Un secreto rencoroso

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Sabía perfectamente que ella había sido, quería verme destrozada y humillada, y lo logró.

¿Desde cuándo había planeado esto? El hundirme, ¿qué le había hecho yo para que me hiciera esto?

Empecé a analizar sus palabras y acciones de hace unas horas atrás, y fue entonces ahí...tan hipócrita, esa maldita mentirosa, egoísta; fui estúpida, débil y blanda, pensé que estaba fingiendo o que solo estaba bromeando, pero...vaya, sí que iba en serio.

En mi interior sentía un nudo, una sensación helada, sentía mi visión borrosa y mi audición me fallaba, quería dejarme llevar por mi inconsciente, podía desmayarme ahí atrás de la biblioteca, donde nadie me vería, o encontrar una manera de atentar contra mi vida y así resolver todo, pero no le iba dar la satisfacción.

Tenía varias opciones:

Una, era seguir con mis clases con la cabeza en alto e ignorando todo

Dos, comentarle a la directora y maestros

Tres, hacerla quedar en rídiculo en frente de todos

Cuatro,..

En eso me acordé de sus secretos, eran más oscuros que los míos e incluso más enfermos y desagradables, sin darme cuenta estaba sonriendo.

¿Qué demonios?, ¿desde cuándo me hace feliz esto?

—¿Oye, estás bien?

En eso volteó y veo a un chico hincado a mi altura con una mirada triste

—Aléjate de mi

—Oye, está bien, puedes confiar en mi

—En estos momentos no confio en nadie, así que vete de aquí y dejame sola, por favor

El chico hizo caso omiso y se sentó a mi lado 

—Escucha, vi todo, pero realmente no me importa, todos tenemos secretos, así que ¿cuál es el problema?

Yo solo me quede callada apretando los puños

—Tal vez no te acuerdes de mi, soy Mikail de tu clase de Literatura, trabajamos juntos en dos proyectos

Pero no lo estaba escuchando, mi cabeza era un desorden y algunos susurros empezaron a aparecer.

Nadie te entiende

Todas las personas son iguales

¿En serio vas a confiar otra vez?

Idiota

Estúpida

Crédula

Tu madre tiene razón

Nadie te quiere

Desaparece

—¡CÁLLATE!—grité tapandome las orejas y huyendo de ahí, corrí escaleras arriba hacía el techo del edificio de la biblioteca.

Ya al llegar ahí, caí de rodillas con lágrimas en los ojos, grité, dejé que todo el dolor que tenía dentro saliera, o al menos una parte, después de todo, estoy rota.