La historia de Kato con bufanda (Parte 3)

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Flor tenía lágrimas en los ojos y lo miraba muy asustado, luego se dio media vuelta y salió de la habitación.

Bufanda fue tras él sin pensarlo. — ¡Flor! ¿Qué sucedió?, dijiste que vendrías a las 7:30.

—¡Ya son las 8:00!— Dijo Flor, forzando la voz mientras bajaba las escaleras rápidamente. Ya en la sala, se agachó, como si ya no pudiera caminar más y empezó a llorar agarrándose el cuello.
—Me duele— dijo en tono más bajo.

—Flor, que te pasa...— Dijo Bufanda acercándose a él cuando notó que había sangre en su cuello.

Flor se puso de pie y se alejó de el  —¡Intentaste ahorcarme! — le dijo enojado con el rostro enrojecido.

—¿Que? —Dijo Bufanda aun sin entender la situación, cuando recordó el sueño; la sensación en su mano aún seguía allí. Miró su mano y había sangre en sus uñas. No podía creerlo. ¿El realmente había intentado ahorcar a Flor? ¿Cómo fue eso posible? Se llevó ambas manos a la cabeza y lágrimas brotaron de sus ojos.

Flor mantuvo su distancia. Estaba perplejo. Bufanda estaba llorando y aun no entendía qué había pasado.

—Lo siento...yo no tenía idea. Estaba dormido...—Trato de explicarse Bufanda.

Flor solo se quedó mirándolo aun asustado. No lo había notado por la conmoción pero Bufanda no llevaba su bufanda y tenía el cuello lleno de cicatrices. Entonces le hizo preguntarse ¿Por cuáles clase de cosas ha tenido que pasar ? Se dio cuenta que en realidad no sabía nada de él.

—Siéntate en el sofá, iré por el botiquín. —Dijo Bufanda deteniendo sus lágrimas y fue al baño de arriba rápidamente.

Flor se sentó en el sofá, en realidad deseaba irse. Estaba asustado e incómodo, quería llorar de nuevo y el cuello le dolía demasiado. Pero no estaba seguro de que debía hacer.

Miró la puerta con intenciones de irse pero Bufanda regresó casi de inmediato con un botiquín y se sentó a su lado.

—Déjame ver—le dijo, apartándole las manos del cuello.

Bufanda empezó limpiándole las heridas que le había hecho con las uñas. En todo el rato Flor no dijo nada solo se sorbía los mocos de vez en cuando.

—Lo siento— repetía Bufanda con cara arrepentida.

Luego que terminó le trajo una compresa fría, un vaso de agua y pañuelos. Flor tomó un sorbo de agua pero lo dejo de inmediato, le dolía al tragar.

—No debí meterme a tu casa...— dijo luego de calmarse un poco mientras sostenía la compresa en su cuello. —Ya eran las 7:30, te llamé a la puerta pero no respondias, pensé que seguías durmiendo así que entre por la ventana de la cocina que dejaste abierta. Solo te quería despertar. Pero cuando te vi parecía que estabas teniendo una pesadilla, te llamé pero no despertabas, así me acerqué para moverte, pero me agarraste del brazo de repente y empezaste a ahorcarme.

—Lo siento.

—Tenías los ojos abiertos, me estabas mirando a los ojos pero no respondías por más que te gritara. Parecías otra persona. Me dijiste claramente ¨Muérete. ¨ 

Flor empezó a ponerse rojo de nuevo aguantando las ganas de llorar. Bufanda apartó la mirada

—Lo siento mucho...no tenía idea, nunca te escuché.—

Flor se limpió el rostro con los pañuelos—¿Que clase de sueño estabas teniendo?

Bufanda lucía muy arrepentido, solo pensar que si hubiera tenido más tiempo podría haber matado a Flor, lo destrozaba. 

—Soñaba que había alguien que quería lastimarme.

—¿Quien? 

—No lo sé, nunca lo pude ver.

Flor suspiró y volvió a ver de reojo las heridas en el cuello de Bufanda. — No sé cómo era tu dimensión, pero aquí no hay nadie que quiera hacerte daño.

—Lo se... — Sonrió con amargura.

Ambos se quedaron en silencio un momento.

—¿Esto, me dejara un moretón?— dijo Flor tocándose el cuello que ya lo sentía adormecido por la compresa. 

—Creo que si...

—No quiero que mis papás lo vean, ni los chicos de la escuela,...harían preguntas.

—Cuando llegues a casa sigue poniendote compresas frías, tal vez tarde unas semanas en quitarse pero podrías disimularlo con maquillaje, una camisa con cuello alto o una bufanda...

« Sabes mucho» pensó Flor pero no dijo nada. Él siempre había visto a Bufanda como alguien  confiable, que siempre podía mantener la calma y que siempre sabía qué hacer. Pero ahora se veía más pequeño y vulnerable. La voz le temblaba y aún lucía fuera de sí. Bufanda siempre había escuchado sus problemas y le había ayudado más de una vez, pero él nunca le había contado nada de sí mismo, de su pasado o que le preocupaba. Flor se dio cuenta que Bufanda no confiaba en él  y se sintió herido.   

—Me voy a casa— Dijo Flor.  Dejó la compresa sobre la mesa y caminó a la puerta.

Bufanda no se puso de pie y lo acompañó a la puerta como siempre lo hacía; se quedó mirando el piso y reaccionó momentos después.

—De verdad lo siento, Flor, por favor no dejes de ser mi amigo.

Flor lo miró con tristeza y luego apartó la mirada—No seas tonto, no lo haría. Fue un accidente. Vayamos otro día a ver una película al cine.

Bufanda pareció aliviado y asentó con la cabeza.

—Hasta luego— dijo Flor, y se fue cerrando la puerta tras él.

Bufanda quedó solo en medio de la sala. No podía dejar de pensar en que hubiera hecho si por accidente hubiera matado a Flor. Sus manos temblaban y empezó a sentir frío. Fue entonces cuando notó que no llevaba su bufanda. Se acarició el cuello y se preguntó qué rayos estaba haciendo; estaba todo fuera de sí.
¿Por qué había dejado que un kato que solo se paraba en su puerta le afectara tanto? En realidad lo que temía era que ese kato haya podido escuchar o ver algo de lo que pasó cuando asesinó al chico de la flor azul. Pero si así era, ¿acaso lo estaba atormentando?

Bufanda trato de calmarse y respiro profundo. El frío de la noche le ayudó a organizar su mente. —Compre un sistema de seguridad. — dijo como si se acabara de dar cuenta.
Definitivamente no había estado actuando como él mismo. El cansancio ya le había hecho cometer dos errores.
Se puso de pie y miró el reloj, eran las 9:30 de la noche. Se metió a bañar con agua fría y salió tiritando de la ducha. Luego se puso ropa limpia y apagó todas las luces de la casa. A partir de las 10 de la noche estuvo sentado en el comedor de la cocina cortando un trozo de pan con la mano. Tomaba una miga y la colocaba encima de la mesa, haciendo una cuadrícula y asegurándose de que todas fueran casi del mismo tamaño, además que estuvieran a la misma distancia. La luz de la lámpara de la calle que entraba por la ventana era más que suficiente para poder ver. No estaba pensando en nada, se sentía completamente calmado; justo la calma que tenía antes de matar a alguien. Estuvo ahí sentado durante varias horas, luego empezó a comer las migas en el mismo orden en que las había colocado. Hasta que a las 2:30 de la madrugada escuchó que alguien se acercaba a su puerta.

Con la misma calma que esperó, se puso de pie y salió por la ventana de la cocina.

Quien sea que fuera, no pudo darse cuenta de nada. Bufanda ya estaba detrás de él cuándo lo notó.

—¡Oh! — exclamó el kato que estaba parado en su puerta y dio dos pasos atrás. —¿Cómo llegaste hasta aquí? No te sentí venir—dijo sonriendo.

—¿Quién eres?— Dijo Bufanda con un rostro sin expresión.

—¿En serio quieres hablar aquí afuera, Kato homicida? — 

Kato in katolandDonde viven las historias. Descúbrelo ahora