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Cabía una gran posibilidad de que el hombre que estaba tumbado encima de su sofá era el mismo Taeyong que una vez conoció como el hijo de un hombre mafioso del clan del dragón, amigo de Jungkook, Hwall y Jun, que después se ganó su propio sitio en el clan.

Pero, ¿era a caso el mismo? Y, si no lo era, ¿cómo es que conocía su nombre? Si era el mismo, debía reconocer que su aspecto había cambiado, con el pelo rubio platino ahora más largo y recogido en una pequeña coleta mientras que había mechones que le caían por la nuca. También se había dejado una pequeña perilla que le hacía parecer más japonés que coreano. Sin embargo había un detalle que lo delataba: el eyeliner negro que tenía puesto sobre sus párpados.

Aunque con él no había tenido nunca una estrecha relación en el clan, como con Jun o Hwall, verlo con aquel aspecto deplorable le dio mucha lástima.

Tras haberle dejado allí tirado encima de su sofá, volvió a bajar para recoger el arma y esconder el pesado cuerpo del hombre entre la basura, arrastrándolo como pudo. No le gustó ni un pelo hacer aquello, pero no tenía otra salida, así que solo estuvo pensando en otra cosa mientras lo hacía, como por ejemplo: el hombre desconocido, ensangrentado y moribundo que se había subido a su casa.

Cuando acabó, subió con prisa de nuevo y cerró la ventana con la persiana que daba a las escaleras de incendios. También cerró la puerta desde dentro con llave y apagó casi todas las luces.

Al ver al hombre agonizando y su sofá y suelo todo manchado de sangre, se desplomó a su lado de rodillas.

— Dios mío, ¿qué te ha pasado? ¿Por qué...? ¿Quién era esa persona que acabas de matar?

— Tranquila... — murmuró cogiéndole de la mano sin que lo esperara— sácame las balas.

— ¿Las balas?

El chico se intentó abrir la camiseta haciendo fuerza del cuello para desgarrarla y quitársela, pero le dolía demasiado hacerlo y desistió. Ryujin, al verle, se levantó a por unas tijeras de la cocina y le rompió la ropa con cuidado, cortándola para encontrarse con una carnicería en su piel. No supo exactamente donde estaban las heridas de toda la sangre que soltaba y miró con los ojos bien abiertos.

— No– no soy médica, no sé como se hace, tenemos que ir a un hospital.

— No, ¿estás loca? Nunca... nunca se hace eso.

— ¿Cuánto te han disparado?

— Voy a morir... desangrado... —entonces le cogió del brazo y la acercó a él, que tenía los ojos brillantes y la miraba con intensidad— si no haces algo. ¡Rápido!

— Buscaré un tutorial pero yo no sé... cómo...

El chico de pronto la soltó sin fuerzas y acostó la cabeza en el cojín que le había puesto debajo, asustándola aún más si cabía. Ryujin fue
a por el botiquín y sacó de la bolsa de deporte el teléfono para mirar un video que encontró improvisadamente sobre cómo sustraer y curar una herida de bala. Dio gracias a que internet existiera en su misma época y se puso manos a la obra, intentado hacerlo todo lo igual que pudo, aunque los alaridos del chico la desconcentraban y sus manos temblaban demasiado.

Él se acabó quejando tanto que Ryujin dejó de hurgar en la segunda bala, sin poder extraerla de dentro de su cuerpo, ya que era bastante profunda.

— No, no puedo hacerlo.

— Conti... núa...

— Pero yo...

— ¡Házlo!— Gritó el chico y ella volvió a intentarlo varias veces con los nervios a flor de piel hasta que por fin la sacó.— ¡Ah, joder! ¡Cómo duele!

Dónde está tu corazón || OTC 2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora