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La existencia de Jimin, ahora dolía más que nunca, amarlo dolía más que las cicatrices que cargaba desde siempre, pero no sabía que le hería más, si el hecho de que ahora sólo se sintiese como si su amor perteneciera a Jungkook o que no había podido cumplir sus promesas a TaeHyung y Jimin y que cada día que pasaba se daba más por vencido, esfumandose igual que el humo de los cigarrillos que consumía hacía meses.

Lo vio pasar como de costumbre, a lado del castaño, platicando de cosas que prefería hacer inaudibles para no lastimarse más y sólo ignorando su presencia, como lo prefería últimamente, aunque ambos se hacían daño sin siquiera notarlo.

A lo lejos y con eco. Jimin había comenzado a escuchar de esa forma al castaño desde que Min YoonGi había pasado a su lado, con una indiferencia que hacía meses lo venía hiriendo, le dolía, dolía el hecho de que TaeHyung ya no estaba ahí, dolía que también había perdido a YoonGi a pesar de considerarlo un gran amigo, dolía que YoonGi no había cumplido la promesa de aquella tarde en que se había dormido abrazandolo, porque, incluso a medio dormir y susurrando, Jimin podía escuchar a YoonGi, porque eso hacían los amigos.

No pudo soportar un segundo más de ardiente indiferencia y dejó de seguir a Jungkook para ir tras el pelinegro, había desconectado su cerebro por completo y ahora sólo sus emociones estaban al mando, o al menos así lo sentía él, porque sabía que probablemente, seguir al pelinegro y recriminarle algo que quizá ya había olvidado, podía ser la cosa más estúpida que podía hacer.

Siguió a YoonGi poco a poco, como si de una película se tratara y finalmente, vio como doblaba la esquina y se metía a los baños, no lo dudó ni un instante, Jimin entró al baño y cerró la puerta a sus espaldas, ahora el tendría el mando y se aseguraría de no estropearlo como la última vez que estuvo casi a solas en un baño con YoonGi.

— Explicate —soltó el pelinegro recargandose con los brazos cruzados en la puerta caoba. YoonGi se limitó a alzar una ceja y encerrarse en uno de los baños. Jimin le siguió hasta allí y pegó su espalda a la puerta, deslizándose hasta el suelo.

— ¿Qué quieres, Park? —después de infinitos segundos dónde sus corazones eran lo único que se escuchaba retumbar, YoonGi pudo articular palabra.

—¿Qué quiero, de verdad preguntas eso?  —la voz de Jimin se había vuelto ronca de un momento a otro.

— Sí, aunque seguramente no lo sabés, nunca fuiste seguro —YoonGi rodó los ojos desde adentro del cubículo y espero a que Jimin se fuera, años atrás, esa respuesta habría sido suficiente para que el pequeño pelinegro saliera corriendo y con lágrimas en los ojos, pero esta vez no, las cosas definitivamente habían cambiado.

— Quiero que dejes de ignorar mi jodida existencia y simular que no existo para luego en tu mente pensar que me prefieres muerto, porqué sí, creeme que noto tu respiración rápida cada que nos topamos con tal de que no robe tu oxígeno —había vuelto a hablar rápido, pero esta vez YoonGi no había agotado su paciencia y dejaría al pelinegro decir todo mientras ridículamente, se formaba un nudo en su garganta—. Quiero que vuelvas, YoonGi, quiero al viejo YoonGi que me prometió poder desahogarme en él y que me molestaba cada receso, también quiero a mi jodido amigo de regreso, pero, no todo en la vida se puede así que deja de ser tan malditamente difícil y sólo se Min YoonGi de nuevo.

En el otro lado de la puerta, Min YoonGi tapaba con ambas manos su boca, a fin de evitar que sus sollozos fueran audibles, deseaba poder abrir la puerta y decirle que siempre estuvo ahí, pero amaba tanto a Jimin que no lo arrastraría jamás a sus problemas, amaba tanto a Jimin que había comenzado a lastimarse y no se permitiría gastar la pureza de Jimin en remediar su manchado corazón.

Ahora todos comenzaban a entender que, el amor dolía.

➣¿Tienes corrector? //TaeKookDonde viven las historias. Descúbrelo ahora