22. Tres pesadillas.

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Nota:
Hola, bebesitos.
Usualmente no suelo dejar mensajes a los inicios de los capítulos, pero siento que éste lo amerita, debido a que debo darles una información la cual presenta suma importancia; cambiaré las edades de los personajes y serán las siguientes:

★ Pacífica: diecisiete años (pronta a cumplir dieciocho).
★ Dipper y Mabel: diecisiete años (prontos a cumplir dieciocho, pero antes de Pacífica).
★ Gideon: diecisiete años recién cumplidos.
★ Candy Chiu: diecinueve años.

Eso es todo. Espero que disfruten el capítulo. ❤️

Narrador omnisciente.

—La señorita Candy Chiu, y viene acompañada. —Las palabras dichas por el demonio peliazul fueron suficientes para que el rostro del castaño careciese de color alguno, cosa que su rubia acompañamte notó y anhelaba saber lo que ocurría en tal momento, el porqué dipper se había puesto de aquella forma al escuchar tal nombre.

—Pacífica, entra a la habitación—. Pronunció por fin el joven Gleeful, alejándose de la aludida, la cual se hallaba en un trance de confusión. No podía comprender que ocurría. Ella asintió, notando la mirada fría del contrario, la cual le decía que no debía entrometerse en tales asuntos.

—Buenas noches—. Dijo una vez abrió la puerta, para luego cerrarla con rapidez, sin esperar las buenas noches de su acompañante.

La mirada del moreno se dirigió hacia su demonio sirviente, el cual se hayaba sumamente serio.

—¿Cuánto lleva la joven Chiu esperando?—cuestionó arqueando una de sus cejas, mientras emprendía camino hacia la sala.

—Lleva más o menos quince minutos. —contestó el cuestionado, siguiéndole el paso a su amo.

—¿Por qué la dejaron entrar? —los ojos del joven Gleeful se tornaron de un tono más intenso debido a la ira que se expandía por todo su cuerpo. Todos sus empleados son unos completos inservibles.

—No lo sé, amo. Creo que ella logró convencer a sus guardias, recuerde lo persuasiva que puede llegar a ser la joven Chiu. —El castaño le lanzó una mirada asesina al demonio, el cual adquirió un tono violáceo en sus mejillas. Dipper abrió la boca para insultar al pequeño demonio, pero fue interrumpido por unos delgados brazos que rodearon su cuello.

—¡Dippercito, tanto tiempo!—. Exclamó la dueña de aquellos brazos que rodearon al susodicho, mientras repartía besos por todo su rostro.

—Lo mismo digo, Chiu—. El moreno contestó asqueado e intentando despegarse a la pelinegra. Él detestaba las muestras de cariño, en especial las brindadas por la susodicha.

—Te extrañé tanto, pequeño—. Tras algo de forcejeo el varón logró quitarse a la joven de encima, y limpió todos los ratros de besos de su rostro, manteniendo en su cara una mueca de completa repulsión.

—No puedo decir lo mismo—. Comentó con hastío, mientras cruzaba sus brazos. —¿A qué viniste, Chiu?—. Él bien podría saber a qué se debió la visita de la joven asiática ese día a su humilde morada, pero temía que sus sospechas fueran ciertas.

—Oh, Dipper, ¿en serio no lo sabes? —la joven observaba a Dipper con suma inocencia fingida, mientras parpadeaba repetidamente.

—Por algo te pregunto, ¿no crees? —el varón arqueó una de sus cejas, observando impaciente a la joven a su frente.

—Eres un amargado, Dippercito— Candy Chiu realizó un pequeño puchero, observando al mayor. —¿Acaso no leíste mis cartas, Dippercito?—El gesto realizado pir la susodicha fue totalmente maquiavelo, ella sabía a lo que venía y que su menor lo sabía.

¿Me enamoré de mi enemigo? •Reverse Falls•Donde viven las historias. Descúbrelo ahora