Capítulo 13

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El día de mi gran error llegó antes de lo esperado.
Llegó justo hoy; un viernes en la mañana.
Mientras hablo con la mujer, escucho un auto entrar al garage.
Siento un enorme escalofrío.
La mujer, que estaba conmigo en el salón, me sonríe confundida.
Empiezo a decir que no me siento bien, pero ella me ignora.
Antes de terminar de mentir, oigo la puerta abrirse y esa voz que tanto conozco resuena en toda la casa.
Tengo un enorme escalofrío.
La mujer sonríe, como si hubiera llegado Jesús a su hogar y me toma del brazo.
Dice que nunca nos había podido presentar de forma correcta.
Presenta a mi esposo como el suyo.
Él alza la mirada con una sonrisa en los labios y me mira sentada en el sillón, con una taza de té en las manos. Entonces su sonrisa se apaga y me mira confundido.
No dice nada, y esa es la peor señal posible.
La mujer pregunta algo, pero el silencio se instala en la habitación.
Entonces, sin saber bien de donde, saco el valor necesario y alzo la voz.
Empiezo a gritarle. Le pregunto como ha sido capaz de dejarme, de mentirme por años. Le grito, entre llanto, y pregunto como ha sido capaz de maltratarme por todo ese tiempo sólo para darme la espalda cuando estuve rota.
La niña más pequeña, que yo creía dormida empieza a llorar.
La mujer se levanta y corre a calmar a la niña, mientras me mira, como una vez yo miré a este hombre.
Traicionada y herida.
Mi plan funciona.
Escucho llegar a los otros niños, que miran alarmados la situación.
Sigo llorando y gritando mientras todos me miran en silencio, con miradas confusas.
Entonces me le acerco a él.
En tanto yo doy un paso al frente, él retrocede; hasta que estamos a pasos de la calle, en su jardín.
Le sigo gritando y llorando hasta que él ya no puede retroceder más y entonces le empiezo a golpear su pecho con suavidad e impotencia. Ese pecho en el que me acostaba por las noches, luego de no verlo por meses.
Él sólo me mira, con una expresión de tristeza y culpa en los ojos.
Todas las promesas...
Escucho que pasan muchos autos, pero no me importa que nos vean.
Todos los sueños...
Sigo gritando y llorando.
Todos los planes...
Cuando termino de gritarle me dice una sola frase.
"Lo siento Amelia, nunca quise..."
No lo dejo terminar.
Lo empujo. Hay luces y un sonido fuerte. Entonces no veo nada.

Miro la caja que llegó a ser un túnel a punto de colapsar.
Ahora es sólo una agrietada y solidaria pared.
Me miro allí, en ese paraje blanco, sola. Y grito a la nada. La pared cae.
Nunca vuelvo a verla.

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