6. Trabajo extra

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Una bola de papel golpeó su cabeza, pero Diego Ortega ni siquiera hizo un gesto.

-¡Diego, carajo! -reclamó Melissa desde su cama.

-¡¿Qué quieres?!? Estoy ocupado.

Puso los ojos en blanco.

-Estás loco. Y celoso.

Desde el encuentro con Aristóteles, Diego no había parado de buscar información sobre algún Aristóteles Castañeda. Pero no encontraba absolutamente nada, era como si el sujeto no existiera.

-¿Pero quién demonios es? ¿Qué es es un fantasma o qué?

La chica rodó los ojos.

-Estás exagerando, tal vez tiene todo en privado. Y ya.

-¿De verdad? Lo conoció en un bar al otro extremo de la ciudad ¿y hoy lo vuelve a encontrar aquí?

Bueno, sí era raro, pero solo era Diego y su celopatía.

-Dijo que estaba buscando un libro...

Él se giró en la silla y se inclinó sobre ella como si la fuera a besar.

-De texto, que pudo haber conseguido hasta en una puta escuela, Mely. Está muy raro.

Frunció el ceño.

-Sí, pero da igual. Diego, Temo te ama, él solo te quiere a ti, no hay necesidad de que hagas todo esto.

Diego golpeó la mesa emocionado.

-Ya lo encontré. Publica en Quinta Sinfonía como Aris Castañeda.

-¿La revista de música?

Claro que conocía esa revista, ella la leía cada semana, pero no checaba los autores.

-Pero no lo encuentro a ningún Aristóteles ni Aris Castañeda en Facebook ni Twitter ni Instagram ni en ningún lado, y tampoco da sus contactos en la página.

Melissa suspiró exasperada, sabía que hostigando a Temo no iba a recuperarlo y eso no era bueno para nadie.

-¿Y? Tal vez es celoso de su vida personal, ya deja al tipo en paz y ve a buscar a Temo, carajo, tienes un par de cagadas que arreglar, Diego.

-Si escribes para una revista internacional mínimo tienes Twitter. Es ley.

Mely iba a reclamar pero su celular comenzó a sonar.

-Mira, es Temo. ¿Hola? Que bueno que...

-Dejen a Aristóteles en paz. Y dile a Diego que deje de hacer el ridículo, no son mis padres ni mis niñeros, así que déjenme en paz.

Colgó y ella se quedó mirando su celular como si fuera tecnología alienígena.

Diego se mordió el labio.

-¿Qué, qué te dijo?

-¿Qué le dijiste? Me dijo que lo dejemos en paz. Y a Aristóteles.

-Le acabo de enviar un mensaje, para decirle que no aparece nada sobre él.

Melissa saltó de la cama y se fue hacia la puerta.

-Eres un idiota.

.*.*.*.

Prendió la portátil bostezando. Escuchó los pasitos de su hermano en la escalera y se cercioró de que la puerta estuviera cerrada.

Pocos segundos después, escuchó la voz del pequeño fuera.

-¡Aris! Dice mamá que vayas a comer.

Asesino enamorado || AristemoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora