Fiesta.

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Capítulo 3;



Los preparativos de la fiesta estaban listos. Los invitados comenzarían a llegar en los próximos treinta minutos y algunos de Los Vengadores ya estaban en la recepción, esperando.

Steve estaba ansioso. Después del pequeño encuentro con Tony en la mañana, el genio había desaparecido del Complejo y no había rastros de que fuese a llegar, aunque bueno, la puntualidad no era una cualidad que él poseyera.

—Debes relajarte, Steve.

Nat apareció desde atrás y se sentó a su lado.

—Estas provocando una ansiedad colectiva con tu aroma. — le dijo con tono calmado antes de darle un trago a su bebida.

—No sé que me está pasando, Nat. Yo no…

—No, no eres así, al menos no tú yo normal, pero tú yo primitivo siente frustración, celos. — sentenció y Steve suspiro.

—Yo no tengo celos. — rezongó y Nat se rio.

—Steve, no tiene caso que lo niegues. Todos sabemos que Tony y tú están destinados, desde que comenzó la iniciativa Vengadores todos nos dimos cuenta. — comento aún entre suaves risas.

Steve era un idiota, uno muy lindo porque las cosas que decía, aún cuando carecían de sentido le hacían ver hasta cierto punto adorable.

—Si, pero él ni siquiera deja que me acerque, Nat. Ha pasado un año desde la Guerra Civil y no ha hecho más que evadirme. — se alboroto el cabello con una mano en señal de frustración — es comprensible, está en su derecho porque lo lastime y… — suspiró — simplemente no sé cómo acercarme a él.

Steve estaba frustrado. Quería acercarse a Tony, pero nunca encontraba la manera adecuada de hacerlo.

Las pocas veces que intento, resultó fatal porque siempre terminaban en una discusión donde solo se herían más, cuando al igual que él, Tony concluyó que eso no era vida, el castaño comenzó a evadirlo más, no solo a él, sino también al resto del equipo, comenzó a excluirse hasta de cosas diarias como ver la TV juntos o compartir el desayuno un domingo por la mañana.

—¿Ya te disculpaste con él? — Inquirió la pelirroja, clavando sus ojos verdes en el rubio.

—Yo… intenté hacerlo pero siempre terminamos peleando. Él termina recordando lo que pasó en Siberia y yo simplemente no puedo retractarme de lo sucedido. Ayude a Buck y no me arrepiento de ello porque cuando yo lo necesite él siempre estuvo ahí para mí.

Explico el rubio y la pelirroja suspiró.

—Antes de que ambos aceptarán estar destinados, Tony también era tu amigo, Steve. Él no está herido porque hayas ayudado a Bucky o porque no hayas aceptado los acuerdos, está herido porque le mentiste.

Mentiste” repitió mentalmente sintiendo como una punzada le atravesaba el pecho.

Eso ya lo sabía, había defraudado y decepcionado a Tony de la peor forma posible, traicionar su confianza era algo que se reprendía cada día y a cada momento, más al recordar lo que estuvieron por tener antes de la Guerra Civil.

Después de que ambos lucharán contra una negación mutua a lo que sentían y a lo que de cierta forma dictaba la naturaleza, habían decidido dar un paso más hacia delante. El castaño había accedido a que el rubio estuviera con él los días de su celo. Aunque estrictamente le había prohibido el marcarlo, de momento, Steve se sintió feliz porque de cierta forma se volvería suyo. De cierta forma pasaría a ser de su propiedad, porque al estar destinados, solo sería cuestión de tiempo para que formalizarán su unión con la marca.

Pero todo se fue al demonio cuando en la base de Hydra en Siberia, Zemo le mostró el vídeo del asesinato de sus Padres, del cual el autor resultó ser Bucky, aunque influenciado por el control mental de Hydra. Steve ya lo sabía, pero en un inútil intento de protegerlo, al no decirle lo que sabía  desde el principio, solo terminó causándole un daño peor.

Se maldecía una y otra vez, cada noche en la soledad de su habitación.

¿Por qué la cosas siempre tenían que complicarse tanto? ¿Por qué no solo podía obtener su felicidad sin ningún percance?

Porque eres un cobarde

Una vocecita en su cabeza le grito. La fachada del Capitán América, el soldado perfecto que emana honestidad, confianza y lealtad le producía náuseas, porque Steve Rogers era todo lo contrario.

—Debes disculparte correctamente con él — Natasha corto el hilo de sus pensamientos — va a resistirse, va a rechazarte y talvez levante un par de muros más entre ustedes, pero no deberías darte por vencido.

—Nat, no es tan fácil. — dijo con cansancio al recordar la actitud cortante del castaño cada vez que intentaba hablar con él.

—Todo lo que vale la pena nunca es fácil, Steve. — puso una mano sobre su hombro y con mirada comprensiva le dijo — si de verdad sientes algo por él, tienes que luchar y recuperarlo. Demostrar celos solo porque se acuesta con alguien más u otro que no eres tú se le acerca, no es la mejor forma de hacerlo. Lo sabes.

