Prólogo

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-¿En qué estabas pensando, Aristóteles?

Un muchacho de rizos se encontraba de rodillas en el suelo sucio del burdel. Sus manos estaban cubiertas de sangre y sus mejillas de lágrimas.

La hermosa chica frente a él se arrodilló a cierta distancia, sus ojos azules refulgían con frialdad en su rostro estoico.

-¿Creíste que tendrías un final feliz, tío? Sabías como iba a terminar.

El chico pegó manos contra su pecho, impregnándose de la sangre que las llenaba.

-Has vivido siempre en la realidad, Aristóteles. Suelta ya tu ridícula fantasía.

-Llegué a pensar que...

-¿Qué ibas a ser feliz para siempre con un niño rico? Esas cosas no le pasan a la gente como nosotros, tío.

Aristóteles cerró los ojos y lloró. Lo amaba tanto que había llegado creer que si estaban juntos, lo lograrían.

La joven prostituta estiró su mano y la apoyó en su hombro. Su rostro aún era serio, pero su mirada se notaba rota de ver a su amigo así.

-Ari, sabías que sucedería. Tienes que recuperarte de esto, tu madre y tu hermano te necesitan.

Y lo haría, por ellos, volvería a trabajar tan duro como siempre, sin embargo...

Algo en él se había roto y nunca iba a sanar.

-Lamentarte no lo va a a traer de vuelta. Déjalo ir y levántate.

Aristóteles observó sus manos, aún calientes.

Impregnadas con la sangre de su único amor.

Asesino enamorado || AristemoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora