Capítulo 7: "Intrigas Palaciegas"

127 4 31
                                    

Vic ni siquiera era consciente de cuánto tiempo había pasado desde que se internó en ese infierno helado. Perdió la cuenta después de superar las primera hora y media. Aunque la ropa que había recuperado de la nave estrellada y la presencia de Tectis (a quien tenía dentro del traje con la cabeza asomando) le brindaban cierto calor no era suficiente para volverla completamente inmune al frío atroz que cruzaba cada célula de su cuerpo como si fueran pequeñas lanzas.

-M-m-mis pi-pi-piernas no pa-pa-paran de tembla-bla-blar- decía Vic.

-Resiste solo un poco más, ya casi estás- trataba de alentarla Netrixa- Si mis cálculos previamente hechos no se equivocan, deberías de estar a punto de llegar.

-E-e-eso no me-me-me alien-ien-ienta demasia-sia-siado- afirmó Vic como pudo.

Sin embargo la IA no se equivocaba. A pesar de la tormenta de nieve en la que se había metido pudo descubrir que, no muy lejos de donde estaba, se elevaba un edificio. Parecía una fábrica abandonada o algo por el estilo pero la verdad era que a Vic le importaba más bien poco lo que fuera mientras estuviera unos grados más caliente de como estaba en ese momento. Aceleró el paso todo lo que le era posible para poder llegar tan rápido como pudiera y en menos de dos minutos ya estaba allí. Lo único que le impedía entrar era una especie de puerta corrediza de metal.

-De-debo... entrar- dijo Vic en voz baja.

Tomó una barra que tenía la puerta y tiró con todas las fuerzas de las que disponía pero tras hacer mucho esfuerzo apenas fue capaz de abrirla un poco. Sin embargo pareció ser suficiente para descubrir que había alguien dentro ya que empezaron a escucharse voces en un idioma que Vic no reconoció.

-¿Es... español?- preguntó Netrixa- No, es imposible. Mis sistemas de procesamiento deben de estar fallando por el frío.

Vic ya no la escuchaba y, la verdad, estaba comenzando a sentirse un poco cansada. El frío entrando por todo su cuerpo, el viento que le azotaba la cabeza, los pulmones que se le estaban quedando sin aire limpio por la tormenta... todo la estaba invitando a cerrar los ojos y nunca volver a abrirlos. Pero aún así tiró una vez más, aunque abrió la puerta incluso menos que antes. Las voces se escuchaban cada vez más fuertes, más cercanas. Pero el cuerpo de Vic había perdido las pocas fuerzas que aún le quedaban. Aún sujetando la manija se desplomó y sus ojos se cerraron.

Lo siguiente que sintió Vic cuando recuperó la conciencia fue un calor tan delicioso que deseaba devorarlo como si se tratara del más exquisito de los pasteles. Todavía no era capaz de mover con normalidad gran parte de su cuerpo ya que seguían medio congelados pero al menos pudo abrir los ojos. Se encontraba dentro de lo que en principio le pareció una tienda de campaña dado que estaba viendo un techo de lona. Pero sus ojos estaban muy débiles aún por lo que se los restregó solo para estar segura de lo que veía.

-Maldita sea... ¿es esto el cielo?- preguntó más en broma que por otra razón.

-No es así, bella dama, pero ha estado a punto de verlo con sus propios ojos- respondió una voz desconocida- El Todopoderoso debió de haberle sonreído, porque le ha salvado la vida por medio de nosotros.

Vic de inmediato trató de sentarse, aunque solo lo logró en parte. Lo primero que pudo ver fue a uno de esos seres de piel de color amarillo pálido, con pelo tanto en la cabeza como en la barbilla, aunque eran de color blanco. Por supuesto, era la primera vez que se encontraba con uno de estos.

-Por favor, bella dama, es necesario que descanse- afirmó el viejo ygeria- Su cuerpo aún sigue muy débil después de estar expuesto tanto tiempo al inclemente clima de este planta.

-¿Qué... quién es usted?- preguntó Vic.

-Mi nombre público, damisela, es Damario Villalobos, humilde servidor de Su Majestad el Rey Felipe VII Bourgenie del Santo Reino de Ispayna- respondió el tal Damario- Pertenezco a la especie de los ygeria, una de las razas más antiguas de la galaxia o eso dicen viejos textos que no tienen demasiada veracidad, si me lo pregunta a mi.

La Guerra FatricidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora