El chico abrió los ojos luego de un balde de agua. De inmediato se dio cuenta que ya no estaba amordazado, tomó todo el aire que pudo y empezó a gritar.
—¡Auxilio!, ¡Alguien ayúdeme! — fue lo único que alcanzó a decir antes de que el hombre que estaba allí de pie le metiera su bota en la boca de una patada. No dijo una palabra pero sus miradas se cruzaron, el niño quedó conmocionado. «¿Kato?», pensó.
—Vamos a hablar—dijo el hombre mientras sonreía sin apartar el pie.
La Historia de Kato-Flor
El sol empezaba a elevarse en el horizonte dibujando sombras a su paso. Casas de techos rojizos y pintadas de colores brillantes parecían haber sido colocadas como piezas de rompecabezas por toda la ciudad, todas tenían formas distintas pero encajaban perfectamente.
Cada casa estaba separada por amplios jardines donde árboles de todos los tamaños se elevaban libremente. No habían cercas ni muros, así que no se podía saber con seguridad hasta donde llegaba cada propiedad.Calles estrechas y desiertas bordeaban toda la ciudad, estaban impecables como si nunca hubieran sido usadas. Habían algunos ojos que se asomaban desde las ventanas. Pasos ligeros se escuchaban en algunos rincones, como si huyeran de la luz del sol y regresaran a algún escondite.
Era una hermosa mañana pero un chico suspiraba con pesadez. Estaba sentado sobre el pasto entre las flores del parque. Si taparas su cuerpo a la distancia parecería solo con un conjunto de flores ya que una flor había nacido sobre su cabeza. El chico miró el cielo un instante solo para volver a agachar la cabeza y sumirse en sus pensamientos. Suspiró nuevamente mientras sus pies descalzos jugaban con el pasto.
Una ventisca fría le hizo estremecerse y estornudó. – Salud!- dijo una voz detrás de él. El chico se giró rápidamente.
—¡Kato con bufanda!— dijo sonriendo al ver al chico con un rostro idéntico al suyo que estaba parado del otro lado de los arbustos que delimitaban el parque.
—Buenos días Kato-flor, ¿Que haces por aquí tan temprano?— respondió sonriente el chico. Llevaba una gruesa bufanda azul a rayas, un abrigo verde, pantalones oscuros y botas. En cada mano llevaba una bolsa del supermercado.
Kato flor rió nerviosamente —Lo mismo puedo preguntarte, ¿De compras tan temprano? Déjame ayudarte con las bolsas. —Dijo poniéndose de pie y con esfuerzo saltando el arbusto que los separaba.
—No te preocupes, no están pesadas. —Dijo Bufanda levantando ambas bolsas a la vez.
—Porfa, déjame ayudarte una vez— replicó Flor sin mirarlo a la cara tratando débilmente de conseguir sacar una de las bolsas de su mano.
—Está bien— dijo Bufanda viéndolo tan decidido. — ...Veamos...— Peso secretamente cada bolsa y le dio las más liviana. –Toma esta-
Flor la tomó rápidamente pero luego de un segundo hizo un puchero— ¡Espero que no me hayas dado la más liviana!—dijo.
Bufanda rió un poco y empezaron a caminar, no sin antes haberle ofrecido a Flor sus botas y su abrigo porque hacía frío y el solo llevaba una camiseta y pantalones cortos, pero Flor se negó agradeciéndole el gesto.
Ambos caminaron un rato por estrechos caminos entre casas coloridas, hablando de todo y a la vez de nada. Bufanda le mencionó que tenía dolor en los hombros desde hace días y Flor le recomendó acostarse en el pasto algunas veces además que el sol no le haría mal. Ambos reían relajadamente como si estuvieran solos en la ciudad. De cerca parecían idénticos pero si mirabas fijamente notabas que no lo eran. Flor era más bronceado y sus ojos parecían ser más grandes y de un verde más intenso además de que su nariz se ponía más roja en el frío. Bufanda era unos centímetros más alto, su cabello era más oscuro y sus ojos eran más claros y caídos, también tenía un poco de ojeras; cuando sonreía pequeñas arrugas se marcaban en sus ojos, además que ambos sonreían de forma distinta. Flor sonreía por impulso, a veces algo forzado o aguantando la risa, siempre mostrando los dientes. Pero Bufanda sonreía como si estuviera viendo un atardecer con satisfacción. Su rostro casi no cambiaba, era como una estatua.
Flor abrió la bolsa y dio un vistazo. — ¿Que vas a cocinar?—
—Adivina— dijo Bufanda
—A ver...hay leche...huevos...—
—¡Panqueques!—
—¡Oye, no me dejaste adivinar!—Dijo Flor haciendo puchero, algo ya normal en él.
Bufanda rió. —¿Te gustan los panqueques?—
—Claro, ¿A quién no? — dijo orgulloso
—Entonces panqueques y chocolate caliente, yo invito y no aceptaré un no por respuesta.— Dijo bufanda mirándolo sonriente.
—Pero yo...—murmuró Flor—...Bueno, está bien —dijo finalmente.

ESTÁS LEYENDO
Kato in katoland
Fantasia¿Y si te dijera que existe una ciudad donde todos son la misma persona? ¿Sería una utopía perfecta o una oda al narcisismo? Bienvenido a Katoland.