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Conforme crecía entendí una cosa : nacer en una cuna de oro también es un motivo de discriminación. Mis padres en su inexperiencia no pudieron criarme, tan presurosa fue mi llegada al mundo y tanto el rencor alrededor de mi nacimiento que fue mi abuelo quien me acogió y un par de institutrices las que me educaron y criaron. Cuando era muy pequeño recuerdo haber entendido el concepto de una familia y preguntarme porque conmigo no era igual. Mamá y papá estaban juntos pero a su vez eran tan distantes, el abuelo tenía su carácter y no recibía el calor familiar de sus abrazos.

Se que mi abuelo era dueño de empresas y que a muy corta edad, siendo padre primerizo, su hijo se había encargado de algunos negocios "Por que si se sentía en la edad de estar con mujeres y tener hijos entonces debía ser capaz de trabajar". Cuando crecí entendí que yo fui el error de mi padre y que su estrés de tanta responsabilidad fue el castigo, la consecuencia de mi nacimiento.

Mi madre por su parte era como si estuviera y no estuviera. Hablaba con ella por momentos pero parecía basilar como si tuviese contadas las palabras, como si buscara no ser imprudente, asustada de ser lo que era, me costó mucho entender que ella nunca estuvo lista para esto.

Mi abuelo veía en mi al heredero de su fortuna, lo único bueno de toda esa situación, porque no confiaba en la habilidad de mi padre después de haberle roto la confianza de esa manera embarazando a su joven esposa, porque la confianza es un lazo frágil que se puede romper. Empezó a moldearme cuando llegó la edad correcta y mis maestros particulares además de enseñarme lo necesario me llenaron la cabeza de cuestiones de etiqueta, negocios y otras herramientas para el futuro de un hombre exitoso, pero yo solo era un niño.

Fue hasta mis quince años que expresé mi deseo a mi abuelo de ir a Corea. Él había cuestionado mis razones pero hablé de aprender el idioma, la cultura, de extender el negocio y empezar a emprender. Creyó en mis palabras y me envió a una casa que él había comprado, a una escuela común deseoso de entender a las demás personas que no tenían un alto status social como parte de un supuesto estudio socioeconómico, mientras tuviera buenas notas podía permanecer así, y así fue.

Aprender el idioma no fue tan complejo, para mi suerte contraté a un profesor particular de forma secreta y alardee con mi abuelo que la institución donde estaba era más buena de lo que pensábamos además de que era una escuela para hombres por lo él no se preocupaba de que cometiera los mismos pasos que mi padre. Cumplí todas sus condiciones al pie de la letra pero sin el estrés de estar en el centro de un imperio lleno de ambiciones, de ese ambiente tenso de las comidas donde forzosamente debíamos convivir los cuatro desconocidos que se supone eramos familia. Me sentía libre, no en su totalidad, pero si más libre.

Sin embargo, como decía, nacer en una cuna de oro también era motivo para discriminar. Nadie sabía que tan grande era la fortuna que me aguardaba al futuro pero entendían con verme que no era precisamente un tipo común por más que intentara aparentar. Empezaron a correr rumores de mi desde que era hijo de gangsters, políticos y hasta que mi nacionalidad no era china si no japonesa y venía de una familia de yakuzas.

Todas esas historias me llevaron a ser aislado y venerado de cierta manera, pero también gané respeto y buenos tratos. Era un pro y un contra, para mi que estuve siempre entre enseñanzas particulares nunca fui bueno socializando y toda esa situación me limitaba.

Un día las cosas cambiaron. En mi tercer año Lee Jihoon se acercó de la nada a enviarme a una especie de misión. Primero pensé en negarme pero estaba en ese momento al borde del colapso que ocupaba una distracción. Las cosas en china, según mis informantes, estaban muy tensas. Papá había hablado sobre divorciarse de mi madre a quien obviamente había dejado de querer tal vez incluso antes de que yo naciera. No dudaba que a estas alturas mi padre tuviera otra familia pero era la presión del abuelo quien lo retenía a volver a casa, a cenar con nosotros aunque lo odiara, a ir a eventos públicos del brazo de su peor enemiga.

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