Un sábado en la mañana Flor se levantó temprano como de costumbre. Cuando abrió las cortinas se llevó la sorpresa de que estaba lloviendo a cántaros. A diferencia de las demás flores que odiaban los días lluviosos a Flor le encantaban, ya que le daba la excusa perfecta para quedarse en casa todo el día y visitar la ciudad de los katos. Se dio un baño rápido y se alistó. Después de peinarse le echo un poco de agua a su flor y le limpio las hojas con un pañuelo. Se maquilló las pecas como de costumbre y sonrió frente al espejo. No tenía tareas de la escuela así que iba a quedarse todo el tiempo que quisiera. De un brinco atravesó el espejo y apareció en Katoland.
Cuando llegó aún era muy temprano y la ciudad estaba casi desierta. Algunos katos abrían sus tiendas y barrían las hojas de la entrada; o despertaban a algún kato que se había quedado dormido despreocupadamente entre las hojas. Otros, sin embargo, regresaban a su casa a dormir, como si el día fuera la noche para ellos.
Flor estaba de buen humor, saludó al kato que se encargaba de vigilar el portal y él le devolvió el saludo amablemente. Del mismo modo cada kato con que se cruzaba lo saludaba.
El clima estaba perfecto, la ciudad en la mañana le daba un sentimiento agradable. Pensó en ir a tomar el sol al parque como siempre, pero esta vez decidió tomar un desvió para pasear. Había estaba visitando katocity desde hace algunos años pero aún no conocía toda la ciudad ya que era muy grande. Habían mapas colgados en casi todas las esquinas pero aun así muchos katos se perdían. Por eso, al final del día, las autoridades recogían a los katos perdidos y los llevaban a sus casas.
Flor estaba admirando el paisaje cuando vio un edificio llamativo con varios carteles afuera, era un cine.—No sabía que había un cine en la ciudad. —se dijo y se acercó rápidamente a ver que películas tenían.
Todas eran películas hechas por otros katos: películas de viajes intergalácticos, de terror, comedias románticas, dramas y de dibujos animados. Todas se veían divertidas e interesantes. Flor intentó empujar la puerta para entrar pero estaba cerrado. Miró a través del cristal y solo había un kato con uniforme sentado tras la máquina de palomitas. Le hizo la señal de la paz y se comió una palomita.
Un kato con un gran abrigo que estaba barriendo cerca de la entrada se le acercó.
—El cine abre a partir de las 6 de la tarde. —le dijo en tono amable.
—Ah, no sabía. —sonrió Flor apenado.
—¿Primera vez? A los que vienen por primera vez les dejan ver una película gratis, además de refrescos y palomitas gratis.
Flor se sorprendió y se alegró al mismo tiempo.—¡Wou! Entonces volveré hoy más tarde. —dijo y se fue alegremente luego de despedirse del kato del abrigo.
Flor siguió caminando al parque y cuando llegó se sentó donde de costumbre, bajo la luz del sol, entre las flores amarillas. De repente el abrigo del kato del cine le recordó a Bufanda.
—Me pregunto si Bufanda ya ha ido al cine. Cuando pase le voy a preguntar. —le dijo a una flor que estaba su lado. La flor le respondió en el idioma de las flores y ambos se rieron.
Al mismo tiempo, Bufanda se encontraba en su casa instalando su nuevo sistema de cámaras de vigilancia. Usó el dinero que había estado ahorrando para la televisión que quería y lo gastó todo. Además se compró una laptop endeudándose en el banco.
A partir del día en que mató al chico de la flor azul, todas las noches, alrededor de las 12 y las 4 de la mañana un kato siempre se acercaba a su casa y se paraba frente a la puerta. Sin embargo, siempre que Bufanda se aproximaba a mirar quien era, se iba rápidamente. Al principio no le había estado dando mucha importancia, pero la presencia de esa persona del otro lado de la puerta podía incluso despertarlo aunque tomara pastillas para dormir. Realmente no tenía una explicación, parecía algo paranormal. Siempre se despertaba con la sensación de que estaba siendo observado, eso no lo dejaba dormir en paz y se disponía a descubrir al fin quién era y porqué lo hacía.
El problema era que a Bufanda no se le daba bien la tecnología, en cambio se le daba muy bien seguir manuales de instrucciones, así pudo instalar las cámaras de vigilancia sin cometer errores; pero aprender a usar la laptop era otro reto.
A las 10 de la mañana Bufanda estaba en su estudio leyendo un manual de instrucciones para computadoras, cuando alguien tocó la puerta y se le cayó el libro del susto. Había estado durmiendo tan poco que cualquier cosa lo ponía nervioso.
Cruzó la sala rápidamente y se acercó a ver por la mirilla, era Flor. Respiró aliviado y abrió la puerta.
—Hola Bufanda. —Dijo Flor alegremente.
—Hola Flor, ven pasa. —Dijo Bufanda son su sonrisa habitual.
Flor entró como si estuviera en su casa y se sentó en el sofá de un brinco. Flor llevaba una camiseta nueva y sus habituales pantalones cortos. Como era costumbre, andaba descalzo. Parecía que siempre olvidaba los zapatos o los dejaba a propósito. En cambio Bufanda nunca estaba sin zapatos; llevaba una camisa blanca de mangas largas, pantalones largos y su bufanda de siempre. Aun estando en su casa siempre vestía como que iba a salir a alguna parte, pero lo curioso era que siempre llevaba ropa holgada y una talla más grande.
Flor miró alrededor y la casa de Bufanda seguía tan perfecta como de costumbre.—Hoy no fuiste al supermercado.
—¿Eh? —Dijo Bufanda sin prestar mucha atención mientras cerraba la puerta para luego sentarse en un sillón frente a Flor.
—Siempre vas los sábados en la mañana a hacer la compra.— continuó Flor.
—Ah, si, es que me queda mucha comida aún. —mintió Bufanda, ya que en realidad había gastado todo su dinero en las cámaras de vigilancia y la laptop. No tenía idea de cómo iba a sobrevivir hasta el próximo pago pero alguna manera se le ocurría.
—Ah...ya veo.—Dijo Flor.
A Flor le pareció extraña su actitud. Bufanda lucía cansado y distraído, incluso parecía un poco irritado aunque se forzara a sonreír. Además a estas alturas ya le hubiera invitado el desayuno o algo de comer, aunque no venía con esas intenciones le pareció curioso.
—Te ves cansado, ¿estás durmiendo bien?
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Kato in katoland
Фентезі¿Y si te dijera que existe una ciudad donde todos son la misma persona? ¿Sería una utopía perfecta o una oda al narcisismo? Bienvenido a Katoland.