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Finn no había dejado de llamarla durante esos dos días, importándole poco que tenía que trabajar.

Había comenzado a sentir un gran cariño por esa bella chica y, desde aquel día que la vio destrozada, se prometió a sí mismo hacer lo posible para que ella jamás volviese a sufrir.

Millie tenía que admitir que el simple hecho de recibir una llamada de Wolfhard, lograba alegrarla. Él había logrado que, en tan sólo dos días, el incidente con su ex-novio dejase de doler. Incluso, un día después de descubrir lo poco que significaba ella para Romeo, había hablado con él y terminado su relación, no deseaba seguir saliendo con alguien como él, además, su corazón no le pertenecía más a Romeo.

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Como ya era costumbre de cada fin de semana en ella, tomó su celular y ordenó una pizza. Tenía que admitir que 8 dólares le parecía un precio muy bajo por ver a el chico que había logrado cautivarla, pero no se quejaba, tampoco es que le pagasen mucho en su trabajo.

Tan sólo unos minutos después, el timbre de la puerta sonó. Una gran sonrisa se dibujó en el rostro de la chica, pero, frunció el ceño, hace sólo pocos minutos que había ordenado la pizza, era curioso que llegase bastante rápido, aún así, se levantó y abrió.

Su expresión cambió por una de sorpresa, al encontrarse con Gaten y Jack al otro lado de la puerta. Ambos la abrazaron en cuanto ella abrió la puerta.

Millie, linda, todo estará bien. —Dijo Jack.

Sí, tu tranquila. Nosotros nos encargaremos de matar a ese estúpido de Romeo. —Habló Gaten.

Ella sonrió con ternura. Amaba a sus amigos, siempre se preocupaban por ella.

Se separó del abrazo, aún sonriendo. —Estoy bien, chicos. No tienen que preocuparse.

Se apartó para que ambos chicos entrasen y cerró la puerta detrás de ellos.

—¿Segura? ¿No quieres que golpeemos a Romeo?

—Aunque eso suene tentador, creo que no hará falta. —Ríe.

Pero, te vez tan fresca y relajada. —Jack frunce el ceño. —Habías tardado, por lo menos, dos semanas en superar tus otras relaciones, ¿cómo es que, a los tres días, puedes estar como si nada haya pasado?

—Bueno, eso es porque no me viste el primer día. —Dice. —Dios, creí que no dejaría de llorar jamás.

—¿Entonces?

—Yo... ahm....

El timbre sonó y las mejillas de la castaña se enrojecieron, sus amigos sonrieron y compartieron una mirada. Sabían que se trataba de alguien, pero no sabían de quién.

¿No piensas abrir? —Preguntó Jack.

¡Ah! Sí, claro. Yo voy, abro y vuelvo, sí. —Habló ella, con nervios en su voz.

La castaña camina hasta la puerta y la abre, encontrándose con los ojos cafés de aquel repartidor de pizzas.

Finn. —Le sonrió, con las mejillas algo ruborizadas aún.

Pizza || FillieDonde viven las historias. Descúbrelo ahora