Capítulo 12

4 1 0
                                    

Llevo unos cuantos meses trabajando como niñera en esa casa.
Le he preguntado a la mujer porque su esposo nunca está en casa. Me dice que trabaja mucho, pero que los fines de semana siempre pasan juntos. Le sonrio.
Mi plan, nunca fue lastimar a nadie. Mi venganza era más profunda que eso. Sólo quiero hacerle saber a esa persona que por mucho que intente alejarme de su vida, siempre voy a estar ahí.
Mi primer objetivo fue ser amiga de la mujer y de sus hijos.
Le dije a todos que mi nombre era Mandy.
No tuve otra idea en el momento.
Ese iba a ser el nombre de nuestra primera hija.
Tras esos meses noté lo parecidos que eran sus hijos y él.
Pero, al conocerlo tan bien, fue muy fácil ganarme a sus hijos.
Con el tiempo, incluso hablaban más conmigo que con su propia madre. Y noté lo mucho que eso la molestaba.
Pero, claro, no podía hacer nada. Porque si ella me despedía por celos, sus hijos (al menos el mayor), se iban a molestar.
Disfruté muchísimo del poder que gané en esa casa, en tan sólo unos meses.
Había tenido que generar una nueva personalidad para no dejar pistas.
Había teñido mi cabello, cosa que nunca hubiera hecho la Amelia que él conocía.
Incluso había cambiado mi forma de vestir.
Un día, había estado a punto de perder mi lugar.
Era un viernes. Y él había llegado de sorpresa. Eran las cuatro de la tarde, y él no iba a tardar en reconocerme.
Entré en pánico por unos segundos hasta que supe que hacer.
Hablé con la mujer y le dije que pasaran ese día en familia, y que yo tenía que hacer algunas compras, de todas formas.
A ella le encantó la idea de que yo me hiciera a un lado.
Lo peor vino al salir.
Me detuve unos segundos en el portón, para abrirlo, cuando él me habló.
Un simple saludo, sin interés.
La ropa no marcaba mi figura, tenía el cabello corto y morado y estaba de espaldas; así que no me reconoció.
Le devolví el saludo con la voz más falsa que pude y salí corriendo al auto.
Tuve pesadillas y sudores fríos por semanas.
Pasados unos cuantos meses más llegó el momento de seguir con el plan.
Lo siguiente era manipular poco a poco a la mujer, para generar peleas.
A veces revolvía la ropa del closet para que ella se molestara. O dejaba la tapa del retrete arriba apenas entraba a la casa los lunes, lo más rápido posible.
No tuvo efecto hasta pasadas unas semanas.
Llegué a la casa un lunes normal y la encontré desecha en lágrimas.
Como una buena amiga; me preocupé y la ayudé. Calmé su llanto y hablamos por horas, mientras los niños dormían.
Eso nos unió mucho.
Después de eso, cada vez que tenían un problema, yo me enteraba y la calmaba.
Y decía cosas para separarlos poco a poco.
Dejaba en el aire comentarios vagos pero sabía que ella los tomaba enserio.
Pero pese a todo nunca logré separalos. Porque cometí un enorme error antes de eso.

Después de casi once meses, volví a ver la caja. Igual a como estaba antes.
Rota y desolada. Igual a como me empezaba a sentir de nuevo.

Entre Las GrietasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora