Capítulo 2: De fiesta

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Las fiestas en casa de los Jin siempre acababan en desastre. Por suerte o por desgracia, eran uno que solía traer divertidas consecuencias y casi ningún muerto. Casi; lo de aquella vez en primero de carrera fue un desagradable accidente. La música acostumbraba a ser malísima y a estar altísima. Daba igual a donde fueras, era imposible librarte de esa penetrante bazofia habitualmente americana que te taladraba los oídos y el cerebro. Corría el alcohol allá por donde mirases en forma de distintos mejunjes, ya fuese como cerveza o como cubata. Por ser una fiesta universitaria, ninguna de las bebidas era de una calidad remarcable —y eso que los Jin eran asquerosamente ricos—, pero para emborracharse servían de sobra. Más de uno fumaba, y no se puede decir que el humo que inhalaban fuese del todo legal. Por allí y por allá un grupito se pasaba un porro recién hecho mientras brindaban con sus vasos de plástico deshechable. Y en el centro de todo, disfrutando de esos placeres juveniles tan poco sanos, estaba Wei Ying.

Sí, las canciones que ponían eran bazofia —no se podía esperar otra cosa de un DJ como Jin ZiXun, un perfecto imbécil sin gusto alguno— y sí, ni siquiera se llevaba bien con los Jin. A ver, con Jin GuangYao nadie se llevaba mal, ¿no? Era casi imposible caerle mal a ese hombre, se llevaba bien con absolutamente todo el mundo conocido y por conocer. Pero, ay, el resto de su familia de insoportables papagallos ya era otro cantar. Jin ZuXuan sin ir más lejos era el novio —y futuro marido muy a su pesar— de su hermana, y no lo soportaba. No podía verlo ni en pintura sin desear darle un puñetazo. Por suerte o por desgracia, la paternidad lo tenía demasiado ocupado. Se estaba enfocando en cuidar de su primer hijo, el adorado sobrinito de Wei WuXian y Jiang Cheng, y eso le impedía meterse en fiestas de, lo que él llamaba, "jovenes y atolondrados estudiantes". Solo les sacaba tres años, pero ya se creía todo un adulto el muy imbécil. Cada vez que le oía farfullar, tan pedante y remilgado como un pavo real, sentía ganas de reírse en sus narices. Aunque el caso era que su hermana le quería y era feliz con él, así que le tocaba aguantarse. Y por supuesto, estas relaciones cuestionables no impedían que se apareciese por todas y cada una de las fiestas de la uni, estuvieran los Jin implicados o no. Le encantaban. Allí en el centro del salón, bailando al son de unas notas potentes pero aun así desafinadas, atraía por igual con su magnetismo innato la mirada de todos los estudiantes, independientemente del género de estos. Sus ojos traviesos encendidos por las tres copas que ya se había tomado, sus caderas juguetonas y sus hábiles pies danzantes seducían a más de uno, a más de dos y a más de tres. Al bailar con un vaso en la mano podría resultar casi hipnótico. Lo que no esperaba era la mirada que estaba sin duda más pendiente de él, la que no lo había abandonado ni un momento desde que se cruzaron en el recibidor y la que —incluso con todo el gentío— se las arreglaba para distinguirle. Sí, jamás lo habría imaginado, pero Lan Zhan llevaba casi una hora con los ojos fijos en su persona. Lo sabía, lo sabía perfectamente, y quizá por eso sus movimientos eran un poco más provocativos de lo habitual.

Lan WangJi y él eran como el día y la noche. Siempre lo habían sido y siempre lo serían, una fiesta no era la excepción a esa norma inquebrantable. Donde el estudiante de ingeniería se codeaba con los tonos oscuros, la diversión y las prendas ajustadas, el de letras se rodeaba de la pulcritud más absoluta y luminosa, de un aura de perfección impenetrable. Incluso entre todo ese barullo de estudiantes borrachos, él se las arreglaba para mantener la compostura de una forma tan perfecta que era hasta molesta. Llevaba un vaso blanco biodegradable —¡biodegradable, no como los del resto de la fiesta!— lleno de refresco sin alcohol en la mano y por no mancharse los labios parecía que no lo había tocado. Frente al huracán que era Wei Ying, destacando en mitad la pista de baile como un frenético cometa, Lan Zhan era una tranquila estrella que no se movía del cómodo sitio que se había adjudicado al lado de la mesa de los aperitivos. Estaba quieto y no había tratado de efectuar un paso de baile en toda la noche, como si de un mueble se tratase. Pero menudo mueble estaba hecho. El mejor que Wei WuXian había visto, de eso no tenía la más mínima duda. Mataría por empotrarse contra ese mueble.

Hold me [WangXian] [Mo Dao Zu Shi fanfic]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora