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Hancock había perdido el conocimiento por una cantidad de tiempo desconocida para ella, sólo supo que cerro los ojos lentamente mientras veía y escuchaba como Trebol reía, no supo como fue llevada, pero el punto era que cuando despertó estaba en una habitación muy elegante, el aroma a flores mezclado con comida marina llegó a sus fosas nasales; podía escuchar a lo lejos las risas de varias personas.
La cabeza le dolía un poco y guiada por el instinto materno, llevó una mano a su vientre sintiéndolo con tranquilidad, a su parecer estaba todo en orden, miró aquella habitación, sabía que se debía encontrar en el país donde gobernaba Doflamingo. Todo se había acabado, eso era lo que ella pensaba, Doflamingo logró capturarla en su telaraña y no había escapatoria. Hancock trató de levantarse una vez que el dolor de cabeza disminuyó; pero se llevó una horrible sorpresa, en su tobillo se apreciaba un grillete hecho de Kairoseki, la cadena estaba sujeta a la pata de la cama, ahora entendía porque se sentía debilitada; para su mala suerte, Doflamingo era alguien bastante inteligente, por supuesto que se tomaría todas las precauciones con ella, después de todo, su título de Shichibukai afirmaba que era una mujer bastante fuerte; así que totalmente derrotada esa vez, se volvió a acostar en la cama. Estaba dispuesta a dormir de nuevo, pero el sonido de la puerta abrirse hizo que se sentará, su cuerpo tembló al ver como el causante de todo su dolor se adentraba en la habitación mientras sonreía y reía de una manera bastante siniestra.

- Por fin despiertas mi amada Hancock -

Ella apesar de el grillete que hacía que los usuarios se debilitarán, logro levantarse y retroceder lo más que la cadena le permitió. Haciendo el Doflamingo adquiriera una expresión algo enojada.

- No puedo creer que me ocultaras la mayor de las dichas para un hombre como yo- y como si de una persona bipolar se tratará, en su rostro se volvió a formar una enorme sonrisa.

La situación era divertida y a la vez alegre para el enorme hombre de cabellos rubios, pero para ella no era más que una pesadilla; cerró los ojos con fuerza como hace un niño pequeño cuando quiere que algún monstruo imaginario desaparezca, pero por desgracia ese monstruo que se acercaba a paso lento y reía de manera macabra, era real y lo confirmó cuando sintió como la mano de Doflamingo se colocaba en su mejilla provocándole escalofríos y que unas lágrimas volvieran a salir de sus ojos.

- Vamos Boa, eso es ser muy egoísta aunque como soy un hombre muy considerado lo dejare pasar -

El temblor aumento cuando sintió los labios del rubio cerca de los suyos.

- Cuando estén todos, conocerás a mi família desde ahora eres la señora Donquixote - esas palabras hicieron sonreír al mayor.

Hancock se limitó a llorar, se sentía demasiado inútil en esos momentos; extrañaba a sus hermanas, quería escapar de los hilos de Doflamingo; quería que Luffy fuera a salvarla aunque claro que esa idea quedaba alejada gracias a su pesimismo.
No era su Nakama
Ese era su pensamiento, pensaba que el capitán de sombrero de paja solamente salvaría a sus Nakamas o a las personas que fueran importantes para él; y como el recuerdo del trato hacía su persona tras la muerte de Ace aún estaba presente, hizo que Boa perdiera la esperanza.
Un sonido hizo que regresará a su cruel realidad; Doflamingo había quitado la cadena de la esposa de Kairoseki.

- Podrás andar por el castillo, claro que no podrás salir, al menos que yo o alguien de la familia te acompañe - la tomó del mentón.

