Prosciutto: Victorioso

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Prosciutto puede saborearlo, en su paladar, en su lengua. Por toda su cavidad oral se extiende aquel gusto. No, no se refiere al metálico sabor de la sangre. Se trata de algo mas dulce, sublime.

Es la victoria.

Con el dorso de su mano derecha se limpia el hilo de sangre que brota de su labio inferior agrietado ignorando el ardor, antes de volver a golpear directo en el rostro al pobre bastardo que sostiene del cuello de la camisa con su mano izquierda. El pobre desgraciado que tuvo la desdicha de ser su objetivo esa noche se encuentra maltrecho. Grateful Dead ha hecho su trabajo al envejecer a ese hombre que tiene la nariz y la mandíbula destrozadas.

Un trabajo perfectamente realizado, nuevamente. Otro idiota de tantos que muere a sus manos. Un objetivo que no sabían que tambien era usuario de stand, pero que a pesar de todo ha logrado encarar, resultado victorioso.

Pesci sale asustado del rincón en el que estaba, sus dientes tiemblan mientras mastica hielos.

- Regresemos, Pesci – gruñe el rubio soltando simplemente a aquel hombre en el frio suelo de piedra. Prosciutto saca de sus bolsillos un paquete de cigarros para colocar uno en sus labios. La otra mano la usa para extraer su encendedor y procede a prender la barra de tabaco, inhalando profundamente sin detener sus pasos. Pesci le sigue torpe, apresurado. Los rubios cabellos desordenados que se han soltado de su peinado bailan con el fresco viento nocturno.

Al regresar a la base, en la sala, les espera el resto del equipo. Prosciutto se adentra como si nada, con ese porte elegante y semblante arrogante que le caracteriza sosteniendo un cigarro entre sus labios. Las miradas se posan en el, quien a pesar de tener manchas de sangre en su fino traje, sangre en los labios y unos dedos morados marcados en su cuello no parece inmutarse.

- Ese puto era un usuario de stand. La información que recibimos estaba incompleta – responde sacando el cigarro de entre sus labios, para presionar la colilla en el cenicero mas cercano. – Sin embargo, no represento problema alguno.

Prosciutto saborea la victoria.

- Buen trabajo – murmura Risotto con su grave voz desde el sillon en el que se encuentra sentado, de brazos cruzados. El hombre se pone de pie poco después y comienza a explicarles los detalles de los próximos objetivos.

Mientras habla, los ojos rojos del peligris cada tanto se dirigen directamente a Prosciutto, antes de arrastrarse rápidamente sobre el resto. Ocurre varias veces, pero es lo suficientemente lento como para que su mirada se encuentre con la del rubio.

Prosciutto saborea la victoria.

Luego de unos momentos todos se ponen de pie y dejan el lugar poco a poco. Incluso Pesci sale hacia su habitación diciendo algo de alimentar a sus peces luego de que Prosciutto frenara sus intenciones de ir a buscar un botiquín de primeros auxilios.

Se quedan solos, Risotto Nero camina hacia quedar frente a Proscuitto. El rubio alza el mentón para poder ver el rostro del hombre de dos metros de altura que se planta frente a el. Inclina el rostro, clavando su arrogante mirada azul en el. Su semblante ni siquiera concuerda con el de alguien que tiene las hebras desordenadas y el labio reventado.

El jefe alza la mano y sus dedos se deslizan sobre las marcas amoratadas en el fino cuello del mas bajo. Las pestañas de Prosciutto se ondulan levemente, manteniéndose sereno, en la misma posición que antes, casi no se ha movido desde que llego ahi.

Es el de ojos rojos quien se le ha acercado. Y Prosciutto puede saborear la victoria otra vez.

La saborea finamente cuando el enorme hombre frente a el se agacha para alcanzar su rostro, directo a sus labios. Es Risotto quien inicia el contacto desencadenando el dulce sabor a victoria en el paladar de Prosciutto otra vez. El ardor en su labio inferior pasa a segundo plano, solo le acompaña un cosquilleo en los labios a la que le sigue la humedad de la lengua ajena.

El peligris lo abraza de la cintura, manteniendo sus cuerpos mas cerca que antes, como si deseara armar un rompecabezas juntando las dos piezas que son sus cuerpos. El rubio permite el movimiento, solo tiene que inclinar levemente su rostro para profundizar el contacto y mordisquear perezosamente el labio inferior del mayor.

Ese dulce sabor esta en su lengua. Con el líder, aquel hombre enorme con profundos ojos rojos agachándose solo para alcanzarle, juntando sus cuerpos con palpable desespero, uniendo sus labios y limpiando los restos de sangre en el con la lengua.

Prosciutto saborea la victoria.

Assassino, La SquadraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora