4. Encuentro

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Dos años atrás.

Su vuelo se había retrasado por siete horas y media. Se suponía que estuviera en su departamento al medio día, no a las nueve de la noche.

Era la primera vez que venía de visita desde que se había ido y quería que fuera una sorpresa, así que no se lo mencionó a nadie, esperaba llegar de improviso y ver a toda su familia y amigos, especialmente a su novio Diego en el transcurso del día, sin embargo ahora el itinerario de visitas debería esperar al día siguiente.

Estaba muerto de cansancio, sólo quería acostarse a dormir y terminar el día. Abrió la puerta con su tarjeta y dejó su maleta en el recibidor.

Estaba por quitarse la chaqueta negra de viaje cuando creyó escuchar ruidos provenientes de su habitación.

¿Quién y cómo había entrado? El único que tenía una copia de su llave era Diego.

Temo avanzó por el largo pasillo con el ceño fruncido y el celular en la mano por si tenía que llamar a la policía. Conforme se acercaba distinguió el sonido: jadeos que conocía perfectamente.

¿Diego?

Le tomó un par de segundos reunir el valor para vencer a la presión en su pecho y doblar hacia su habitación.

Era Diego. Estaba en su cama y presionaba la cabeza de algún chico de pelo castaño sobre su miembro.

Dejó caer su celular al tiempo en que sentía su corazón romperse en miles de afilados pedazos.

El sonido del teléfono impactando en el suelo hizo que Diego abriera los ojos y lo viera en la puerta. Su mirada triste se iba endureciendo a cada segundo.

¡No puede ser!

-¡¿Temo?!

Cuauhtémoc se dio la vuelta y fue hacia la salida.

-¡Temo!

Salió de la casa y bajó por las escaleras a toda prisa. Sentía sus ojos humedecerse y no quería que Diego lo viera llorar.

Escuchó a Diego ir detrás de él y apretó el paso. Sintió una mano en su brazo y se giró sacudiendose.

El otro observó sus ojos y a pesar de estar empañados, parecía tan furioso y dolido que por un segundo lo asustó.

-¡No me toques! -exclamó dando un manotazo para soltarse.

Diego traía encima una bata Polo color vino, la misma que usaba cuando se quedaba con él ahí mismo.

-¡Espera, Temo, escúchame!

A pesar de que no quería que lo viera llorar, las lágrimas se dejaron caer en torrentes por sus mejillas.

Enojado consigo mismo presionó sus sienes y cubrió sus ojos con una mano.

Diego lo miró y sus ojos también se llenaron de lágrimas. Aún si resultaba difícil de creer en su situación, amaba al chico delante de él y nunca había querido lastimarlo.

-Temo... -intentó acariciar su brazo, pero él le dio otro manotazo.

-No me toques -repitió dando un paso atrás.

Asesino enamorado || AristemoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora