Mordida de tiburón

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El sábado anterior al partido contra los Tiburones Francisco se llevó a sus hijos a cenar afuera, dejando a Diego y Lorenzo solos en la casa. El director técnico siempre le recalcaba a su pareja lo importante que era el tiempo padre e hijos, ya que por más que todos vivían juntos en una relativa armonía los niños aún necesitaban tiempo para compartir a solas con sus respectivos padres. Diego pensaba que era un efecto secundario de estar separado de Gabo por tanto tiempo, (no es que le fuera a decir eso a Francisco) pero de todos modos utilizaba ese tiempo para compartir con Lorenzo, como en los viejos tiempos.

El director deportivo estaba sentado en su cama hablando por teléfono con Geovanni, mientras se sacaba los zapatos, preparándose para una noche de flojera, comiendo pasta y viendo televisión basura con su hijo, cuando lo sintió caminar por el pasillo fuera de su puerta.

Puede que ambos sean hoscos y hasta Francisco su relación estuviera repleta de baches, pero Diego era su padre y sabía cuándo Lorenzo estaba inquieto, con mucho en su cabeza y necesitaba hablar. No ocurría muy seguido pero ya lo había visto así antes, cuando le dijo que le gustaban los chicos por ejemplo.

Cuando cortó la llamada sintió el ligero golpe en la puerta seguido por la presencia de Lorenzo en la habitación.

-Permiso-dijo el adolescente obviamente incómodo-¿Podemos hablar?

-Claro que podemos hablar. Puedes empezar por decirme cómo es que haces un vídeo diciendo que te vas del IAD y luego como por arte de magia el sistema de reestablece, ¿Crees que soy tonto?-Diego aprovecho el momento para preguntarle algo que había estado dando vueltas por su cabeza desde hacía días. Francisco lo había descartado como una coincidencia, pero Diego no creía en las coincidencias.

-No tengo idea de lo que hablas.

-No, claro que no-el mayor se burló, pero no indagó más-De todos modos, ¿De que querías hablar?

-Umm sí, de hecho hay algo que quiero preguntarte-la timidez e incomodidad volvió a invadir al adolescente y eso despertó una alarma en el mayor. Presentía que odiaría profundamente está conversación. Por dentro repetía como un mantra *que no sea una conversación sobre chicos* *que no sea una conversación sobre chicos* *que no sea una conversación sobre chicos*-Es sobre...citas.

¡Demonios! Se lamentó internamente el mayor pero se todos modos sonrió forzosamente e intentó responder normalmente-¿Que pasa?

-Estuve pensando y...-Lorenzo tomó una respiración profunda y desvió la mirada-Creo que estoy enamorado.

-Ay Lorenzo, por favor. Espera a crecer...

-¿Lo dices tú, que te casaste con mi mamá joven?

-Si, no te puedo decir nada. Tienes razón-una sombra de tristeza paso por los ojos del mayor, haciendo que Lorenzo se sintiera mal por sacar a relucir la relación fallida de sus padres. Sabía que ambos habían estado felices cuando se casaron, pero eso había durado muy poco y se había terminado muy rápido. Su padre jamás había podido terminar de sacar se su cabeza a cierto castaño.

-¿Y...como te volviste a enamorar de Francisco?

-A ver Lorenzo, ¿Por qué quieres saber eso?-no le gustaba hablar sobre su vida amorosa con su hijo y si está conversación se trataba de lo que creía que se trataba...Joder, él solo lo tenía a Lorenzo, pero ¿como demonios le hizo Francisco con dos, y uno de ellos una niña?

-Porque me interesa saber. Quiero conocer acerca de tus experiencias.

Diego sabía que tenía que contestarle si quería mantener una relación de confianza con su hijo, y por lo incómodo de la expresión de Lorenzo esto tampoco era fácil para él, así que suspiro y asintió con la cabeza-Esta bien. Cuando éramos jóvenes me enamoré de Francisco. Estuvimos muy enamorados...

Él no es mi hermanoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora