Capitulo cinco.

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-- ¡Más rápido, llevan recién tres vueltas! -- gritó el entrenador del equipo.

Ya estaba mejor, por lo que hoy pude levantarme y venir descongestionada al instituto. Pasé toda la mañana discutiendo con Raquel porque no dejaba de hablar sobre Cameron. De que él era distinto conmigo, que le gustaba, etc. Yo todo el tiempo respondía que no, pero ella seguía insistiendo. Para liberar todo ese enojo, vine a mi entrenamiento de voleibol. No porque quería, es más, debía venir, ya que el fin de semana tenemos un partido. Cinco partidos.

Ya había terminado mis vueltas de calentamiento, por lo que debíamos practicar los pases y movimientos con una compañera. Empecé a practicar con Marissa, quien había terminado casi al mismo tiempo que yo. Ella era levantadora, por lo que me resultaba más fácil entrenar.

Descargaba todo mi estrés en cada remache que hacía, en cada saque, cada vez que bloqueaba, todo eso me hacía despejar mi mente. Entrenar voley era lo mejor para mí. Al ser perseverante me volvía cada vez una mejor jugadora, me daban más oportunidades de jugar, de destacarme.

Al terminar el entrenamiento, estaba mi madre esperándome con el auto fuera del instituto. Lo encontré muy raro, ya que ella nunca me venía a buscar mi nada de eso. Me subí al Jeep, la saludé y me mencionó que quería que la acompañara a comprar al supermercado. Me sentía un poco incómoda ir de este modo a comprar; en un short diminuto, además de estar sudada y toda roja.

Algunas personas dicen que deberíamos estar acostumbradas a estar de esta forma, de todos modos, siempre nos veían así al entrenar o al estar jugando un partido. Si, “deberiamos”, pero no lo estamos, al menos yo no.

•••

Llegamos a casa con muchas bolsas en las manos. Compramos demasiadas cosas, incluso mi madre metió cosas que nisiquiera usamos, como un “saca bichos de piscinas”. No tenemos ni piscina y solo lo compró porque estaba en oferta.

Ví que mi madre estaba cansada, así que le dije que se fuera a acostar, que yo guardaba las cosas. Al principio de negó, pero yo fuí muy insistente, que terminó aceptando.

Ordené todas las cosas en sus respectivas partes, lavé la loza y limpié un poco la cosina.

Como no tenía sueño me puse a ver otra serie, llamada Élite, ya que había otra que me la había terminado en mi reposo.

Y recordé a Dylan y su visita inesperada. No comprendía su razón de venir a verme el sábado, creí que nuestra conversación en su auto había dejado las cosas claras. Creí que ya se había olvidado de mí. Por como tuvo el descaro de engañarme, supe que nunca me quizo, como yo lo quise a él. Después de eso, me estuvo rogando muchas veces, de que era un error y todo eso, pero yo sé lo que ví, y nadie puede, ni podrá negarlo.

A decir verdad si sufrí su engaño, mucho. Creo que lloré por dos semanas, no podía olvidarlo. Cada vez que lo veía por los pasillos del instituto me daban unas incontenibles ganas de llorar, de gritar y de reclamarle el porqué me había hecho tal daño. Pero nunca se lo pregunté. Jamás lo he hecho y no creo hacerlo. Es pasado, ya no importa. Es un pasado que deseo olvidar a toda costa.

Decidí poderme mi pijama, que consistía en la camiseta de Cameron.

Decidí lavarla, porque tenía un asqueroso olor a sudor, al igual que mi mochila. Como no le tenía ningún uso, decidí usarla de pijama. Además nadie la vería porque solo me la pondría para dormir, no para pasearme por la casa.

B L A C KDonde viven las historias. Descúbrelo ahora