Eran solo dos desconocidos jugando a amar
Sin pensar siquiera
Que eso los podía dañar.
Ambos escondiendo sus demonios internos,
Demonios que lo arrastrarían
Directo al infierno.
Angustia, dolor
Sangre, humillación
Poder, obsesión
Maldad y... ¿Amor?
...
Dos semanas, catorce días. Trecientos treinta y seis horas.
Esa era la cantidad exacta de tiempo que había pasado de la desaparición de Sean y Estella.
La madre de Sean se veía cada vez peor, no quería comer y pasaba mayor parte del día llorando o discutiendo con el padre del chico de cabello plateado, Dean Bowen, quien había vuelto de viaje y al enterarse inmediatamente culpo a Sharon de todo, en lugar de estar unidos por un bien común parecían distanciarse cada vez más de lo que ya estaban, cuando intentaba hablar terminaban discutiendo, Dean molesto, Sharon llorando y los gemelos, que se mantenían junto a Sharon, intercediendo, y parecía un ciclo, una monotonía y solo habían pasado dos semanas, no querían ni imaginar que pasaría si eso se alargaba mucho mas tiempo.
Por otro lado, los tíos de Estella parecían muy preocupados, ella era lo único que les quedaba de su hermana y tenían miedo de que algo malo le pudiera pasar, era su niña, pero ya habían pasado dos semanas y nada que aparecía. No les voy a mentir, sí, estaban preocupados, mucho, pero seguían con sus vidas, la ausencia de la rubia no había hecho la diferencia y se podría decir que hasta se sentían aliviados de cierta forma, parecían indiferentes ante la situación a pesar de que habían hecho todo lo posible para encontrarla.
Los chistes y risas, las tonterías y los comentarios fuera de lugar, la insistencia y las bromas eran algo que lentamente iban abandonando a los gemelos, todos lo notaban, ellos lo notaban. Poco a poco estaban convirtiendo en eso de lo que siempre se burlaron, en eso que prometieron hacer el intento de jamas convertirse: se volvían callados, distraídos. Lentamente tomaban la actitud de Sean.
Es que solo había que ver la diferencia entre las familias, la del chico: destrozada y cada vez parecía derrumbarse otro poco. La de la chica: algo preocupada, pero siguiendo con sus vidas, como si no importara, pero dicen que cada quien lidia con el dolor de forma diferente, quizá ellos solo estuvieran manteniéndose ocupados para no hundirse en tristeza, para parecer fuertes.
Pero la persona que parecía sufrir más era Megan, era extraño, la castaña no tenia conexión con ninguno de los chicos desde hace mucho tiempo, los conocía desde hacia ¿qué? ¿tres meses y algo más?, sin embargo les había tomado cariño, por lo que parecía aunque continuamente se le escuchaba murmurando que era su culpa, pero nadie le entendía y ella no decía el porqué se sentía de esa manera. Megan podía llegar a parecer una chica algo intimidante continuamente -preguntenle a Axel-, pero la verdad es que era muy débil y sufría de crisis nerviosas desde pequeña.
Ese día en concreto habían estados las dos familias y Megan reunidos en la casa de los gemelos, ese parecía ser siempre el punto de encuentro.
Ninguno de los presentes ese día quería pensar en los chicos en pasado, pero era inevitable, el tiempo corría, no habían noticias y las esperanzas lentamente iban abandonándolos a todos.
Cada un permanecía perdido entre sus recuerdos. Axel y Sharon recordaban casualmente lo mismo, la vez en la que habían descubierto la adicción de Sean por los juegos de vídeo, en ese momento el cabello del mencionado aun era castaño, su madre lo había castigado quitándole su consola, pero su padre hacia tiempo atrás le había comprado otra así que no tenia que preocuparse por nada más que ver si Sharon entraba y lo descubría, pero como siempre Albert y Axel se encontraban de guardaespaldas cuidándole el trasero, Sharon estaba al tanto de lo que pasaba así que para torturarlos un poco iba cada diez minutos a la habitación dándoles un tiempo para que jugaran, pero viéndolos guardar todo en tiempo récord.
Albert recordaba la vez que había insistido tanto en hacer que Sean, en la escuela, dijera quien era la niña que le gustaba y luego terminó enojado al enterarse que era la misma niña que él pensaba invitar a salir, había sido un estúpido, pero eran más inmaduros y luego de un tiempo -horas- sin hablarle a su amigo, decidió que ninguna dicha estaría por encima de su hermano de otra madre.
Después de un largo momento de silencio para nada incomodo comenzaron la conversación donde la familia de Ella decía que no podía seguir pagando los anuncios en el canal de televisión, se estaban quedando sin dinero y tenían algunas deudas.
—No podemos segur pagándolo, ya han pasado dos semanas y no hay resultados —explicaba Elena, con la voz algo quebrada y lágrimas en los ojos, ella era la esposa de uno de los tío de la rubia.
Esa mujer era una de las mas afectadas, Estella se había convertido en la hija que no había podido tener, Elena era estéril y cuando Estella quedo bajo la tutela de su esposo ella la recibió con los brazos abiertos, ella creo una gran conexión con la pequeña rubia y estaba destrozada por su ausencia; solo podía recordar la vez que la rubia había entrado por la puerta de su casa temblando, con sus pertenencias en la mano, preguntando por su madre, lo que la llevaba directamente a la vez en la que la niña había declarado que la consideraba una madre y la había comenzado a llamar "mamá".
—Entendemos, no se preocupen, nosotros podremos pagarlos unos días más, esta búsqueda no sera en vano, ellos tienen que aparecer —dijo Dean, algo incomodo e intentando calmar a Elena que ya se encontraba sollozando—, y juro que si esto es solo una escapada por parte de los chicos, los matare yo mismo.
«ojala y sea eso y no algo mas grave» pensaron todos, o casi, pues Megan desechaba esa idea, sí, estaba claro que ella sabia algo que los otros no, pero estaba tan mal emocionalmente que nadie se atrevía a presionarla.
Habían discutido por horas sobre la situación, se habían consolado entre ellos y justo cuando todo quedo en rotundo silencio nuevamente el teléfono local comenzó a sonar.
— Yo voy —anunció Axel, caminando en dirección al aparato.
«Numero Desconocido +** 354 984 3590»
—Buring, ¿Con quién hablo? —habló, poniendo el alta voz para que todos escucharan por si se trataba de los chicos.
—Tengo información, no importa quien soy, he visto a uno de los chicos que buscan.
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