Steve posó su mano sobre la de Nat y le dio un suave apretón. Sus ojos azules un poco dolidos se clavaron en los verdes de la pelirroja, ella tenía razón. Debía esforzarse por recuperarlo.

—Luchare por él, Nat. — afirmó.

•••••••••

—¿No dijiste que tenías una fiesta esta noche?

—Aún tenemos tiempo.

Tony se encogió de hombros mientras paseaba sus dedos por una de las mesas de madera tallada en el recibidor casi, de forma distraída.

Strange no pudo evitar soltar una suave risa.

—Comparte el chiste para reírme también.

Tony detuvo el paseo de sus dedos, y con el ceño fruncido clavo su mirada marrón en el hechicero y la sonrisa de este se amplió aún más.

—No estoy burlándome — aclaró — simplemente no pensé que fueses a aceptar mi invitación tan rápido. — espetó mientras acortaba la distancia entre el castaño y él.

—Tengo algo de tiempo libre antes de la fiesta, así que pensé en aprovecharlo. — se encogió de hombros nuevamente mientras clavaba su profunda mirada marrón en él.

Tony mentía. Aunque eran muy tenues, casi nulas, para un Alpha + como él, aún era perceptible la sensación agria de su aroma por su estado de ánimo. Estaba un poco triste, un poco enojado. Y Strange no necesitaba ser un genio para deducir el por qué.

Desde hacía años que conocía a Tony, desde antes de convertirse en el hechicero supremo, cuando era un simple neurocirujano, lo conoció por primera vez en la sala de emergencias, el día en que asesinaron a sus padres, para ser precisos, desde entonces comenzaron a frecuentarse y formaron una relación ciertamente extraña pero agradable para ambos, así que sabía de sobra la causa del estado de ánimo del castaño.

Steve Rogers.

Aunque con frecuencia le tomaba el pelo y lo molestaba con el símbolo de América, Stephen sabía a la perfección lo que ese rubio tonto significaba para el castaño, ambos exudaban el vínculo de los destinados hasta por los poros. Era inevitable no darse cuenta de ello en el mismo instante en que ambos respiraban el mismo aire en una habitación. Jamás había visto un vínculo tan fuerte naturalmente y a la vez tan débil sentimentalmente.

Y aunque jamás lo admitiría en voz alta, sentía celos.

Sentía celos de que Steve Rogers, ese estúpido rubio que le causaba solamente daños al castaño, tuviera el privilegio de semejante lazo, de que fuera tan estúpido como para desperdiciar el privilegio de poseer a aquel exquisito ser humano solo por ser un cobarde de primera.

Cuando Tony le contó lo acontecido en Siberia, deseo haber estado ahí para partirle la cara, no solo a él, sino también a aquellos que le dieron la espalda cuando lo único que él quería era protegerlos pero aunque odiara admitirlo, no era su lucha. No tenía el derecho a entrometerse, y lo único que pudo hacer, fue estar ahí, cada vez que el castaño lo necesitaba.

—Vas a quedarte ahí solo mirándome o vas a tomarme — hablo Tony llamando la atención del Hechicero — porque sinceramente estoy algo caliente y mis pantalones comienzan a incomodarme. — susurró con voz ronca.

Guio su mano hasta el rostro del Hechicero y mientras su palma frotaba su mejilla, y se tomó el atrevimiento de tocar lo labios de Stephen con su pulgar mientras los suyos se entreabrian con expectación.

Lo deseaba.

Tony sabía a la perfección que esto estaba mal en tantas maneras diferentes porque cada vez que había una pelea con Steve, recurrir a Stephen para calmar sus demonios se había vuelto una costumbre.

Costumbre que sabía bien que a ambos hería pero ya fuera por masoquismo, ambos aceptaban siempre al final del día.

—Voy a hacerte sentir bien, Tony.

La voz de Strange sonó suave, y a Tony se le clavó una punzada en el corazón.

Él era totalmente consiente de los sentimientos que Strange había desarrollado por él durante todos esos años de conocerse, y aunque se sentía una mierda por abusar así de él, de sus buenos sentimientos, no podía dejar de hacerlo. Strange era su refugio, el único hombre que dejaba que se le acercara de todas las formas posibles, tanto física como mentalmente, el único que lo comprendía, le apoyaba y le corregía sin temor alguno. El único con el que más allá de desnudar su cuerpo, desnudaba su alma.

¿Por qué no podía amarlo a él en lugar de Steve?

A veces maldecía el vínculo que los unía. Porque, ¿De qué demonios les servía tenerlo si lo único que hacían era herirse mutuamente? No tenía sentido.

La mano de Stephen lo regreso a la realidad al posarse sobre la suya, dándole un suave apretón mientras su otra mano se enredaba en su cintura para acercarlo más a él y asi, unir sus labios en un casto roce.

—No quiero que seas gentil — susurró contra sus labios — quiero que seas rudo. — quiso sonar exigente — no merezco que me trates bien. — su voz se quebró y Stephen maldijo por enésima vez a Steve Rogers.

Destinado. [PAUSADA] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora