, lo impensable para que al fin, Alexandra, la mujer que tanto lo amo, pudiese descansar en paz.

Debía hacerlo, tenía que hacerlo. Era una locura, una terrible idea surgida desde lo más profundo de mi alma. Sin embargo, las ideas, ya se me estaban acabando y esta era la única que me quedaba. Fue así, que saqué de mi bolsillo una simple pero tal vez poderosa caja de fósforos y le prendí fuego a aquel cuadro. Las llamas reflejadas en aquella pintura, eran una señal de sus gritos y los de sus secuaces. Era el final, el capítulo que debía quedar en claro en cuanto la historia de la gran casa Townshend llegó hasta mis oídos. Esto era necesario. La pintura solo era un mal presagio que debía ser destruido y consigo, toda la propiedad que debía quedar  en cenizas rápidamente. Así, el fuego se propagaba en cada objeto, en cada recuerdo. Este lo hacía de una forma bastante sobresaliente, una en donde  si la casa se hundía al compás de la inquietante música de un piano tenebroso, quizás también debía hacerlo con ella ya que el humo, me había cegado por completo.

Helena...
Alexandra...
Helena...
Alexandra...

La Esencia de la MuerteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora