La Esencia de la Muerte

24

Mi estado mental estaba siendo afectado por gatos negros de maullidos estridentes y cuadros enmarcados de ojos seguidores . Mi madre, quien aun se veía bastante preocupada, con suma frecuencia llamaba a médicos y especialistas que no se atrevían siquiera a cruzar las rejas que los llevarían hacia el interior de esta enorme propiedad. Todos se impresionaban, todos veían la casa, pero ninguno se dignaba a entrar en ella.

- Esto ya es el colmo. Necesitamos que alguien te vea- dijo mi madre revisando una y otra vez la guía telefónica.

Mi madre se empeñaba con todas sus fuerzas a que mis episodios, eran un estado mental decadente, una alucinación o una creación propia de mi imaginación. Para ella, probablemente le resultaba difícil asumir que habían cosas en la casa que no cuadraban del todo con lo relatado por el abogado en cuanto nos dio las llaves de lo que se convirtió en nuestra más posible perdición.

A partir de ese momento y de las tantas dudas alborotadas entre mi cabellera larga, llamé a escondidas al abogado familiar mientras mi madre se disponía junto a don Bernard a arreglar el jardín para lo que sería una posible venta de la propiedad. Todo allí debía ser en absoluto silencio aunque la inevitable madera crujidora, parecía delatarme en cada movimiento que daba por los rincones hasta encontrar un lugar en donde pudiera hablar con aquel sujeto sin que mi madre, se diera cuenta de ello.

- Hola buenas tardes, ¿es posible que pueda tener una cita con el señor abogado? - pregunté
- Si, tiene disponible a las cinco- dijo la secretaria
- Gracias- respondí soltando rápidamente el teléfono

Para cuando había salido de mi escondite, mi madre rondaba los pasillos como una silenciosa espectadora buscándome por doquier mientras yo fingía que le ayudaba con el aseo de una de las muchas zonas en donde el polvo, ya se había convertido en otro de los miembros de la casa en medio de la nada. Con esto, todo resultó como esperaba, logrando así que incluso estuviera en condiciones de llevarme a la ciudad para lo que sería, una visita normal a una conocida tienda local de antigüedades exquisitas. Ya en el auto, podía ver como la casa me seguía por donde quiera que dirigiera mis ojos. Era como si de cierta forma inexplicable y poderosa, la casa me atrajera aunque una parte de mi quería deshacerse firmemente de ella.

- ¿Lista?- preguntó mi madre prendiendo el motor del auto

Tan solo asentí sin decir ninguna sola palabra más mientras mis manos, se aferraban con fuerza al pequeño bolso que llevaba entre mis piernas en donde de forma bastante cautelosa, llevaba en su interior una carpeta con algunos documentos de la casa y sus herederos. Aquellos papeles, me permitirían saber algo más sobre la casa y el porque el sir quiso deshacerse tan fácil de ella o el porque de que nadie más quiso tomarla.

- Has estado muy callada- dijo mi madre mientras doblaba en la calle de la tienda de antigüedades
- Solo estoy inserta en mis pensamientos- dije viendo el edificio en donde se encontraba la oficina del abogado de la familia
- Sabes que puedes decirme lo que sea. Si te sientes mal en aquella casa, solo debes comunicármelo cariño- dijo mi madre tomando mis tibias manos

Mi madre era mi mejor amiga. Sin embargo, debía ocultarle lo que estaba a punto de hacer ya que sabía que ella no haría nada por solucionar el fantasmal problema que me acomplejaba cada noche en cuanto me disponía a dormir en aquella cama que nunca pareció ser la más cómoda de todas. Esto debía hacerlo por mi propia cuenta, no solo por mi, sino porque quizás la casa también necesitaba  cerrar aquel capítulo inconcluso.

Después de aquella conversación, mi madre se estacionó fuera de la tienda de antigüedades en donde entramos inmediatamente a pesar que yo solo quería salir de allí lo más rápido posible. Las piernas me tiritaban y solo podía ver como las horas pasaban lentamente en millones de relojes de distintas formas y tamaños existentes.