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Tras caminar dando vueltas por aquel vecindario, si es que se podía llamar así, llegó a una zona donde habían muchas personas de fiesta en clubes y en la misma calle. Allí preguntó a un pequeño grupo de chicas, que se notaba que habían bebido lo suficiente como para no recordarla, dónde podía encontrar el famoso hotel abierto al público. Ellas se rieron en su cara al ver que no tenía ni idea del popular sitio del que, aparentemente, toda la ciudad sabía menos ella.

Entonces le señalaron al final de la calle, donde un enorme edificio que se salía y alejaba de los demás edificios y, al que parecía ser, solo se podía acceder por una carretera, la cual estaba repleta de coches esperando en linea para entrar.

Sin embargo muchas personas hacían cola de pie también al lado de los coches, empujándose unas a otras en un caos para ver quién entraba antes con ansias. Ryujin se coló entre ellas y consiguió atajar por el extremo de la carretera, el cual estaba más oscuro y transcurría mejor. No se pudo ni imaginar qué sería estar en esos coches esperando seguramente por horas.

Una vez consiguió entrar a lo que parecía el patio exterior y la entrada al gigantesco edificio, pudo comprobar siguiendo a las personas a su interior, que la que menos arreglada iba era ella. Con su pelo revuelto sin peinar, sus vaqueros largos con deportivas blancas y una camiseta de manga corta azul pastel básica que solía coger del armario para combinar con todo, se fundió con la multitud.

Aquello parecía una de esas películas americanas que a veces veía en la tele cuando la echaban en algún canal, con personas bebiendo, riendo, bailando y pasándolo como nunca con la música.

Ryujin buscó con la mirada por los pisos del edificio y pudo contar que habría unos treinta y ocho, más cientos de habitaciones de ancho. De pronto, le pareció ver una pequeña sombra conocida observando desde una de las ventanas en lo más alto.

Pero aunque a él le gustaba tener su habitación en las alturas, no podía ser cierto, y estaba demasiado oscuro para saberlo bien.

Lo primero que hizo fue, basado en lo que habían estado hablando sus guardas, entrar en las salas de fiesta dentro del hotel,ya que habían dicho que nadie había visto su rostro. Al no verle por ninguna parte, dedujo que estaría en algún piso arriba del todo, pero todas las entradas estaban bloqueadas por, como mínimo, cinco hombres armados y vestidos con traje.

Ryujin cogió un vaso de champán que un camarero cerca de ella iba ofreciendo y se lo bebió de un trago, pensando en cómo podía entrar. Cerca de una de las mesas de billar, había una mujer bailarina vestida con poca ropa, plumas y diamantes. Eso le recordó a cuando se tuvo que encubrir de prostituta con un vestido corto y una peluca.

Pero Ryujin ya había pasado por eso una vez y era en un plan bastante preparado que salió muy mal. Aunque esta vez, por mucho que consiguiera un arma, no le dispararía.

Entonces fue hacia la chica que bailaba y la interrumpió, dándole un toque en el hombro para que se girase hacia ella.

— Hola, soy la nueva.— Le dijo Ryujin sonriendo con naturalidad.— ¿Dónde me cambio?

— Nadie me ha dicho nada de una nueva.

— Ah, eso es porque hubo problemas con unos papeles del contrato, pero ya está todo solucionado y ya he hablado con... ¡ay, no recuerdo su nombre! Pero me ha dicho que me cambie rápidamente y salga a bailar ya.

— Sí, llegas bastante tarde para ser tu primer día.— La mujer le señaló una puerta al fondo de la sala.— ¿Ves la puerta de allí al final? Están los cambiadores.

— ¡Gracias! ¡Me has salvado, de verdad!

Ryujin fue corriendo y se metió dentro de un cubículo, como si fuera un armario, lleno de perchas con trajes. Su plan inicial sería hacerse pasar por el staff del hotel y a partir de ahí ya vería. Rebuscó en las cajas y los percheros algo parecido a lo que llevaban las bailarinas pero no encontró nada más que el body de brillantes que llevaban, el cual dejaba ver mucho más de su piel de lo que quería, con un largo escote y la espalda al descubierto, pero cabía reconocer que era muy bonito y elegante, como esas mallas de colores que llevaban las gimnastas de élite. Como le parecía un poco incómodo caminar por ahí solo con eso, cogió una pequeña falda que encontró, la cual le combinaba.

Salió de allí dejando su ropa normal abandonada dentro de una de las cajas y se dirigió hacia los guardas que vigilaban los ascensores. Una vez estuvo delante de ellos se soltó el pelo de la coleta que llevaba y les miró con una mirada seria.

— Hacedle saber que vengo de parte de Hwall.

— Hoy ha restringido la entrada a todos.— Le respondió uno de ellos.— No admite visitas.

— Mierda.— Susurró ella para sí misma, mordiéndose el labio. Tenía que improvisar rápidamente si quería parecer real.— Es que a pedido un baile privado.

— ¡Largo!— Le apuntó uno con un arma, amenazándola para que se fuera pero ella no se movió ni un pelo y los hombre se quedaron mirándose entre sí, confusos. Seguramente aquello les bastaba para asustar a los que se querían colar, pero ella había estado a punta de pistola tantas veces que lo había normalizado sin darse cuenta.

— Muy bien, no me dejáis otra.— Dijo crujiendo sus manos y poniéndolas en forma de puños delante de su rostro, preparada para pelear.

Los guardas se quedaron mirándola y después se rieron de ella. Uno de ellos se le acercó para echarla del edificio pero ella le esquivó y se preparó para golpearle, pero una mano tensa le agarró por detrás.

— Malísimo plan. ¿Qué haces aquí, Ryujin?

Ella se giró y vio a alguien conocido, mirándola con el ceño fruncido, y muy enfadado con su actitud violenta. Iba vestido con un traje verde esmeralda oscuro y una pajarita en el cuello.

— ¿Jun? ¿Qué haces tú aquí?

— No deberías estar aquí. ¿Sabe Hwall...?

— Jun, por favor,— le suplicó poniendo sus manos juntas— ayúdame a entrar.

— ¿A entrar? ¿Cómo? Si no conozco a nadie aquí.

— Jun... necesito verle. No trates de convencerme de lo contrario.— Se liberó de su agarre ella, con los ojos brillantes.— No diré nada si tú no dices nada.

— Si Hwall se entera de que yo...

— Por favor.

— Joder. Estamos jodidos.

Jun soltó un suspiro y se arregló la pajarita a medida que se acercaba a hablar con uno de los guardas en voz baja y de manera confidencial. Tardó unos segundos en convencerle, pero al final volvió echándose el pelo hacia atrás, exitoso.

— Te acompañarán hasta la puerta de su habitación.

— ¡Gracias! ¡Gracias! ¡Gracias!— Se echó Ryujin a abrazarle a su cuello y le besó en la mejilla.— Te debo una muy grande, Jun.

— Pero, espera, he tirado de contactos para dejarte subir, así que por favor te lo pido, no la líes.— Le dijo Jun antes de dejarla marchar e irse de la zona de los ascensores, confiando en ella.

Dónde está tu corazón || OTC 2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora