Capitulo trece.

59 4 0
                                    

Los pasos que daba eran lentos.

Quizá estaba sudando como puerca por el clima, pero el sol que había, ni siquiera podía derretir a un helado.

Prendía constantemente la cámara de mi teléfono para ver si el maquillaje de Raquel era bueno para ocultar la mancha morada que, gracias a la base de la susodicha, casi ni se veía.

Dos cuadras más y llegaba a mi destino. Ya sabía lo que me esperaba, pero no estaba preparada.

Ya estaba castigada antes, así que supongo que solo doblará el castigo. Quizá me quite el teléfono, o me haga limpiar la casa, no lo sé.

El verdoso antejardin de mi casa apareció en mi visión y las manos me sudaron.

--¿Por qué me preocupo tanto?

La pregunta salió de mis labios, con el propósito de tranquilizarme y pensar.

¿Por qué me preocupo tanto?

Mi madre no me matará, ni me golpeará, ni me correrá de la casa.

Estoy siendo demasiado paranoica, pero ¿porqué?

La puerta de mármol estaba rozando mis pies, mis mano se adentró en mi bolso en busca de las llaves. La puerta se abre, provocandome un susto y miro a la culpable.

Jasmine White, la mujer que me trajo al mundo, estaba en la entrada, con los brazos cruzados mirándome seriamente.

--Te estaba esperando, Samantha, -- se hizo a un lado, esperando a que entrara.

Mis pies avanzaron lentamente por el piso recientemente limpiado. Mi cuerpo se dirigían a la escalera, pero no pude seguir avanzando, ya que una mano sujetó mi bolso.

--Teléfono, ahora.

La última vez que protesté en el tema de el teléfono, lo revisó y no le gustó lo que encontró, así que solo me di vuelta y se lo entregué.

Iba a seguir con mi camino, pero volvió a hablar.

-- Quiero que subas, dejes tus cosas del instituto y bajes a limpiar el patio. Lo riegas, cortas el pasto y plantas las semillas que dejé en la mesa, ¿entendiste?

Respiré hondo, -- Sí, mamá.

Soltó mi bolso y se fue a la cocina, -- Quiero ver una sonrisa cuando bajes.

Bufé y subí a mi habitación. Al llegar, tiré mi bolso al piso y dejé caer mi cuerpo en la cama.

Saqué de mi mesita de noche, una pelota de goma llena de Orbeez, con el fin de ayudar a desestresarme.

Creo que me hubiera servido más si la hubiera llevado a la clase. Me hubiera ahorrado la limpieza del patio.

Me despoje de mis prendas para cambiarlas por un short de mezclilla, una polera ancha gris, la cual tapaba el short, y unas zapatillas negras.

Abrí mi armario y busqué la caja que había escondida en alguna parte de este. Al encontrarla, me sorprendí de las cosas que había dejado ahí dentro, pero solo saqué la que estaba buscando y la dejé donde la había encontrado.

Apreté el botón, rezando porque prendiera. Iba a estar demasiado aburrida sin música, y escuchando la charla de mi madre.

Mis ojos brillaron al ver la pantalla de mi mp3 rosado que mi padre me dio a los diez. Recuerdo que en ese momento, no estaba muy interesada en escuchar música, mi cabeza estaba más centrada en libros, matemáticas y chicos con cabeza de nuez que apenas sabían leer, así que nunca me fije en las canciones que tenía el aparato.

B L A C KDonde viven las historias. Descúbrelo ahora