Capítulo V

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[España, 1842]

Una turbulenta ventisca golpeaba las calles, era tanta la nieve que nadie se atrevía a salir de su hogar. La única presencia fuera se distinguía por buscar refugio, discretamente asomaba la vista en las ventanas de las casas para saquear la primera que encontrara vacía. Aquella persona lucía lamentable; temblaba del frío y sus mejillas ya se coloreaban rojizas dado que la capa vieja que llevaba en la espalda literalmente no le servía para nada.

Después de unos minutos, el joven que buscaba alojamiento encontró un buen prospecto. Limpió el paño de la ventana creado gracias a su aliento helado y notó los muebles de la vivienda empolvados más la madera podrida.

Cerca del chaval apareció un peliazul de entre la tormenta. Cruzaron miradas fugaces y este último decidió acercarse, en cuanto llegó frente al desafortunado se quitó el saco y lo colocó en la espalda ajena. El arropado se mantuvo completamente quieto evitando todo contacto visual, se dispuso a lanzar lejos la prenda...pero a punto de quitársela, sus manos temblaron con fuerza nula, pues era que comenzó a sollozar.

Elian, ¿qué sucede? se interesó el peliazul buscando la vista del contrario.

No importa resolvió sin evitar lagrimear.

El recién llegado intentó hablar de nuevo, sin embargo, al recordar que las palabras son inútiles, prefirió rodearle con sus brazos fuertemente sin importarle ser lanzado lejos.

¡Suéltame! ¡Te he dicho que no me abraces!reprochó Elian intentando liberarse del abrazo y tras no conseguirlo se soltó a llorar. Su cuerpo había perdió toda energía para forcejear.

Decidme qué ocurre insistió.

...No dejes de abrazarme... suplicó el pelirrojo correspondiendo al abrazo.

Elian obtuvo confort en el calor corporal de su compañero; era una sensación inigualable, dulce, de olor semejante a un libro viejo, nunca había sentido tal experiencia. Frotaba su rostro lentamente en el hombro contrario buscando esconder la vergüenza, pero sólo encontraba la necesidad de desechar sus amarguras frente a la única persona que de verdad apreciaba, la única persona a quien le permitió mirar hasta la faceta más lamentable de sí mismo.

Me siento perdido... susurró el joven de ojos miel a mitad del abrazo con cada paso que doy, una parte de mi desaparece... Estoy volviéndome invisible.

El peliazul mantuvo su postura de fiel oyente con el afán de permanecer hasta que Elian se sintiera totalmente desahogado, pero su suerte obtuvo un pequeño presente.

Me doy cuenta de que no voy a ningún lado... y encima de todo se aferró al menor antes de declarar una confesión siempre termino haciéndote algo estúpido para alejarte.

Elian retiró unos centímetros al mayor para mirarle directamente a los ojos y hablar.

Aziz...perdóname...

Pero (...) ¿Por qué? tartamudeó.

Por alejarte siempre de mi lado aun cuando sé que te necesito... No para llegar a mi destino con Heihos... sino para tener sentido en mi vida... De verdad, perdóname.

Chivo Expiatorio: Analepsis©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora