Capítulo 3.

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Un pitido infernal me despertó de golpe.

Miré el infernal aparato. El móvil marcaba las infernales 5:00 am.

Lancé el objeto contra la puerta. Mañana te compras otro celular, Isaías.

Me arrastré como pude para cepillar mis dientes. No era la hora perfecta para desayunar algo decente, así que lo dejaría hasta después de correr, si es que el apetito se me había abierto para entonces.

Me puse unas zapatillas deportivas y una camiseta arrugada que encontré en el piso y salí con fastidio de la mansión de mi padre. El señor tenía una empresa de productos comerciales. Le iba bien.

Después de apenas 3 minutos de haber empezado a trotar, me encontré con una  figura sin aliento enfrente.

--¡Demonios! ¡Tu no duermes nunca!— le grité.

--Correr—jadeó— es bastante bueno.—jadeó de nuevo e hizo algunos estiramientos— Oxigena el cerebro y te ayuda a pensar y a no sentirte tan cansado después.

--Hay otras actividades en las que me gustaría sudar contigo, ¿sabes?

Me miró entre indignada y furiosa. Se acercó y aplaudió con nada menos que mi cara de por medio.

--¡¿Qué..?!

--Yo supuse—jadeó— que no estarías muy despierto.

--Bueno— me acaricié la mejilla izquierda—¿Lo siento? Ahora lo estoy. Aunque hay tras maneras más gentiles con las que me gustaría que me despertaras—Continué en una caminata y ella me siguió— Pero enserio, pensé que nos veríamos en la sala de estudio a las 7, así que, ¿Por qué has decidido acompañarme hoy?

--El problema con los niños pequeños es que creen que las personas se mueven alrededor suyo todo el tiempo. No he decidido acompañarte en ningún momento. No sabía que ibas a venir a correr ahorita.

Ignoré ese hiriente, hiriente comentario. La miré, impresionado. Tenía un moño recogido de cualquier manera, una sport empapada por completo—no te fijes en eso no te fijes en eso NOTEFIJESENESO— y un pants azul marino largo.

--¿Tú siempre vienes a esta hora?

--Sí.

--¡Aléjate, monstruo!—Me carcajeé alejándome y haciendo una cruz con mis dedos.— Que venga Dios y se vaya el Diablo

--Como sea, creo que ha sido suficiente para mí por ahora. Espero, señor Isaías, si no le molesta, que sea puntual esta vez.

Puse lo ojos en blanco.

--Claro. Hoy vamos  estudiar…

--Física—completó con una sonrisa radiante.

No podía creer que esto era lo que no me entraba en la cabeza ayer en la tarde. Todo era tan claro, las palabras estaban ahí todas juntas, velocidad, masa, densidad, gravedad.

--Te lo dije, sencillo.

--Lo es, ahora. Es tan fácil que incluso yo me creo un estúpido por no haber entendido nada ayer.

--Me alegro que pienses así. –pausó. Jaja.—Así que a esto nos dedicaremos esta semana y te haré varios parciales en lo que espero obtengas lo máximo.         Se está acercando tus finales en la Universidad.

Un poco de ansiedad y fastidio me asaltó, pero verdaderamente creía que si me seguí explicando todo de esta manera, no tendría ningún problema.

--Ten—me dijo, entregándome una hoja con varios ejercicios— Resuélvelos.

La hoja estaba llena. Mátenme. A mí y a mi bocota.

Me puse a ello y Andrea estuvo detrás de mí mientras resolvía el primero. En el tercero se acercó descuidadamente a mí, hasta que sentí su perfume y me explicó el error que estaba cometiendo. Un pequeño error debido a una distracción. Culpa de ella.

Un buen rato después, cuando terminé completamente la hoja de ejercicios y me volteé para que lo celebrara conmigo la encontré profundamente dormida con los brazos cruzados sobre una silla.

Vestía sencillamente, como siempre. Relajada para trabajar. Unos vaqueros gastados, una blusa gris de mangas largas con escote de hombro a hombro. Tenía una trenza descuidada, color canela y ojeras profundas y tapadas con maquillaje alrededor de sus ojos y la boca ligeramente abierta. Notaba perfectamente que no había dormido la gran cosa. Tomé mi celular, que afortunadamente seguía en funcionamiento normal y pensé en tomarle un foto, para carcajearme cando se despertara con el sonido del flash, pero no ocurrió. Soltó un suspiro y siguió durmiendo.

Quería despertarla para sugerirle un mejor sueño en su habitación, así que tomé mi lápiz y con el borrador pinché la punta de su nariz para que pareciera un cerdito.

Abrió los ojos con un sobresalto y estuvo a punto de caer de la silla, pero se recompuso de inmediato. Se veía irritada. Nadie quien viera interrumpida su siesta con un sobresalto podía estar de buen humor.

--¿Has terminado?—gruñó y extendió la mano.

Respondí un “yep” y le entregué los ejercicios. Lo cual, pareció irritarla más.  Me arrancó la pobre hoja de las manos, tomó una pluma roja y empezó a leer. Luego de unos minutos y un bostezo y medio me dijo con una actitud más calmada:

--Tienes dos incorrectas… pero tu forma de ver el problema no está mal. Recuerda que las unidades que te piden son kilómetros sobre pies cuadrados , ahora, la fórmula aquí arroja el resultado en metros sobre segundos. Por lo que sólo necesitas hacer la conversión y trabajar con ese resultado.

Tomé la hoja y dije “Ya veo”. Entre otros dos gigantescos bostezos que se me contagiaron, entendí algo así como “…otra hoja…ejercicios…tema nuevo”

--Te ves…

--¿Horrible?

--…

--…

--Cansada.

--Sólo algo.

--¿Por qué no…?

La vida regresó a ella. Se levantó y me amenazó con el dedo índice como si su uña masticada pudiera rasgarme en dos.

--No. Definitivamente no. Ayer estudiaste apenas nada y hoy sólo repusimos el tema anterior. Tus exámenes se están acercando y necesitas aprender esto. Así que no me voy.

--Uhmm…

Me puse en algo que ella llamaría “mi plan de adolescente sabelotodo”.

--Es que, te ves tan cansada que dudo que tus facultades mentales estén en óptimas condiciones para enseñarme.  De hecho, podría jurar que te vi babear y mirar al vacío, sólo una vez. Si no son síntomas de autismo, estás algo cansada. Ya vez, es un poco complicado para mí, y si te la pasas bostezando en mi cara terminarás por confundirme.

Me miró ceñuda. Y volvió a bostezar. Por fin con actitud derrotista se levantó, se estiró y caminó hacia la puerta cerrada…

--Voy por un café.

…que olvidó abrir.

Traté desesperadamente de no reírme cuando escuché el golpe seco. Pero mi boca fue más rápida.

--Que sea doble.

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