Hancock no contesto, ni siquiera lo miro a los ojos; Boa estaba asustada y a la vez preocupada por sus hermanas. Doflamingo se puso serio al ver que la mujer que amaba tenía un rostro decaído cuando él estaba bastante felíz como en años no se sentía pero decidió darle un momento a solas, después de todo no podría ir a algún lado; además aún había algo que quería hablar con ella, algo que hacía que recordara su niñez cuando junto a su familia era alguien respetable y a la vez fue el motivo por el cual sufrió tanto; pero necesitaba a Hancock tranquila, así que con una sonrisa en su rostro y riendo como solamente el sabía hacer, salio de aquella habitación.
La mujer de cabellos negros tardó un rato en moverse, sería inútil huir, así que esa idea fue deschada. Salió de la habitación encontrándose con largos y angostos corredores, era tan grande como su palacio, sus tacones resonaban en el solitario pasillo, admiraba las pinturas que decoraban las paredes, el olor a comida marina y a rosas se hizo más presente, escuchaba las risas y la música que venía de la cuidad; no tenía idea de la clase de reino había llegado, tan sólo pudo observar que era igual de excéntrico y extravagante como su Rey.
La mayor parte de las habitaciones tenían la puerta de él mismo color, haciendo que Hancock no tuviera el mínimo interés; camino un rato de evitando encontrarse con las personas que hacían la limpieza; incluso llegó a unas escaleras que la conducían hacía abajo del castillo, cada escalón que bajaba hacía sentir una sensación de frío pero eso no la detuvo.  Cuando llegó al último escalón sintió una extraña sensación que no podía ni sabía describir pues a lo lejos alejada de cualquier rayo de luz, había una puerta, pintada con colores opacos, una habitación que Hancock describió como triste.
Con paso lento y algo dudose, se acercó, dió la vuelta al frío y oxidado picaporte, al abrir la puerta y asomarse observó cómo en aquella habitación había objetos viejos, era como una especie de bodega donde yacían objetos olvidamos, con una capa de polvo cubriéndolos, un olor a humedad y la sensación de melancolía y soledad era lo que había ahí; Hancock avanzó, viendo los objetos y teniendo cuidado de no tirar alguno. Entre sus manos sujeto un extraño listón amarillo que había pertenecido a una niña que sufrió el rechazo de su propia madre; también sujeto un saco, pertenecía alguna vez a un asesino elegante que se había enamorado pero en un juego del destino, perdió a su amada y a su bebé, un extremo vestido de una mujer amante del arte y que amaba a los niños. Y así, cada paso que daba, se encontraba con varios objetos que para ella eran curiosos, pero que reflejaban el pasado de algún miembros de aquella familia tan peculiar que defendía a Doflamingo con todo su ser; objetos que habían terminado en esa habitación para que sus dueños olvidarán alguna parte de su vida. Fue hasta que, en uno paso, escucho algo tronar bajo su tacón, al levantarlo vio que era una fotografía, con cuidado quitó los residuos de los vidrios y pudo observar a dos niños rubios retratados, ambos con los ojos tapados, uno por una gafas y el otro por el fleco de su cabello; dos niños parecidos físicamente pero distintos en sus personalidades.
Cuando estaba apunto de irse con aquella fotografía, un extraño libro sobre un viejo escritorio llamo su atenta. Se acercó y quitando la gran cantidad de polvo, observó un nombre escrito.

Donquixote Rocinante

Se sorprendió de leer el apellido de Doflamingo; al escuchar pasos y con temor de ser descubierta, tomó el cuaderno y lo pegó a su pecho para salir de ahí. Dejando atrás la habitación de objetos olvidados.
Caminando algo rápido, regresó el camino que había seguido y así llegar a su habitación, sin saber que lo que sostenía como el objeto más valioso del mundo, pertenecía a un hombre que fue importante para Doflamingo, un hombre que prefirió traicionar a la su hermano y a la Marina por qué fue gobernado por el sentimiento del amor, un hombre que le apuntó a su propio hermano con un arma pero no fue capaz de disparar, alguien quién fue perdonado por su hermano con la condición de morir.
Y ese alguien tenía un apodo que muchos recordaban con cariño;

Corazón

Reina Pirata Luffy X Boa Hancock(Historia 2) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora