B L A C K

Capitulo doce.

El bate estaba en mis temblorosas manos.

Una chica que estaba en mi salón de la cual no sabía el nombre estaba con la pelota en la mano, lista para lanzarmela.

Marta, quien recibía la pelota en caso de que no pudiera batearla, estaba dándome consejos de como hacerlo, al parecer, sabía un poco del deporte .

Y la profesora gritando a todos las posiciones en las que debían estar.

Yo no quería estar aquí.

No deberíamos estar aquí.

El profesor oficial no pudo asistir a la clase, así que llegó otra profesora a reemplazarlo, la cual era entrenadora de un equipo no muy conocido en la ciudad, pero que, ella aseguraba, era muy bueno. A ella le pareció una idea maravillosa sacarnos del instituto y traernos a una cancha de béisbol, y como mi madre dice que yo atraigo las cosas que no quiero, me eligieron a mi al bate mientras estaba rezando para que no me eligiera a mi.

Simplemente una maravilla.

--¡Bien, todos listos! -- gritó la profesora, -- atenta el bate.

Mis piernas se separaron y alcé mis codos, como Marta había dicho, estaba lista y mis manos ya no temblaban casi nada.

La chica frente a mi hizo una pose rara para así lanzarla a toda velocidad en dirección a mi.

-- ¡Strike uno!

¿Que mierda?

¿Porqué no me moví?

--¿Porqué no te moviste?

Alcé los hombros en respuesta. No sabía que decir al respecto, ni siquiera yo sabía porque.

Me gané otra vez en la misma posición, piernas separadas y codos en alto. Esta vez estaba decidida, si lo iba a lograr.

La chica hizo el mismo movimiento y cuando la pelota iba cerca de mi, batie.

--¡Strike dos!

Apreté el bate y cerré los ojos.

Yo no tenía paciencia, si algo por lo que me esforzaba no me salía, me enfadaba y mucho. Unas cuantas maldiciones salían de mi boca.

Respiré y sentí unas manos sobre las mías. No hacía falta abrir los ojos para saber quién es. ¿Por qué se echaba tanta loción?

-- Lo haces mal, -- me miró y mi enojo desvaneció un poco, -- tus manos deben ir más al borde para tener más movilidad. Debes relajarte y respirar.

Resongue, -- Eso hago, y no funciona.

Acarició mi mejilla y mis hombros cayeron relajados, ni cuenta me dí que habían estado arriba, -- Confío en ti, acosadora, -- murmuró.

Vi como se alejaba donde estaba mi equipo. Raquel me sonreía y me enseñaba los pulgares desde el lado del equipo contrario.

Respiré profundamente y miré a mi contrincante desafiante. Se suponía que debía desconcertarlo, como lo vi en una película, pero ella no se veía ni interesada en esto.

Por tercera vez hice lo mismo, piernas separadas, codos en alto y manos en el borde.

Estaba lista.

Presencie todo en cámara lenta.

Mis manos temblando por el impacto de la pelota en el bate, la pelota volando lejos y yo corriendo a través de la cancha.

Una virtud de mi era ser rápida, por lo que me sentí orgullosa de llegar a tiempo y celebrar que ganamos un home run por mi parte.