Los nuevos vecinos no la dejaban concentrarse en su tarea, demasiado ruidosos con la mudanza. No paraban de subir y bajar muebles por las escaleras. Incluso había visto a varios hombres que lo hacían, seguramente trabajadores contratados para hacerlo por ellos, por lo cual le pareció que los nuevos vecinos tendrían dinero, o al menos, más que la mayoría de los que vivían en su finca, los cuales a penas conseguían pagar las facturas. Pero entonces, ¿por qué habían elegido aquella zona tan pobre para vivir, en vez de un sitio más protegido en el centro de la ciudad? Los suburbios no eran para personas con dinero, eso lo había aprendido a la fuerza, desde su infancia.
Quitando eso, lo extraño era que, del resto de la finca, nadie se quejaba por el ruido, así que ella no quiso ser la que lo hiciera.
Se puso los cascos con la música alta y se olvidó de lo que ocurría en su alrededor para concentrar toda su atención en la pantalla del ordenador, donde pulsaba las teclas con los dedos sin parar de escribir, solo para comer algo o beber agua.
Tuvo un momento en el que se desconcertó mirando a la nada, como las finas paredes retumbaban ante el ruido y los golpes de la mudanza, haciendo caer la medalla colgada del dragón. Cuando fue a recogerla para ponerla en su sitio, notó cómo sus ojos se volvía vidriosos, pero se negó a llorar en contra de ellos.
Se preguntaba una y otra vez por qué todo le recordaba a él. Le veía en todos los rincones de su casa, en todos los lugares a los que iba. Hacía tan solo unos días habría matado por tener un momento más con él y poder abrazarle en silencio, sin decir nada más de lo que ya se habían dicho. ¿Por qué la había dejado, después de todo lo que se habían prometido? Deseaba poder odiarle por haberle abandonado así, como si nada entre ellos hubiese pasado, desapareciendo una vez más para no volver.
Pero, tal como había dicho Minseok, debía olvidarse y concentrarse en otra cosa. La cual, en ese momento, eran los golpes infernales que la rodeaban.
Cogió entonces un poco de algodón del botiquín de la cocina e hizo dos pequeñas bolitas que se puso en las orejas, creando dos tapones improvisados.
Se pasó toda la tarde frente al ordenador, incluso a la hora de la cena, que encargó una pizza para que le trajeran a su casa, para poder seguir trabajando. Cuando miró el móvil y vio que su pedido estaba llegando, se quitó los tapones y los cascos.
Al hacerlo, notó que los golpes habían parado, pero habían sido sustituidos por un ruido peor, el de la música alta. Alta no, muy alta. Parecía que los nuevos vecinos tenían una discoteca montada encima de su cabeza, en el último piso.
Quiso salir a investigar pero se dio cuenta de que iba en pijama y le dio pereza. Entonces llamaron al timbre y Ryujin fue a abrir contenta de que la pizza hubiera llegado más pronto de lo esperado.
Al abrir la puerta se encontró con una pequeña nota amarilla pegada. En el post–it decía: Señorita Ryujin Soo, queda invitada a la fiesta de bienvenida de sus nuevos vecinos. Esperamos que se pase pronto.
Ryujin la miró extrañada y entró en su casa. ¿Cómo es que sabían su nombre? Se figuró que lo habrían leído en el patio, en la etiqueta con su nombre del buzón del correo.
La verdad era que la curiosidad le picaba demasiado, pero no quería aparecer en una fiesta de unos desconocidos con aquel aspecto. Aunque, a juzgar por el ruido que armaban, toda la finca estaría allí. Incluso el anciano medio sordo del primer piso.
Ryujin se miró al espejo. Tenía que decidir si quedarse en su piso a esperar a la pizza o subir a la fiesta de los vecinos.
Seguía sin estar realmente bien después de lo de Jungkook, pero necesitaba despejarse y salir del piso de alguna manera. Así que le dejó la cena a Pampu, prometiéndole que volvería pronto, se cambió a una ropa cómoda y cogió las llaves antes de salir.
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Dónde está tu corazón || OTC 2
FanficYa no oigo tu corazón, Soo Ryujin. (Segunda Parte de Oigo Tu Corazón) • Copia registrada en SaveCreative. • Queda prohibido cualquier tipo de plagio, reproducción o adaptación de esta obra.