Ghiaccio: Cálido Invierno

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Cuando Melone manifiesta sus deseos de salir, el lo único que puede hacer es gruñir en medio de su bocado de espaguetis. Todos han terminado ya de comer, menos el, le toma bastante tiempo debido a la desagradable sensación de ardor en su garganta. Claro que los sedantes ayudan, pero es jodidamente incomodo degustar la comida y al tragarla sentir como si estuviese bajando una piedra por su garganta, o en este caso, cálidos alambres que raspan su cuello.

Preferiría seguir tragando putas papillas, es mas facil. Pero le han indicado que es bueno que ponga a trabajar su garganta reconstruida de una vez. Que jodido infierno.

Aun no habla, su garganta sigue atrofiada, pero las cuerdas vocales están ahí.

Melone apoya sus codos en la mesa y lo mira inclinando el rostro.

- Demos un paseo – propone otra vez, echándose tras la oreja un mechón de cabello lila – Solo será un momento, desde que comenzó el invierno no he salido – pide otra vez, como si hubiese escuchado por medio de la telepatía la voz de Ghiaccio negándose.

Melone sabe que su insistencia rindió frutos, porque Ghiaccio finalmente asiente luego de resoplar resignado. Termina con su comida y va a dejar el plato al fregadero para lavarse las manos.

Cuando se acerca al recibidor, el pelilila ya esta ahí con un grueso sueter puesto y estirando su brazo para tratar de alcanzar una bufanda morada del perchero. Ghiaccio la alcanza por el y enreda la suave tela alrededor del fino cuello de Melone. Este sonríe y le señala con un dedo la otra bufanda. Es igual, pero en color azul.

Asiente y después de ponerse un sueter agarra la bufanda para enredarla en su cuello. Agarra sus botas y se las pone rápidamente. Para Melone son necesarias tambien un par para proteger sus pies del frio, asi que el peliceleste se encarga de deslizar unas botas en los pies de este, bajo la atenta mirada aguamarina y una sonrisa divertida.

Posicionándose tras Melone va empujando la silla despacio por el sendero de concreto que tienen en el vasto jardín. Son rodeados con una fría brisa que al pelilila le causa temblar un poco, pero a Ghiaccio que esta acostumbrado al frio no le hace nada.

Las plantas han perdido el verdor de la primavera y verano, todas son de colores opacos, pero no por ello Melone las considera menos fascinantes.

La silla de ruedas es arrastrada lentamente por el sendero hasta llegar a la reja que los separa de la calle, varias veces. Traza el recorrido unas tres veces hasta que Melone lo detiene haciendo una seña con la mano derecha.

- Quiero ir ahí – pide, señalando hacia el cumulo de arboles que hay en un extremo, rodeado de pasto y plantas secas.

Por ahí no puede arrastrar la silla, se llenara de lodo debido a que llovio el dia anterior. Ghiaccio rechina sus dientes y se pone de cunclillas frente a la silla de Melone.

El pelilila se echa hacia adelante para abrazarlo del cuello. Asi, Ghiaccio lo sostiene firmemente de los muslos y comienza a caminar con Melone en su espalda hacia el ansiado lugar, arrastrando sus botas por la superficie humeda.

Ni siquiera sabe porque rayos esta haciendo lo que el le pide. Las cosas han sido raras entre ellos desde que el usuario de Baby Face le hizo aquella confesión. Melone a veces lo toma de la camisa para tirar de el y poder besarle los labios. El no se niega, en ocasiones durante los ejercicios del pelilila presiona sus labios en las inmóviles piernas de él. Pero sigue gruñéndole cuando lo hace enojar, y le estira los cabellos, aunque ya no con la misma fuerza que antes, cuando estaban en optimas condiciones. Melone solo se rie abiertamente y lo mira, feliz, sonriente.

Siente las manos de aquel molesto hombre lisiado acariciarle el pecho y su respiración calida contra su oreja. Melone tiene un torso muy calido, siempre lo ha tenido. Pero sus piernas no lo son desde hace tiempo, asi que disimuladamente se esmera en frotarlas mas desde que comenzó el invierno.

Es un dia nubado, asi que no tienen que refugiarse bajo la sombra de los arboles. Melone sonríe y estira un brazo, esta lo suficientemente alto para alcanzar a arrancar una hoja seca de un árbol, sintiéndola crujir contra sus dedos enguantados. Pero pronto parece perder el interés, porque la deja caer y vuelve a arrancar otra hoja distinta. Repite el proceso un par de veces y Ghiaccio resopla sin entender lo que realmente pretende Melone. Esta a punto de comenzar su sarta de gruñidos habitual que suelta cuando se cansa de aguantar las idioteces sin sentido del pelilila.

Hasta que el vuelve a enredar los brazos en su cuello y apoya la barbilla en el hombro de este.

- Ghiaccio... mírame – pide con voz suave. El se resiste, pero termina girando levemente su rostro para encontrarse con el par de pupilas aguamarina de su acompañante. Hay una flor seca color blanco colocada sobre su oreja, al lado opuesto de donde se echa el flequillo. Es increíble que esa flor haya permanecido ahí tanto tiempo sin caerse, porque todas las florecillas que adornaban ese árbol se habían caído al iniciar el otoño.

Es algo inusual, pero especial. Es como ellos. Se marchitaron pero continuaron aferrados a la vida, aunque recibieron demasiada ayuda de quienes los derrotaron para lograr eso.

Melone sonríe y frota la calida punta de su nariz contra la fría mejilla de Ghiaccio. Ellos sienten el frio desvanecerse poco a poco. La mirada aguamarina se combina con la mirada oscura de Ghiaccio. Y por primera vez en mucho tiempo el peliceleste se permite soltar una especie de risa burlona, curveando de lado sus labios.

Se acerca a Melone quien ya ha cerrado los ojos con anticipación y comparten un corto beso, calido. La fría brisa los rodea, pero ellos están calidos. Es invierno a su alrededor, parece ser invierno en sus vidas, pero en sus corazones sin duda es primavera y esperan ansiosamente por el verano.

Assassino, La SquadraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora