5. Sin coquetear

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Melissa se sentó junto a él en la barra. Sus ojos bailaban sobre su hombro tratando se divisar al chico de rizos que acaba de irse.

-¿Quién era ese? -preguntó con una sonrisa enorme.

-Uh, su nombre es Aristóteles.

Temo también miró sobre su hombro pero ya no vio al chico.

-Carajo, está bien guapo. ¿Te estaba coqueteando?

Frunció el ceño. No estaba seguro de qué era lo que Mely quería que le respondiera.

-Creo.

-¿Crees?

Su mirada inquisitiva se clavaba como un par de agujas.

-O sea, sí.

-¿Le diste tu número?

¿Es un truco?

-No, salió casi huyendo.

Melissa se giró y tomó el cóctel abandonado.

-Bueno, pues debería irme. Tal vez regresé.

Un poco de sarcasmo se filtró en su voz. Él rodó los ojos, de haber sido cualquier otro amigos o conocido, le habría respondido que estaba totalmente soltero y por ende podía coquetear sin culpa con quien quisiera.

Pero Mely era la más comprensiva de sus amigos, lo que era kinda being the tallest dwarf, pero si había alguien que no fuera su hermana de de catorce años a quien pudiera pedirle consejo, era ella.

-En realidad, quiero contarte algo -se mordió el labio inferior- Diego me pidió otra oportunidad.

-¡¿Qué?! ¡Y obvio le dijiste que sí!

-¡No!

-¡¿Le dijiste que no?!

-En realidad...

Mely dio un golpe en la mesa sorprendida y enojada.

-¡No lo hiciste!

Avergonzado, desvió la mirada.

-Sí, no pude darle un respuesta concreta.

-¡Temo! ¡Eso es lo peor que le pudiste haber dicho!

-Es que no lo sé, no estoy seguro...

-Sí lo estás: lo amas o no lo haces. Así de simple.

-No, no es tan simple. Sé que lo quiero, pero no estoy seguro de cómo y...

-Pues no deberías tenerlo esperando.

No era como que no se lo mereciera.

-Ya sé pero... después de lo que sucedió, lo es tan sencillo.

Ella hizo una mueca jugando con sus dedos.

-Tal vez si lo mantienen privado... creo que algo que los lastimó mucho fue la presión, o sea, tú hijo de un empresario y él, hijo de un político.

Temo miró detenidamente el trago de tequila.

The tallest dwarf. El hecho de que fuera la menos cerrada lo hacía olvidar que también lo era.

-Sí, puede ser.

Tomó su tragó.

-Vámonos. Mañana tengo que enviar un ensayo.

-Siempre tan responsable.

.*.*.*.

Al siguiente día, tal como lo había prometido, Cuauhtémoc fue a la biblioteca más cercana a su residencia a leer el libro que debía resumir.

Asesino enamorado || AristemoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora