Metamorfomago || KOOKMIN ||

7. Gris

Porque uno nunca sabe cómo reaccionar ante ciertos sucesos, no sabe que decir o cómo actuar.

Muchos meses pasaron, ahora estaban por terminar su cuarto año en hogwarts, Jimin y Jeongguk no le habían puesto nombre a su relación. Pero ambos sabían que el corazón del contrario le pertenecia.

Jimin solía ser el más romántico, preparaba hermosas citas y regalos. Jeon, por su parte, era el de los pequeños, valiosos y significativos detalles.

Ambos eran perfectos juntos.

—Uh, estoy tan triste –habló Taehyung, alargando la "a" del tan–.

—¿Por qué? –preguntó Jimin, sin moverse un centímetro de su posición–.

El Kim bufó.

Aquella tarde estaba el trío de amigos reunidos bajo un roble del inmenso patio, supuestamente para estudiar para el examen final de encantamientos. Pero no, ahí estaba Taehyung sintiéndose la tercera rueda de una relación al ver a sus amigos mimarse.

—¿¡Será que pueden dejar de ser tan parejita!? –medio gritó al ver como Jeongguk acariciaba el cabello naranja del chico en su regazo–

—Uy, perdón, amargado –respondió con burla Jeon–.

Jimin rió un poco antes de darle toda su atención al Kim.

—¿Y?

—Yoongi hyung aún no me invita al baile.

Fue ahí cuando los chicos recordaron que el siguiente viernes se realizaría un baile de despedida para los estudiantes Italianos que estaban en un programa de intercambio.

—¿Tal vez estará esperando que lo invites? Después de todo sabemos que no le eres indiferente.

El chico analizó sus palabras unos segundos antes de levantarse y salir corriendo a buscar a su chico.

—¿Tengo que invitarte o..? –preguntó Jeongguk con gracia–

Jimin se giró con una sonrisa para dejarle un casto beso es sus labios.

—Acepto ir contigo, Jeon.

Cuando el dichoso viernes llegó, la euforia se podía palpar en cada rincón del castillo. Jimin estuvo toda la mañana escuchando a su mejor amigo parlotear sobre lo perfecto que se pondría para Yoongi y mil cursilerías mas.

—Oh, mira, Park. Ahí viene tu novio –uno de sus compañeros le dio un codazo y señaló hacia la entrada del comedor–.

Y, por supuesto que una sonrisa se plasmó en su rostro, sonrisa que se borró al analizar la frase de su compañero.

—Pero, no somos novios –pensó–.

Y, de nuevo, sus naranjos cabellos cambiaron a un gris tan oscuro como el del cielo cuando avecina una gran tormenta.