La batalla

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Bien entrada la noche, Tobio se hallaba en el patio. Colocándose bien la capa se aseguró que se guardaría del frío nocturno. Tenía una sensación extraña que le impedía quedarse ahí por más tiempo. Por el juramento con Oikawa, sabía que había llegado la hora de batallar y no podía esperar a mañana para ir a buscar a su segundo heraldo. Quería participar en la guerra, y no quería desperdiciar tiempo.

Parecía un milagro, pero Atsumu no se quejó por las horas. También él quería liberar a su hermano. El único afectado por eso, era Hinata porque no estaba acostumbrado. No obstante, se había tomado el papel de heraldo al pie de la letra, y no se opuso en acompañarlos. Además, de él dependía liberar al demonio. Entre todos habían copilado comida, mantas y diversos utensilios en mochilas. También se llevaron armas: Hinata su espada, y Kageyama aprovechó para llevarse un arco y flechas.

— ¿Tienes la llave?

— ¡Sí!

—Vámonos.

—Buena suerte en caminar de noche sin luces — les dijo una voz. Los tres se giraron, y se encontraron con Kita. —Coged linternas, por favor. Atsumu es el único que puede ver con total claridad.

—Voy — dijo Hinata, adentrándose al templo.

—Hubiera preferido que os marcharais por la mañana, pero no puedo reteneros.

—Tengo que estar presente en la batalla, hice un juramento.

—Es cierto, es el lugar dónde debes estar. Tened cuidado, la noche es oscura y alberga horrores.

—Uy sí —se burló Atsumu.

— ¡Ya está! — exclamó Hinata, apareciendo con las linternas. —Podemos irnos.

—Bueno, Hinata... Al parecer, esto es el adiós por ahora. Debes cumplir tu profecía, y es lejos de aquí.

— ¡Cumpliré con mi deber! Gracias por haberme aceptado aquí.

—El templo está abierto a todo el mundo, lo mismo va para vosotros. Si algún día os apetece té, os lo ofreceremos. —Kita le quitó la restricción a Atsumu, éste sintiéndose de nuevo completo. —Ahora, marchaos y aprovechad el tiempo que habéis acortado.

El grupo se despidió por última vez y salió del templo, adentrándose en la espesura de la noche. Kageyama, ahora que su parte de demonio había despertado, era más sensible a los estímulos de su entorno y podía ver y escuchar cosas que antes no lograba hacerlo. Prácticamente, podía ver el bosque como si estuvieran al atardecer. Hinata era el único que realmente usaba las linternas, porque Atsumu veía de la misma forma.

—Ves mucho mejor, ¿a qué sí? —le dijo, al verlo observar atentamente un grupo de luciérnagas que se arremolinaban cerca de un matorral. —Ahora comprenderás porqué ser humano es una mierda, no hay nada de divertido.

—Oye, eso no es cierto — dijo Hinata. —Ser humano está bien.

— ¿En qué? Los demonios somos más fuertes, más rápidos, más ágiles. Si Tobio se va a una guerra, de seguro le encantará tener eso.

—Kageyama ya era rápido y ágil antes de que su parte de demonio resucitara, ¿o no? —Tobio asintió. —Y ahora mismo yo soy mejor que tú, porque puedo liberar a tu hermano. ¿Qué dices a eso, eh?

—Eso no te hace especial, ¿entiendes? — dijo Atsumu a regañadientes, intentando disimular la rabia que le hacía no poder siquiera acercarse a su hermano.

—En realidad, más que por la vista y el oído, no veo más mejoras en mí — aclaró Kageyama. —Me siento igual que antes.

—Eso es porque aún no has hecho magia — le indicó Atsumu. —Cuando consigas hacer un encantamiento, te sentirás poderoso y ya no harás nada sin algún hechizo.

La espada negraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora