Capítulo V - Los demonios del pasado.

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Luego de un agotador día guardé mis cosas en mi bolso y me levanté, tanto tiempo sentada había entumecido mi trasero.

Sara ya se había ido a eso de una hora, eran las nueve y cinco minutos, ya que el señor Roberts se había retirado y le dijo que ya se podía ir a su casa, mientras que yo me quede a adelantar papeles y a organizar nuevamente la agenda.

Y ustedes me dirán, ¿no qué ya la habías organizado?

Sí, pero la gran persona, notese el sarcasmo, de mi jefe no estaba satisfecho con algunas fechas y tuve que pasar casi tres horas en su despacho encerrada con él bajo su atenta mirada.

No fue un gran primer día, pero tal vez mañana lo sea, ¿no?

Me dirigí hacía el ascensor y cuando las puertas estaban por cerrar pude ver como mi jefe salía de su despacho sobandose el cuello con su mano derecha mientras que me miraba desafiente.

¿Este hombre no se cansa?

Desde lo que pasó en su oficina me tuvo de aquí para allá sin descanso y mirándome mal cada vez que preguntaba sobre algo que no entendía y luego nos tuvimos que encerrar en su oficina. Ugh.

Le dirigí una mirada de fastidio, estaba de mal humor y mi trasero estaba tan entumecido que realmente no sé si esta ahí o lo deje en mi silla.

Bajó su mano y la puso a su costado, como estaba la otra, y me miro alzando las cejas e hizo amago de caminar hasta el ascensor cuando su célular sonó, cuando miró la pantalla su semblante se endureció y volvió enojado a su despacho, azotando la puerta.

Ni que le hubiera llegado la boleta de la luz.

Las puertas del ascensor se cerraron y apoye mi espalda contra el frío metal, suspire cerrando los ojos disfrutando el sílencio, el cual fue interrumpido por el sónido de mi celular. Lo saqué de mi bolso y al ver quien era lo atendí rápidamente.

- Hija.... -La voz ronca de mi madre e escuchó.

- Madre, ¿todo está bien? -Salí del ascensor para dirigirme rápidamente a la salida.

- Sí, solo quería saber como estaba todo o si necesitabas algo. -Su voz sonaba angustiada, algo pasaba.

- Madre, te conozco. Tú no llamas para preguntar estas cosas y menos aún cuando sabes que iré esta noche a llevarte tus medicamentos. -Tomé aire y suspiré ruidosamente.

Al salir del edificio empecé a buscar un taxi como loca, iré a la farmacia por sus medicamentos y luego iría inmediatamente a su casa.

- Yo... -estaba nerviosa-, lo olvidé. Sabés como soy, hija a veces se me olvidan las cosas; ya no recordaba que fueras a venir hoy a casa. -Soltó una risa nerviosa, esto solo significa una cosa.

- ¿Sabes qué? Si tú lo olvidas yo también puedo hacerlo, te veré en otro momento, madre y hazme el favor de no volverme a molestar con algo así. -Solté con enojo.

Corté la llamada y en ese preciso momento los dioses se apiadaron de mi inutil y vulnerable vida mortal haciendo que un taxi parara.

****

Media hora después bajé del taxi luego de pagarle y pude ver el lugar en donde tengo tantas historas, muchas felices y otras no tanto.

El lugar donde aprendí a andar en bicicleta y también a olvidar como andar en ella.

El lugar donde dí mis primeros pasos y también mis primeras caídas.

El lugar en el que mucho de mis sueños se convirtieron en mis peores pesadillas.

El Corazón del JefeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora