Capitulo dos.

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Después de que los chicos se fueran a hacer las entregas del uniforme, me subí a mi moto que me obsequió mi padrastro para mí décimo quinto cumpleaños. Un buen regalo, el cual no dejo subir a nadie.

Tomé un bolso y guardé los tres uniformes en bolsas especiales con sus respectivos nombres. Fué un agotador trabajo. Cuando fui a casa de Benjamín, fue lo peor. Creía que me iba a acostar con él. Estuve como treinta minutos explicándole de que no iba a eso, que solo iba por su uniforme, pero no me creía. Incluso se lo mostré, emitió un gracias y siguió insistiendo. Me cansé y le dije iba otro día, con eso ya me dejó ir.

Con Mark fué un poco mejor. Digo un poco porque también creyó que iba a eso, pero con dejarle claro del uniforme y entregárselo, me dejó ir. Fácil.

Faltaba solo una persona. Cameron.

Juro que me sentí súper nerviosa. Ya dije que no me gustaba tanto, pero era inevitable no estar nerviosa con él. Tienes esa sensación de que te va a hacer algo con lo misterioso que es. Habían veces en las que se verdad me daba mucho miedo, es más, ¿a quien no le provocaba miedo una persona que dejó un hematoma en el antebrazo?

Estaba parada en la puerta de su casa. Quería que me abriera él para entregarle el uniforme e irme rápidamente como la cobarde que soy o la que no aparento ser.

Decidida, toqué el timbre. Esperé un rato y una pequeña, de cómo cinco o seis años me abrió la puerta.

Me agaché para estar a su altura, -- Hola pequeña -- le dije.

-- Hola -- respondió.

-- ¿Cómo te llamas, linda?

-- Alice -- sonrió.

-- Alice, qué lindo nombre, al igual que tú --. Sonrió -- Yo me llamo Samantha, pero puedes decirme Sam.

-- ¿Puedo decirte Samy? -- ¿cómo decirle que no a esa dulzura?

-- ¡Claro que sí! Eres a la única que voy a dejar que me diga así, ¿Bien, Alice?

-- Si, Samy.

-- Mira Alice, necesito que, por favor, me digas si Cameron está en casa.

-- Mi hermano está en su habitación, ¿eres de esas chicas que solo vienen por mi hermano y luego se van llorando?

-- ¡No, claro que no! No soy de esas, solo vine a dejarle algo, ¿se lo podrías pasar tú?

-- Pasa, te acompaño, no me gusta entrar mucho a su habitación.

Me levanté hasta quedar erguida, le tomé la mano a Alice y me adentré a la lujosa casa de los Chevesich. Seguí los pequeños pasos de la pequeña hasta la segunda plana, finalizando en una habitación.

Toqué la puerta y supe la razón por la cual, Alice, nunca quería estar cerca de aquí.

-- Alice, ¿Qué te he dicho de que no me molestes? ¡Abajo ahora!

Ella estaba apunto de llorar. Odiaba ver a los niños llorar. Me daban mucha pena y no me gusta mucho el llano de los niños. Así que le dije que me indicara su cuarto para que vaya a jugar. Ella se fue sola.

-- Ams, Cameron, no sé si sepas quién soy, pero soy Samantha, Samantha White. Marcus me mandó a dejarte el uniforme para mañana, no sé dónde quieres que lo deje o... -- guardé silencio al no escuchar respuesta.

Unos pocos segundos después escuché como bufaba, -- Entra.

¿Cómo? ¿Quería que entrara? Nisiquiera dejó entrar a su hermanita y me deja entrar a mi. De seguro también deja entrar a otras chicas, no lo sé.

B L A C KDonde viven las historias. Descúbrelo ahora