Capítulo 2.-

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Jeno detuvo a Helios y a White mientras veía a todos los trabajadores algo alborotados. Le había costado un poco volver ya que White se había puesto algo rebelde. Pero al final lo había conseguido. Pero sobre todo había tardado por quedarse sentado leyendo una y otra vez aquella nota. Jeno no había vuelto a ese lugar desde que él se marchó...y así fue que se olvidó completamente de aquel último día que habían pasado juntos. Se le llenó el corazón de una extraña amargura...era raro. Haber leído eso diez años después, era muy raro. Soltó un suspiro, no comprendía por qué le dolía. Antes era solo un niño.

Uno de ellos lo vio y le avisó a Mark. Al instante el chico de cabello rubio corrió hacia él. Extrañado, Jeno se bajó del caballo.

—¿Qué pasó?—le preguntó a su primo cuando este llegó a su lado.

—Llegó el jefe—dijo algo agitado.

Jeno alzó ambas cejas. No esperaba que Dokyun llegara tan temprano. Casi siempre lo hacía por la noche. Llamó a uno de sus compañeros y le pidió que guardara a los caballos. Se acercó a White antes de que se alejara.

—No más líos por hoy, ¿Entendido?—le dijo. El caballo meneó la cabeza. Jeno sonrió y palmeó su lomo antes de que se lo llevaran.

Comenzó a caminar hacia la casa. Mark se apresuró a seguirlo.

—Espera—le dijo. Jeno siguió caminando.

—¿Por qué están tan alterados todos?—preguntó Jeno y lo miró de costado—Es solo el jefe. No es la primera vez que viene...

—No es por eso—consiguió decir el rubio mientras intentaba ir a la misma velocidad que su primo—No llegó solo...

Ésta vez Jeno se detuvo y lo miró con el ceño fruncido.

—¿No llegó solo?—inquirió.

—No...llegó con dos chicos, parecían una pareja o algo así. Entraron con él a la casa grande. Algunos de los muchachos dicen que...que deben ser compradores.

El corazón de Jeno se detuvo. Eso no podía ser cierto. Seguro que no lo era. Si se había rumoreado que Na Dokyun tenía ganas de vender el campo. Pero hasta el momento Jeno no lo había creído porque simplemente su jefe jamás le había mencionado nada. Pero de repente se sintió intranquilo. Aquel campo lo era todo para Jeno y no se veía en otro lugar que no fuera ese.

—Voy a ir a hablar con él—le dijo y comenzó a correr hacia la casa.

Si Dokyun tenía pensado vender el campo, Jeno haría lo imposible para evitarlo. Incluso sería capaz de comprárselo él mismo. No por nada había ahorrado casi toda su vida. Se veía capaz de comprar aquellas tierras. O por lo menos una porción. Entró a la casa por el lado de atrás, como siempre. Al primer lugar al que entraba era a la cocina. Su madre se sobresaltó un poco y giró para mirarlo.

—¿Qué te pasó?—le preguntó preocupada.

—¿Dónde está el señor Na?—dijo al instante.

—En su despacho—respondió ella extrañada.

—Bien—musitó Jeno y comenzó a caminar para salir de allí.

—Jeno, hijo...espera—ella lo siguió pero al parecer Jeno no la escuchaba—¡El señor no vino solo!

Se quedó quieta en su lugar ya que al parecer él no la había escuchado. Soltando un suspiro volvió a la cocina. Aún no podía creer que Jaemin estuviese allí de nuevo. Casi sonrió. Jeno tampoco iba a creerlo cuando se enterara. El castaño había sido tan importante para él cuando era un niño. ¿Lo recordaría? Estaba segura de que si. Volvió a concentrarse en la comida. Más tarde iba a ver la reacción de Jeno hacia la llegada de Jaemin.

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