La historia de Kato con bufanda (Parte 2)

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—Te ves cansado, ¿estás durmiendo bien?

—No mucho. Hay un gato que maúlla en mi ventana todas las noches. —Dijo Bufanda en tono bromista. Sabía que no podía esconder las ojeras en su cara y hacer que Flor se pusiera curioso nunca era bueno.

—¡Aja! — Exclamó Flor como si hubiera hecho un descubrimiento. — Debes llamar al servicio de animales.

—Eso haré— Dijo Bufanda, cuando de repente recordó algo. —Ah, que tonto, ¿Quieres algo de comer? ¿Ya desayunaste?

—No, está bien, ya desayuné. — Dijo Flor apenado ya que se había dado cuenta que parecía que siempre se estaba aprovechando de la amabilidad de Bufanda.

—Bueno— Dijo Bufanda aliviado porque en realidad no tenía nada que ofrecerle pero confiaba en que lo rechazaría. Flor era predecible y sus intenciones transparentes.

—Por cierto, ¿sabes que hay un cine cerca de aquí?

—¿Un cine? No tenía idea.

— Si y la primera visita incluye la película, palomitas y refresco gratis, ¿Quieres venir esta noche?

Bufanda se llevó la mano a la barbilla, pensativo. En realidad quería terminar de leer el manual para computadoras y tener las cámaras trabajando esa misma noche pero no quería rechazar la oferta de Flor. Se pondría triste si lo rechazara.

—¿Por qué no? Nunca he ido a un cine—Dijo Bufanda más animado.

Flor quedó boquiabierto. — ¿Estas bromeando?

—No, en serio.

—¿Por qué nunca has ido?

—No lo sé, creo que no he tenido tiempo— Confesó Bufanda con sinceridad.

Flor rió y luego negó con la cabeza. —¡Qué raro!—Exclamó; se puso de pie y se dirigió a la puerta—Entonces nos vemos a las 8pm en el cine...ah, verdad, no sabes dónde queda, bueno vendré a las 7:30 a buscarte en mi auto invisible—

—¡ja ja ja ja!, está bien.—Dijo Bufanda poniéndose de pie para acompañarlo a la puerta.

—Duerme un poco ahora que el gato no está. —Dijo Flor con cara preocupada.

—Eso haré, gracias.

Flor se fue y luego volvió a voltearse para despedirlo con la mano. El le despidió de regreso para luego cerrar la puerta. Bufanda suspiró. Realmente estaba muy cansado y decidió seguir el consejo de Flor; no solo porque debía descansar sino que estar en ese estado podía hacerle cometer algún error.

Dejó el libro para leerlo después, se tomó algunas pastillas para dormir, ya que le era imposible dormir sin ellas y fue a su habitación en el segundo piso. Su habitación era bastante espaciosa pero estaba casi vacía. Solo tenía una cama grande, un armario y una silla. Todo estaba bastante limpio como de costumbre, podía ver su reflejo en el piso y no había una mota de polvo en el lugar. Sobre su cama solo había una sábana blanca con líneas horizontales grises y una almohada que combinaba con ella. Rápidamente dejó sus zapatos delante de la cama, puso su bufanda en el espaldar de la silla y se echó a dormir.

Se quedó dormido en un instante y tuvo un sueño extraño. Se encontraba en el sótano, con un cuchillo en la mano. Alrededor de él no había más que sangre: el muro y el piso estaban completamente salpicados. Cuando de repente escuchó la puerta abrirse detrás de él y dejó caer el cuchillo. Bufanda quería girarse y mirar quien era pero por más que lo intentaba su cuerpo no se movía. Sin previo aviso, como si la gravedad se hiciera más fuerte o un bloque enorme de concreto le cayera en la espalda, empezó a ser halado al piso.

Cayó de rodillas y luego el resto de su cuerpo. Se apoyó de sus brazos y trataba con todas sus fuerzas ponerse de pie, pero le era imposible. Aquello que lo aplastaba era demasiado pesado. Había alguien más en la habitación que no podía ver, no decía ni una palabra pero allí estaba observándolo. Podía sentirlo y escuchaba sus pasos acercándose.

Sus brazos estaban cediendo, respiraba agitadamente y poco a poco su visión se estrechaba, como si fuera la lente de una cámara cerrándose. En un último intento desesperado trato de ver a la persona que ya estaba al lado de él, pero justo antes de ver sus rostro, quedó totalmente ciego. Sus brazos no pudieron sostenerlo más y cayó al piso como si hubiera un bloque de concreto enorme en su espalda. Lo estaba aplastando, no podía respirar. Escuchó la misma risilla de aquella noche. Alguien se estaba burlando de él, lo estaba viendo sufrir y solo lo disfrutaba. De repente se llenó de rabia; con la fuerza que le quedaba extendió el brazo esperando alcanzar algo. ¿Agarró el brazo de alguien? No lo sabía con seguridad, pero no estaba dispuesto a morir sin pelear. Lo haló y luego alcanzó su cuello.

—Muérete — Le dijo y empezó a ahorcarlo con fuerza, iba a estrangularlo. Pero el bloque de concreto se hizo tan pesado que ya no podía soportarlo. Luego, como si hubieran cortado la soga que sostenía el bloque, lo aplastó en un instante.  

Bufanda despertó de un brinco, se sintió tan real que estaba bañado en sudor y su corazón parecía querer salirse de su pecho. Ya el sol se había ocultado y la habitación estaba totalmente oscura, salvo por un poco de luz de la lámpara de la calle que entraba por la ventana. Bufanda no conseguía tomar aire suficiente y salió de la cama para abrir la ventana.

De repente escuchó una respiración agitada que tosía de vez en cuando. Se giró de inmediato. Era Flor que tosía agarrándose el cuello cerca de la puerta, parecía desorientado y se apoyaba de la pared.

—¿Flor? — Dijo Bufanda creyendo aún estar medio dormido. 

Kato in katolandDonde viven las historias. Descúbrelo ahora