Capítulo 3.-

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Jeno y Dokyun volvían de la charla con Bae, completamente en silencio. La charla no había sido buena. Y Jeno temía que si la cosa seguía así de tensa, habría más enfrentamientos y tiros que nunca.

—Tendré que tomar otras medidas con respecto a Bae—habló Dokyun al fin.

—Tranquilo, señor—lo calmó—Todo va a estar bien. Solo tenemos que aprender a manejar un poco más la situación.

—No puedes prohibirle a Mark ver a Haechan...

—No tenía pensado hacer eso. Ellos dos son libres de hacer lo que quieran. Y si necesitan apoyo...no estarán solos. Pero me preocupa lo que Bae pueda llegar a hacer.

—Bae lo va a entender tarde o temprano, hijo.

—Eso espero—susurró el pelinegro.

Cabalgaron hasta detenerse frente a la casa grande. Dokyun se bajó con cuidado y se giró a verlo.

—Quiero que hoy cenes con nosotros—le dijo. Jeno frunció el ceño. Seguro que se estaba refiriendo a él y al par de chicos.

—¿Le parece, señor?—inquirió.

—Sí...quizás te lleves una gran sorpresa.

—Está bien—asintió.

Dokyun entró a la casa. Jeno soltó un lento suspiro y miró hacia el cielo. La noche estaba completamente despejada. Aquel manto de estrellas era un espectáculo. ¿Cuántas veces se había tirado a intentar contarlas? Miles...¿Lo había conseguido? Nunca. Infinito el universo sobre su cabeza, lo llenaba de una cierta alegría. A veces él mismo se sentía infinito. Jamás llegaba a conocerse del todo. Siempre le aparecía una faceta nueva, un sentimiento nuevo, un miedo nuevo, una pasión, una necesidad.

No pudo evitar pensar en la nota que había encontrado casualmente en el pequeño valle. Sonrió levemente y cerró los ojos para recordarlo. Jamás había conocido otro niño con una sonrisa tan bonita como la de él. Jamás le había gustado tomar de la mano tanto a un niño como con su enano.

Y de repente aquel día en el que se marchó entró a su cabeza. Aquel sentimiento que lo había invadido jamás volvió a sentirlo. Se había sentido totalmente desolado, angustiado, perdido. Era como si ese día le hubiesen arrancado un pedazo de corazón, así sin más. Y recordó sus lágrimas, recordó el dolor en su linda mirada...él no quería irse. Entonces, ¿Por qué no volvió? Un año después de su partida, lo había estado esperando...pero jamás llegó. Tampoco le escribió como lo había prometido, tampoco lo llamó. Quizás el castaño si se olvidó de él.
Sonrió con amargura, era completamente ilógico que todavía pensara en él...lo más ilógico era que todo el día había estado así. Jamás se le había ocurrido preguntarle a Dokyun que había sido de la vida de Na Jaemin.
Lo poco que sabía era gracias a su madre, y tampoco era demasiado. En los últimos años él ni se le había asomado por la cabeza, pero al parecer hoy estaba completamente incrustado en su mente.

Se bajó del caballo y se quitó el sombrero. Se secó el sudor de la frente y se observó a si mismo. Estaba hecho un desastre. Tendría que ir a arreglarse si su jefe quería que cenara con él esta noche. Y tendría que fijarse en ropa adecuada para la ocasión. Lo único que él solía ultilizar eran camisas que terminan sucias, pantalones desgastados buenos para cabalgar y sus,  siempre, cómodas botas. Tal vez iba a ir así vestido a cenar...no iba a hacerse mucho problema.

Entró a la cocina sobresaltando un poco a su madre. Esta se giró a verlo rápidamente con la mano sobre el pecho.

—Me asustaste—le dijo exaltada.

—Lo siento—sonrió él—No fue mi intención.

Ella respiró con más tranquilidad y se acercó a él.

Salvaje - Nomin Donde viven las historias. Descúbrelo ahora