8. Morado

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La uva tenía un sabor que sus papilas gustativas odiaban, definitivamente no era su fruta favorita, ni hablar del amargo vino... claro que su opinión podía cambiar, sobretodo si probaba el añejo vino de los belfos que tanto amaba.

—¿Jiminie, estás bien? –preguntó Jeongguk al acercarse–

—¿Qué..? Oh, sí, lo estoy, ¿por qué? –respondió saliendo de sus pensamientos–

—Tu cabello cambió, Minnie.

Jeon se sentó a su lado y tocó el cabello del metamorfomago, sonriéndole.

—Te ves hermoso, cariño.

Jimin logró sonreír un poco por las palabras del menor, él no dudaba de los sentimientos del chico aunque deseaba ponerle un título a su relación.

—Gracias, Gukkie.

El resto de la tarde lo pasaron suponiendo sucesos de la fiesta, riendo sobre quién llegaría a emborracharse y hacer el ridículo. A las siete de la noche, todos los estudiantes andaban corriendo de un lado a otro en sus cuartos y casas, todos ansiosos de llegar al baile de despedida y disfrutar del festín.

—Entonces la profesora Lorein giró la mano a la izquierda y, en vez de levitar, las flores se volvieron serpientes que le saltaron encima.

Todos reían de lo que Mario, uno de los italianos, le contaba. Había pasado hora y media desde que la fiesta empezó y por ello ya las mesas del comedor no estaban y, en su lugar, habían mesones con dulces y bebidas y sillas a lo largo del mismo.

—Jimin.

El peligris giró su rostro hasta quien le llamaba, Jeongguk, por supuesto. El menor se encontraba con dos copas de vino en sus manos, le extendió una.

—El brindis será pronto –explicó–.

—Pero... yo odio el vino, Gukkie.

Jeon alzó una ceja y luego se encogió de hombros.

—¿Quieres jugo de calabaza?

Jimin negó con una sonrisa y le agradeció. Jeon solo lo miró unos minutos antes de escuchar al director anunciar el brindis. El menor sonrió con malicia cuando una idea cruzó su mente y se apuro en tomar una de las copas.

—¡Jeongguk, no hagas eso tan de repente! –le regañó en un susurro– Aún eres menor, de verdad no sé cómo permiten que los menores tomen aquí.

Jeongguk rió mientras se acercaba para abrazarlo por los hombros, sintiendo el brazo de Jimin rodear su espalda baja.

—¿Minie? –el mote cariñoso hizo que Jimin lo mirara, olvidándose del discurso aburrido del director–

—¿Qué pasa, bebé?

—Te quiero.

El menor bebió de la última copa justo cuando todos en el comedor gritaron un "salud." Después de eso se inclinó para besar a Jimin con lentitud, disfrutando de sus abultados labios y del roce de sus lenguas.

Y Jimin en serio podía jurar que el amargo líquido púrpura se volvía dulce y adictivo si venía de los labios de aquel chico.

—También te quiero, Gukkie –respondió al separarse, aún sintiendo su lengua cosquellear junto a todo su cuerpo–.

Jeongguk rió con una sonrisa enorme en su cara.

—¿Sabes qué? –preguntó retórico– Comienzo a pensar que tu cabello cambia por mí y eso es adorable, además que todo te queda hermoso.

Las mejillas de Jimin se sonrojaron al sentirse descubierto, pero eso no evitó que se girara para abrazar por completo al chico y arrastrarlo a la pista de baile.

Metamorfomago || KOOKMIN ||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora