3. Rosa

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Porque no se ve bonito solo en las niñas, podía jurar que se volvía muchísimo mejor en él cuando Jeongguk lo señalaba.

Jimin duró todo el primer año con sus cabello rubio, al ser un metamorfomago solía tener el control de su cuerpo, era algo que sus padres se habían esforzado en enseñarle. Sin embargo, Park no encontraba explicación al porqué no podía controlarse cuando pasaban sucesos importantes con su, también ahora, mejor amigo: Jeon Jeongguk.

Desde que lo conoció lo había hecho cambiar su cabello dos veces antes de siquiera ser amigos y Jimin no le había tomado importancia hasta aquel día.

Les tocaba clases de vuelo, compartidos con Hufflepuff, por eso Jimin estaba con sus dos mejores amigos hablando de lo mucho que amaba volar. Taehyung no tanto puesto que odiaba las alturas, pero Jeongguk se veía entusiasmado.

—Mis padres nunca me han dejado montar una escoba, el año pasado me consiguieron permiso médico para que no me dieran vuelo, ¿recuerdan? –había dicho con un puchero que llamó la atención del mayor entre todos–.

—Tus padres son sabios, los magos nacimos en la tierra y ahí deben quedarse nuestros pies –habló Taehyung, dejándose caer con dramatismo y haciendo reír a sus amigos–.

Pocos minutos después, la profesora les indicó que jugarían un amistoso de quidditch.

—¡Profesora! –llamó Jeongguk a la mujer, que se acercó de inmediato–

—¿Sucede algo, señor Jeon?

Jeongguk comenzó a jugar con sus manos y a balbucear cosas. Jimin lo veía, quizás demasiado interesado.

—¿Disculpa? No entendí nada –Jeongguk suspiró antes de ver a los ojos de su profesora con determinación–.

—Nunca he montado una escoba, profesora.

La mujer asintió, recordando que el año pasado el chico no había ido a ninguna de sus clases por alguna orden médica. La mujer miró a su costado y le sonrió al rubio.

—Correcto, entonces el señor Park le enseñará a volar.

Jimin abrió la boca con sorpresa y se autoseñaló.

—Sí, tú le enseñarás. Ahora –ordenó y dio media vuelta para dirigir el partido–.

—Es un alivio que seas mi entrenador personal, Jiminie –dijo Jeongguk y Jimin quedó hipnotizado con su sonrisa y mejillas sonrojadas–.

Fue entonces que a Jimin no solo le cosquilleo la magia, sino también las mejillas, lo que lo llevó a cubrirlas con sus manos.

—¡Por Merlín, Minie! –medio gritó el menor, confundiendo al chico– ¡Tu cabello, me encanta!

Jeongguk se acerco para verlo más de cerca y tocarlo, era tan suave como se veía. Jimin entonces supo a que se refería cuando un mechón cayó sobre sus ojos.

—¿Rosado?

—Parece algodón de azúcar, quiero comerlo –comentó para después reír–.

Jimin le siguió a los segundos, sin importarle el cómo se vería. Jeongguk dijo que le encantaba, después de todo.

Metamorfomago || KOOKMIN ||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora